De vuelta al camino. Una historia de superación personal

El espejismo del mar

Después de pasar toda la noche llorando, me había quedado dormida. Cuando me desperté vi que era de día, me dolía un poco el cuerpo por la posición en la que estaba y tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Con los ojos entre abiertos busqué al Espíritu, él estaba de espaldas a mí, mirando hacia el cielo.

—¡Hey! —lo llamé.

—Dime, León.

—¿A dónde vamos a ir ahora? ¿O nos vamos a quedar aquí?

—No. Tenemos que seguir. Nos esperan.

—¿Tienes algo para escribir?

—¿Escribir?

—Sí. Quiero escribirle una canción a Elisa. Después de todo se merece que la recuerde de alguna forma.

—Buena idea —buscó entre sus ropas y me dio una libreta y un lápiz—. Aquí tienes. No te demores mucho, ya vuelvo.

—¿A dónde me voy a ir? —le dije, mientras tomaba las cosas.

Comencé a escribir: "Elisa, reina del baile..." No, una porquería. Arranqué varias hojas hasta que al fin pude escribir algo decente. Cuando estaba terminando, el Espíritu había vuelto con comida. No sé de dónde sacaba el alimento, pero era bueno tenerlo aquí conmigo, aunque a veces fuera un fastidio. Se me acercó y se agachó a mi lado, me dio la comida y estiró la mano como para agarrar la libreta.

—¿Qué hacemos?

—Quería ver —me dijo entre risas.

—No. Vas a tener que esperar. Aun no la termino.

—Bueno, apúrate.

—¡Ya está! ¿Queres escucharla? —le dije con una alegría.

—Me la cantas en el camino.

Tomó el resto de comida que quedaba, los guardó y comenzó a caminar. Me levanté, miré hacia donde estaba el pozo de Elisa, pero ya no estaba. Miré hacia los lados como tratando de ubicarme y corrí hacia donde estaba el Espíritu. Cuando lo alcancé, miré para atrás y le dije: —Adiós, Elisa.

Él sonrió y me dijo:

—No te sientas mal. Ella está con Dios ahora.

—Que bueno. ¿Y dónde vamos?

—Tenemos que llegar a un lugar, que se llama...

Antes que él pudiera decir el nombre del lugar, escuchamos un murmullo que venía del acantilado. Se paró de repente y me dijo que hiciera silencio, cerró los ojos y se quedó inmóvil unos instantes.

—Solo son las olas.

—¿Olas? Pero, parecían personas.

—Solo son las olas.

—¿Y podemos ver?

Quedó en silencio unos momentos y luego al ver mi cara de ilusión, asintió. Corrí como una niña pequeña hasta la orilla y allá abajo había gente realmente.

Era como si fuera una playa muy famosa, había muchas personas: niños, adultos, ancianos. Todos estaban disfrutando del sol, la arena y las olas. Se escuchaban sus risas, cantaban, jugaban; parecía un lugar perfecto. Me di vuelta para llamar al Espíritu y le dije:

—¡Hey! Ven a ver. Te dije que eran personas.

—Solo son las olas —volvió a decir, mientras se acercaba.

—Que olas ni que nada. ¡Es gente! Y se están divirtiendo.

—¿Segura? —me dijo, como intentando arruinar el momento.

—¡Mira! ¿No los ves?

—Yo solo veo agua.

—¡Mah, no!

Me quedé mirando como las personas de allá abajo jugaban y la pasaban bien. Por un instante pensé en Elisa, no podía sacarla de mi cabeza. ¿Cómo hubiera reaccionado si pudiera ver esto? Que lástima que se fue y no pude conocerla más. Quizás ahora estaríamos las dos disfrutando también de la arena y el mar.

—¿Ya está? —me dijo el Espíritu, otra vez intentando romper la ilusión.

—Que pena que Eli no esté acá.

—¿Para ver la gente? —me dijo irónicamente.

—No —le dije, devolviéndole la atención—. Para ver las olas.

—¿Olas? Pensé que había gente.

—Que gracioso que eres...

Me puso la mano en el hombro derecho y señalando hacia abajo me dijo que prestara más atención. Que, si realmente había gente allá abajo, dónde estaban las sombras de las personas. Dónde estaban sus rostros. Mientras él me decía eso, comencé a ver que las personas iban desapareciendo y se convertían en espuma de mar. Las aguas se tornaban oscuras y la hermosa vista que yo creía que estar viendo, comenzaba a desvanecerse. Mi cara comenzó a cambiar, de alegre y sonriente pasó a estar confundida.

—¿Qué pasa? —le dije, sin comprender que estaba pasando.

—Te dije que eran solo olas.

—¿Y la gente? ¿A dónde fueron?

—Nunca estuvieron ahí.

—Pero yo las vi. Estaban ahí.

—Ya te dije, que si te vas a dejar llevar solo por lo que ves...

—¿Entonces...?

—Así es. Era un espejismo. El mar te estaba llamando.

—O sea, que si seguía pensando que realmente había gente allá abajo... ¿Podría haberme bajado sin pensar?

—Exacto. Que bueno, que estoy aquí, ¿no? —me dijo sonriente.

—Sí, que bueno... —dije para mi.

Después de esa frustración, nos fuimos de allí. Quedé un rato largo pensando en lo que había pasado. Yo vi personas. Eran reales. Me dio un odio darme cuenta que había sido un espejismo, que en verdad esas personas no estaban ahí. Pensé, pensé, pensé y de repente recordé algo que el Espíritu había dicho:

—¡Hey! ¿por qué el mar me llamaba?

—¡Oh! —dijo asombrado—, ya era hora que te dieras cuenta.

—Bueno, deja de burlarte de mí lentitud y decime.

Comenzó a reír.

—No es lentitud. Es inexperiencia.

—Bueno, como sea. ¿Me vas a contestar?

—Sí. Ayer te dije, que hay muertes y muertes, no todas son iguales...

—Si, si... No todas las personas son iguales...

—Bien. Entonces comprenderás que hay personas que llegan aquí, no por voluntad propia.

—Sí. El enemigo las aparta para su plan malévolo. Eso dijiste ayer.

—¡Ajá! —me dijo, asintiendo—. Bueno, es lo que estaba tratando de hacer con vos. Te está buscando y de una manera u otra quiere apoderarse de ti.

—Pero, ¿por qué soy importante para él?

—No. Eres importante para Dios. Y eso es en lo único que deberías enfocarte.

—Sí, comprendo que soy importante para Dios. De hecho, todos sus hijos son importantes para él. Pero, ¿para qué me quiere el enemigo?

—Ayer también te dije que hay cosas que no puedes saber ahora. Sé que no te gusta que no conteste a tus preguntas. Pero, hay cosas que debes descubrir tu sola. Yo solo puedo cuidarte, guiarte y llevarte a tu destino, el resto corre por tu cuenta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.