Luego de leer la carta, por fin llegamos a la Ribera Robinson. Cristian estaba allí. Eran más de las 18, pero bueno, ya estábamos otra vez todos juntos. Aunque no sé si él sabía que el Espíritu venía conmigo.
—¡Hey, Cristian! Aquí estoy —gritaba mientras corría hacia él.
Creo que no escuchó cuando lo llamé. Estaba muy quieto en el banco. Había viento y a él no se le movía ni un solo pelo. "Detente", dijo el Espíritu y me quedé parada un par de pasos más atrás. Cristian seguía sin inmutarse.
—Te voy a explicar. No te preocupes, pero... ¡¡¡Corre!!! —dijo el Espíritu tomándome de la mano.
Corrí lo más rápido que pude sin mirar atrás. Cuando me detuve, porque no podía más respirar, me di cuenta que el Espíritu no estaba y Cristian había quedado muy lejos. ¿Qué fue eso? ¿Por qué me hizo correr de esa manera? ¿Acaso, todas las cosas malas pasan de noche? ¿Dónde estoy?
—Bienvenida al callejón sin salida —dijo una voz extraña.
—¿Al qué? —dije, mientras me daba vuelta para ver de dónde venía la voz.
—Al callejón sin salida, dije —volvió a repetirlo, mientras me tomaba del brazo.
—Suéltame. ¿Quién eres? ¡Suéltame! ¡Auxilio, me secuestran! ¡Ah!
—Silencio León, soy Cristian. No te voy a hacer nada.
—¿Cristian? —dije asombrada—. Pero... tú, no... —intentaba hablar mientras señalaba en la dirección en la que vine.
—No, no era yo. Es el ladrón de las sombras.
—¡Eu! ¡Vengan por aquí! —dijo el Espíritu.
No entendía nada. ¿Quién era el ladrón de las sombras? ¿Roba sombras realmente? Que robo inútil, ¿para qué alguien quisiera robarse una sombra? ¿Y el Espíritu? ¿Por qué hace esas cosas? Aparece y desaparece cuando quiere y uno se confunde más todavía. ¿Dónde rayos estamos?
—No desaparecí, dejaste de verme que es muy distinto —otra vez supo lo que estaba pensando.
—Para mí, es lo mismo. Si algo desaparece dejas de verlo.
—Si algo desaparece, León, ya no está allí. Pero si dejas de verlo, eso no significa que no esté allí. Solo que eres incapaz de verlo.
—Es como en el libro de "de Saint-Exupéry": Lo esencial es invisible a los ojos —dijo Cristian.
—¡NO! Nada que ver —dije medio enojada.
—Pero si recién estabas diciendo que para ti era lo mismo.
—¡Shh! Silencio niños. Tenemos que cruzar por esa avenida, pero él está ahí —dijo el Espíritu.
—Lo sabía, es el ladrón. Debemos quedarnos en la oscuridad. Si nos asomamos a la luz, él nos puede robar la sombra.
Comencé a reír a carcajadas—Jajaja, él nos va, jajaja, a robar, jajaja, la sombra, jajaja —No podía parar.
—¿Y qué es lo gracioso? —dijeron al unísono.
—A ver muchachos... ¿Para qué alguien quisiera robarse las sombras de las personas?
—A ver muchacha —dijo Cristian en el mismo tono irónico de mi pregunta—. Científicamente, la luz no puede atravesar los objetos opacos por lo que produce sombra. Los rayos de luz iluminan lo que hay detrás del objeto con más intensidad que en la zona donde se proyecta el objeto, esta zona aparece menos iluminada y es lo que llamamos sombra.
—Si se habla de lo que está opuesto a la luz, las sombras simbolizan lo que no se puede ver claramente, lo que permanece oculto, aquello que yace en la penumbra, el otro lado de las cosas, que no se manifiesta abiertamente, pero que de alguna manera se presiente o intuye —explicó el Espíritu.
—Un psiquiatra y psicólogo suizo utilizó el término "sombra" de dos modos diferentes: por un lado, se puede definir como la totalidad de lo inconsciente; y por el otro, la sombra designa al aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el "yo" consciente no reconoce como propios.
—¡Que lío! No entendí nada. Sigo sin entender para qué quisiera robarse una persona las sombras de las demás.
—Ese es el punto, León. ¿Quién dijo que era una persona? —dijo el Espíritu.
—¿O sea que el ladrón no es una persona? ¿Y qué es?
—Es un manipulador. Un enviado del maligno, en sí, un demonio. Toma las sombras de las personas para controlarlas. Según lo que dijo tu amigo, las sombras llevan aquellas cosas que están ocultas. Cosas que las personas hacen, como pecados, maldades, avaricias, etc. Este demonio, toma esas cosas ocultas y las saca a la luz, las manipula a su antojo y, es más, él puede tomar la forma humana de otras personas para acercarse a sus víctimas.
O sea que ese ladrón es un demonio que roba las "sombras" de las personas, pero no porque las coleccione o por alguna otra razón, sino para manipularlas, para hacer que las personas hagan cosas que por la moral y la ética no se animan. Creo que poco a poco me voy dando cuenta en dónde estoy y lo caótico que es este mundo. Tengo aún mil preguntas que no tienen respuesta, tengo miles de cosas que quisiera hacer y saber, para mejorarlo todo. Pero el Espíritu tiene razón, si no puedo comprender algo tan simple, como quién soy, o aquellas cosas que hasta un niño pequeño percibe, creo que esto llevará mucho tiempo.
Mientras miraba al ladrón y todas estas cosas pasaban por mi cabeza, el Espíritu se me acercó, me tomó del hombro derecho y me dijo:
—¿Esto? —dijo como si supiera que yo había entendido algo.
—Sí. Creo que voy entendiendo algunas cosas que me dijiste cuando emprendimos el viaje luego de que salimos del valle.
—¿El valle? —preguntó Cristian, sin entender.
—Sí, venimos desde lejos, pasamos muchas cosas. Así, como ese guerrero te envió a entrenarte, creo que yo también estoy en una situación similar.
—¿De verdad? —dijo, emocionado.
—Ajá. Ah, de paso, él es Ángel —dije haciéndole un gesto, como presentándolos.
—¿Así que tu amigo se llama Ángel? —dijo, mientras le estrechaba la mano.
—Un placer, soy el Espíritu Santo —dijo devolviéndole el saludo.
Cuando el Espíritu le dijo quién era, Cristian se desmayó y se desplomó en medio del callejón. Tenía muchas ganas de reírme, pero no debíamos hacer ruido, para no llamar la atención de aquel ser. Así que, tratamos de acomodarlo en contra de la pared para que estuviera sentado, mientras pensábamos qué podíamos hacer.