Luego de que habláramos un poco más sobre las cosas que decían los libros y que me contara alguna cosa más de su vida, apagamos las luces y nos fuimos a dormir. La noche era tranquila, no había ningún ruido, esperaba que aunque sea se escucharan los grillos o algún otro bichito, pero no. Por la ventana entraba una suave brisa que hacía mover la cortina, como si la estuvieran acunando.
Mientras me estaba durmiendo pensaba en todas las cosas que habían pasado. Pensaba en Elisa, en Daniel, en el Espíritu... ¿Dónde habrá ido? Pero, más pensaba en este muchacho; Cristian, Cristian. ¿Por qué me suena conocido su nombre? En fin, será mejor dormir porque no sé qué será de mi mañana. ¿Soy el final de su entrenamiento? Ay, León, ¿en qué cosas raras me estoy metiendo por ti? ¿Quién eres? ¿Por qué todos te buscan?
Y al fin logré conciliar el sueño entre el millón de preguntas que venían a mi mente.
Cuando pensaba que esta noche sería tranquila y podría descansar en paz, comencé a escuchar una voz que me llamaba, era lejana, suave, pequeña y repetía mi nombre como un canto:
—León... León...
No quería abrir mis ojos, el miedo se había apoderado de mí y quería quedarme lo más quieta posible para que no me pasara nada. La puerta se abrió dando un golpe. Ya no podía aguantar más la curiosidad, aunque tenía un miedo terrible. Me levanté en la oscuridad de la noche, pero la puerta estaba cerrada, solo una pequeña luz que entraba por la ventana, un viento suave y de nuevo esa voz:
—León... León... ven.
Aterrorizada, traté de pasar por la barricada de almohadas y llamar a Cristian, pero dormía como un oso, me fue imposible despertarlo. Había entrado en pánico y no sabía qué hacer, intenté prender las luces, pero no funcionaron. Y esa voz, que cada vez se hacía más fuerte y cada vez la sentía más viva.
De pronto, comencé a sentir como la habitación temblaba, parecía un terremoto, y Cristian que no despertaba. «¿Estaré soñando?» pensaba. ¿Por qué me pasan estas cosas ahora? ¿Por qué él no viene? ¿Dónde estás?
Sentía como se movían las cosas y el viento se hacía cada vez más intenso y esa voz... la sentía cada vez más cerca. Me aferré a las sábanas y traté de quedarme muy quieta, pero era horrible sentir eso.
—León... León... Ven... Ven...
«¡No! ¡Basta! ¿Dónde estás? Espíritu, por favor, no me abandones.»
—León... León... Ven...
«¿Dónde estás?»
—León...
«¿Dónde?»
—León...
—¡¿Dónde?!
—¡Hey! León —dijo Cristian, sobre saltado—. ¿Estás bien?
—¡Por Dios! No puedo respirar —dije mientras jadeaba.
—Tranquila, voy a traerte agua.
—¡NO! —grité mientras lo agarraba de un hombro—. No me dejes sola aquí.
—Está bien... Ven conmigo.
Salimos de la habitación y fuimos al hall de entrada donde había una mesita con una jarra y varios vasos. Me hizo sentar en un sillón que había allí mientras él servía el agua.
—Toma. Bebe, te sentirás mejor.
Tomé el agua, casi atragantándome y volví a respirar. Estaba muy asustada, no podía entender qué era lo que estaba pasando. No quiero volver a pasar por las mismas cosas, pensé que cuando el Espíritu me sacó del valle de la muerte todo estaría mejor, todo volvería a ser color de rosas y yo sería feliz. Pero, no está aquí conmigo y no sé qué hacer. ¿Por qué? ¿Por qué?
—¿Ya estás mejor? —dijo mientras se agachaba frente a mi.
—Creo que sí —dije mientras me agarraba la cabeza con las manos.
—¿Puedes decirme qué estabas soñando?
¿Soñando? ¿Seguro que fue un sueño? Pero fue real, ¿o no? ¿Lo imaginé? Pero esa voz, yo la escuché muy clara, me estaba llamando, pero ¿por qué? No entiendo, todo esto que está pasando es muy raro. Era feliz estando a la vera del pozo, recordando cosas que me habían pasado.
¿Lo era? ¿Acaso no soy feliz? ¿Estar viva no es motivo de felicidad? ¿Qué me está pasando? Yo no era así, siempre trataba de ver el lado bueno de las cosas y de las personas. ¿Qué está pasando conmigo? ¿Será que, desde que se fue el Espíritu Santo ya no logro ser feliz? ¿Pero, acaso él no está aquí? Pero no puedo verlo. ¡Necesito ayuda!
—Hey! ¿Estás bien?
—Necesito ayuda, necesito ayuda... —comencé a susurrar sin parar.
—León, necesito volver a la habitación a buscar algo, pero no quiero dejarte sola.
—Necesito ayuda, necesito ayuda... —seguía susurrando.
—Ok. No te muevas, vuelvo enseguida —se levantó y salió corriendo a la habitación.
No me había dado cuenta que Cristian ya no estaba frente a mí porque aún seguía repitiendo que necesitaba ayuda. Y en un momento sentí en mi interior una voz suave, apacible, cálida que me hablaba:
—Si no preguntas, no te puedo contestar.
Dejé de moverme y repetir esa frase sin sentido, comencé a mirar para los lados, pero no había nadie, me había quedado completamente sola en la penumbra del hall de esa posada. Me quedé muy quieta y en silencio a ver si podía escuchar otra vez esa voz, quería oírla otra vez, porque no era como el susurro espantoso que me llamaba en la habitación. No volví a escuchar nada. Así que, me quedé allí un poco más y recordé una de las cosas que decía el mini manual:
"Cierra tus ojos, respira profundo, piensa en un lugar apacible, un lugar en el que hayas estado, donde fuiste muy feliz, o un lugar en donde quisieras estar; un lugar que te recuerde buenos momentos, ve en tu mente todas las cosas que hay allí. Una vez que tengas visualizada la imagen, respira profundo nuevamente y comienza a hablar, a hacer preguntas. ¿A quién? Imagina que estas con alguien que lo sabe todo, una persona que va a contestarte hasta el más mínimo detalle. Escucha el latir de tu corazón —si comienzas a llorar no te detengas—, solo habla con esa persona."
Así que cerré los ojos, respiré, imaginé el lugar y hablé por primera vez muy sinceramente con el Espíritu Santo:
—¿Ángel? ¿Estás aquí? —pero él no respondió—. Mira, han pasado muchas cosas desde que te fuiste. Solo quería que sepas que te extraño. Necesito... no, quiero que vuelvas. Cada mañana al despertar espero verte a mi lado y es muy frustrante creer que te has ido y que no volverás. No quiero nada más, no me hace falta oro, ni joyas, tampoco fama ni nada material. Solo quiero volver a verte, hablar contigo, tomarte de la mano. Eres mi guía, mi guardador. Dijiste que me llevarías a mi destino y ¿sabes? Quiero ir a donde me lleves. Vuelve por favor, habla conmigo por favor. Vuelve.