Eduardo.
—¿Entonces? A donde iremos… ¿Quieres regresar a casa de tus padres? —pregunte al notar como todo esto impacto en Gonzalo.
Su padre está en su casa, y acune lo intente ocultar, mi Gonzo aún le tiene miedo, mucho miedo. No quiero llevarlo a ese lugar, sinceramente no quiero siquiera imaginar cómo será conocer a su padre, solamente quiero irme junto a él, a un lugar donde no nos encuentren, porque al pisar ese lugar es aceptar las reglas que nos impongan, que probablemente serán más que injustas.
Gonzalo seguía en silencio mientras observaba el cielo, lleva así desde que me conto todo, rechazamos el taxi que Cristina nos había mandado y nos fuimos a un parque que estaba cerca del aeropuerto. Por fin Gonzalo abrió la boca después de un gran suspiro, se quedó así por unos segundos hasta que por fin hablo.
—¿Qué hago abuelita? Me siento perdido. —Esas palabras me destruyeron por dentro, recuerdo perfectamente la importancia que tiene su abuela en la vida de Gonzalo. Su rostro comenzaba a mojarse por las lágrimas que recorrían sus mejillas, mientras mi corazón se inundaba de impotencia al no saber cómo reaccionar. —Tu sabrías que hacer en estos casos, no me dejes solo por favor, tu más que nadie sabes cómo es ese hombre, sabes perfectamente que en cualquier momento mi madre no sale viva de esa casa.
—Gonzalo, relájate, si no quieres ir está bien, vámonos a México otra vez… pero sé que no vas a dejar a tu madre sola en estos momentos… ¿Qué vas a hacer?
—Voy a ir, voy a ir a ver qué es lo que quiere mi padre, voy a tener el valor que no he tenido desde hace mucho, aparte, sé que alguien ahí arriba me está cuidando lo suficiente como para enfrentarme a mi padre… Vamos, mientras más nos tardamos, más probabilidades tiene mi padre de hacer una de sus pendejadas. —Me quede quieto por un momento al notar que Gonzalo insultaba a alguien. Era raro que el hiciera ese tipo de cosas, es una persona bastante recta pero educada, y al expresarse así puedo sentir perfectamente el sentimiento que está sintiendo ahora mismo.
Tomo las maletas y comenzó a caminar en busca de un auto que nos llevara, por fortuna el auto que Cristina nos había mando aún no se iba, Gonzalo corrió para pedirle de favor que nos llevara y el señor sin problemas acepto, pues el viaje ya estaba pagado según sus palabras.
Subimos y arranco hacia la casa donde se encontraba Cristina con su esposo. Estaba nervioso, una sensación horrible me recorría una y otra vez por toda mi columna vertebral, haciéndome temblar poco a poco sintiéndome indefenso ante la situación.
Gonzalo por otro lado se notaba bastante confiado, molesto, su mirada sin vida me daba a entender todo lo que dentro estaba pasando, quizás era como un huracán de emociones donde reinaban las negativas. Ansiedad, miedo, tristeza, enojo, impotencia, rencor, todo ello era lo que Gonzalo guardo durante tantos años y que posiblemente en las próximas horas explotarían.
—Siempre he pensado que tu casa esta embrujada. —Pensé en voz alta al llegar a la casa de los padres de Gonzalo.
Ambos bajamos y lo primero que nos dimos cuenta es que esos arbustos que me encantaron al llegar a este lugar, habían desaparecido, solamente estaban esos cuadros de tierra seca en la acera sin rastro alguno de hierva o alguna planta.
No hizo falta tocar, en cuanto el carro arranco, el gran portón abrió sus puertas dándonos señal verde para entrar. Todo era tan parecido pero diferente a la vez, las flores estaban secas, la oscuridad invadía cada rincón de ese enorme patio sintiendo una vibra bastante pesada, el silencio entre ambos perduro hasta que llegamos a la puerta donde se sentía peor esa sensación.
—No puedo, no puedo entrar…—Dijo Gonzalo en voz alta.
—No te acobardes Gonzalo, no estás solo, no te dejare solo, te lo prometo. —Gonzalo tenía la respiración agitada, comenzaba a temblar un poco, no sabía si era ansiedad o el frio que comenzaba a hacer por las altas horas de la noche. —Quizás estén todos dormido, podremos entrar sin que se den cuenta y mañana pensamos que hacer. —Gonzo asintió con la cabeza una poco indeciso, sin tener en claro aún todo lo que haría estando dentro de la casa.
Con mucha sutileza abrimos la puerta que por suerte no tenía seguro, y observando la casa por dentro a oscuras, confirmaba lo que dije en el auto; este lugar parece embrujado.
Subimos las escaleras sin hacer ruido y caminamos por todo el pasillo hasta llegar a la habitación de Gonzalo, se suponía que nadie estaba en esta casa además de los padres de Gonzalo, pero al pasar por la habitación de Ángel se escucharon dos voces que reconocí al instante.
—Se supone que llegarían hoy, quizás se acobardaron y huyeron de regreso a su chiquero en México, ya sabes, mentalidad de jodidos. —Era Ángel, es obvio.
—Pues que esperabas, es hermano de Cody, otro puto que no sabe hacer otra cosa que gastar dinero a lo estúpido. —Ambas voces comenzaron a reír mientras se escuchaban pasos de la planta de arriba.
—Gonzalo, alguien está apunto de bajar, aprieta el paso. —Dije en voz baja, pero siendo lo suficiente para que este me escuchara.
Ambos casi corriendo llegamos a la puerta de la habitación, con mucho cuidado bajamos las maletas para abrir la puerta, solo basto que Gonzalo tomará la perilla para que después se escuchará una voz grave al comienzo del pasillo.
—Qué falta de respeto que alguien entre sin avisar, aquí no es hotel. Mañana tendremos una plática muy seria Gonzalo, disfruta de tu noche. —No se podía ver nada más que su silueta por la falta de luz en la casa.
—Si padre.
—Descansa, te hará falta. —Con la mirada baja Gonzalo abrió la puerta de su habitación entrando a esta sin importarle que hiciera ruido.
—Igualmente padre, descansa. —Ya no hubo contestación de su parte, ambos entramos y cerramos la puerta. Gonzalo espero unos segundos pegado a la puerta haciéndome señas para que guardara silencio.