De Viaje A Chile

Ensañado Como Pedirte Perdón

Eduardo.

La poca luz que entraba a la habitación a través de la pobre ventana, fue la que me advirtió que todo estaba mal, Gonzalo no estaba a mi lado, ni siquiera Luna se podía ver cerca, solamente me hacia compañía el sonido de rasguños desesperados hacia la puerta de madera que estaba a un lado de la cama. Me di vuelta lentamente por el miedo que había sentido al despertarme de golpe en esta situación, y al escuchar los chillidos de Luna el miedo subió de nivel.

Al darme vuelta por completo, me encontré a Luna rasguñando la puerta con desesperación mientras soltaba leves chillidos, lo hubiera tomado como algo normal si estuviéramos en casa, pero al estar en este lugar desconocido sin Gonzalo a mi lado, hizo que en mi mente se hicieran mil y un novelas de lo que estaba pasando en tos momentos.

Rápidamente me levante de la cama para reprender a Luna, los rasguños se notaban que llevaban buen rato, por lo que la puerta ya se comenzaba a ver dañada, quizás el lugar nos lo iba a cobrar o algo por el estilo, pero lo que más me preocupaba era saber dónde estaba Gonzalo.

—¿Gonzo? —abrí lentamente la puerta con la esperanza de encontrarme a Gonzalo y no a alguien más, pero lo que vi fue muy diferente a lo que estaba esperando.

—¿Necesitas algo? —contesto con la mirada hacia clavada en el techo mientras se encontraba sentado en el suelo recargándose en la pared, sus ojos hinchados y su cabello alborotado con leves señales de sudor, hicieron que por instinto me acercara a él para estar frente a frente.

—¿Estas bien? —pregunte intentando acariciar su mejilla, pero este se apartó al instante.

—¡¿Necesitas algo?! —contesto con un tono de voz más fuerte y molesto.

—Sí, necesito saber si estás bien.

—Entonces vete... quiero estar solo.

—No te puedo dejar así Gonzo.

—Son las cinco de la madrugada Eduardo, vete a dormir.

—No puedo.

—¡Vete Eduardo!, ¡Quiero estar SOLO! —si esto hubiera pasado en otras circunstancias, conociendo mi poca paciencia, ya estaría molesto con Gonzalo por hablarme de esa manera, pero en esta ocasión mi sentido empático entendió todo el duelo que Gonzalo estaba pasando en este momento, así que lo único que hice fue acercarme para darle un abrazo.

—Nadie quiere estar solo—Gonzalo no correspondió mi abrazo, seguía con la misma pose mientras tenía la mirada perdida en la pared que se encontraba enfrente de él.

—Tienes razón, aunque está ocasión quiero que sea una excepción—sentí como Gonzalo recargaba su barbilla en mi hombro mientras trataba de controlarse para no volver a llorar.

—No.... no puedo dejarte aquí, el baño está muy frío, te vas a enfermar. Vamos a la cama, te tapó y dormimos un rato más, ¿Quieres?

—No del todo.

—Anda Gonzo, tienes que estar bien para ir con tu familia. ¿Si quieres ir aún verdad?

—No del todo...

—¿Entonces?

—He estado practicando como voy a hablar con mis padres, pero todo lo que me imagino termina en momentos de peleas o gritos. Tener que aclarar las cosas me da miedo, luego pienso en.... mis hermanos y me da más miedo aun toda esta situación.

—Lo van a entender. Eres el menor, por ley eres el más querido.

—Todo lo vas a entender cuando los veas. Espero que hayan cambiado un poco...

—Ya verás que sí, si yo estuviera en su lugar me daría mucho gusto volver a ver a mi hermano después de casi doce años. Lo más doloroso es que ustedes se dejaron de ver desde una edad temprana, así que... puede que sea una experiencia totalmente diferente a la que te imaginas.

—¿Tú crees?

—Claro que sí—conteste mientras comenzaba a acariciar la nuca de Gonzalo con la esperanza de que aceptara el abrazo, así podría ponerlo de pie y llevarlo a la cama, pues en la posición en la que se encontraba me dificultaba dicha tarea.

—Pues yo no—contesto fríamente. Me quede analizando un poco la situación para buscar una forma de convencerlo de ir a la cama, pero todo lo que me imaginaba terminaba siendo rechazada por Gonzalo, siguiendo con la intención de quedarse tirado en el suelo del baño.

—¿Te vas a quedar aquí? —pregunte directamente sin darle muchas vueltas al asunto.

—Un rato más...

—Claro, no te voy a dejar aquí. ¿Cómo no tienes frío?

—Estoy bien, enserio.

—Sí, como no. Vamos a dormir, mañana veremos qué hacer—me puse de pie delante de Gonzalo, estirando mi mano para ayudarlo a levantarse.

—No quiero.

—Me comienzo a cansar Gonzalo. Vámonos—Gonzalo se quedó mirando unos segundos mi mano en el aire hasta que la acepto, poniéndose de pie con un poco de dificultad, seguramente llevaba aquí un buen rato por lo que su cuerpo se había entumido.

—Está bien... pensándolo bien, si tengo un poco de frio frío.

—Según tú, no tenías y estabas perfectamente bien. Si gustas aquí te dejo otras tres horas—Gonzalo sujeto con fuerza mi mano jalándome hacia su pecho, siendo ahora el quien brindaba el abrazo con fuerza un poco exagerada.

—No... —contesto ocultando su rostro en mi cuello.

—Vámonos a dormir. Espero que mañana pueda dormir mejor, la cama está con los resortes salidos y lastiman—ambos nos separamos del abrazo regresando a la cama donde estaba Luna acostada en la mitad de esta.

—Primera razón por la que me levante.

—¿Segunda? —pregunte mientras me sentaba en la orilla de la cama intentando no despertar a Luna.

—Revolví el estómago. Pero todo bien leoncito, no te preocupes.

—Cuando me dices eso es cuando más lo hago—al acostarme por completo en la cama, tuve que levantarme en varias ocasiones buscando un lugar donde no haya resortes salidos en el colchón que lastimaran mi espalda—Nunca más vamos a regresar a este hotel.

[...]

Eduardo.

—¿A dónde me dijeron que se dirigían chicos? —pregunto nuevamente el conductor que parecía perdido por las calles de la ciudad.



#14606 en Novela romántica
#8847 en Otros
#1340 en Humor

En el texto hay: chicoxchico, chile, gaylove

Editado: 27.12.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.