De Vuelta Al Paraíso

Capítulo I

La Agonía Del Espíritu

Somos semejantes a jardines. Ciertamente no eternos, pero con dotes dignos de realzar. No importa la gloria que llevemos entre manos, el paso del tiempo mismo nos hará recordar que de apoco, nos volvemos perecederos. Metafóricamente, a mis cuatro décadas se ha marcado la llegada del invierno y eso solo demuestra la muerte de aquello que con color hacía mantener la esperanza. A penas guardo el recuerdo de aquella dulce y eterna primavera.

Las mañanas ahora, solo son un momento donde un simple viejo, a penas y le dan las manos para sostenerse sobre su cama para el impulso de levantarse. Se acabaron aquellos días de eterna juventud. Ahora solo son el recuerdo de un tiempo ajeno que me vio sonreír cuando todo un paraíso estaba entre mis brazos. Mi ser envejece demasiado rápido… cargar con un peso durante mucho tiempo, desgastará al carruaje por muy bello que sea. En esta vida, el carruaje, es mi corazón, quien está a punto de estallar por causa de todo aquello que he guardado. Somos tan inútiles que acostumbramos a guardar un rincón especial para nuestras malas experiencias que para aquellas que son buenas. Percibo como tomo mi dolor comienza a desbordarse, extendiéndose hasta mi ser entero, dejándolo ver a través de mi desvanecimiento.

Todas mis mañanas, ahora, se revisten de un manto de ceniza, cada día con el corazón a punto de estallar y con el entendimiento oscurecido, tratando de entender por lo menos en una pequeña magnitud la verdadera realidad y esencia de vivir. Simplemente preguntando en el vacío de mi propio corazón:

  • ¿Quiénes somos realmente?
  • ¿De dónde hemos venido?
  • ¿Y hacia dónde vamos?

No lo he adoptado como por una simple repetición, es solamente que desde aquel momento en que la muerte comenzó a visitarme de cerca con el fallecimiento de mi abuela por el cáncer, surgieron un amplio conjunto de interrogantes que vagan cada segundo por el callejón de mis heridas. Mi memoria aún guarda con dolor, aquel pesar que ella tuvo que sufrir a causa de esa detestable enfermedad. Siendo alguien con un corazón tan noble, tuvo que alzar su vuelo y partir tan pronto como pudo. Al parecer, la vida misma no la veía así, tan noble y tan simpática, porque la arrebató de esta tierra como si lo mereciera.

¿Qué mal había en ella?, si solamente permaneció de nuestro lado llenándonos de alegría y apego, y sumado a eso, pasó la mayor parte de su vida en la iglesia más arcaica de la colonia. He olvidado aquel anhelo que su corazón guardaba, el cual le movía a buscar algo oculto entre misterios en el mover de aquel templo. El piso del mismo percibió sus rodillas doblarse a pesar de lo débiles que estaban sus huesos por el cáncer, la plataforma en aquel lugar y algunas bancas apreciaron el susurrar de su voz entre labios, el cual alzó sin importarle que su cuerpo no tuviese la suficiente fuerza para hacerlo.

Después de mucho dolor y pesar, he olvidado todo, excepto la sonrisa de aquella mujer que me acurrucó entre sus brazos cuando nada estaba bien. Me abrazó con tanto amor, que merecía un cielo acá en la tierra. A pesar de eso, se vio envuelta entre las llamas de un horroroso infierno y me pregunto:

  • ¿Qué será de su alma ahora? ¿Se encontrará recostada entre las alas del descanso?
  • ¿A dónde habrá ido su alma?, pues estoy seguro, que ni aún ella con toda su sabiduría conocía hacia donde habría de encaminar sus pasos al momento de partir.

Y a todo esto, ¿cuál fue el beneficio de hacer todo ese esfuerzo de "buscar a Dios" como ella mencionaba, a pesar de su sufrimiento?

El único recuerdo que guardo en la memoria, es el de su existir. Hace poco mi mente se vio desbordada ante la ansiedad y la frustración; haciendo explotar mi paz, no guardo otro recuerdo más todas aquellas dulces experiencias al lado de mi abuela. Quizá eso es lo que sucede al llegar a una edad avanzada, nunca había estado en ella hasta ahora, y supongo que ello radica todo su sentido: en guardar con ternura, sin importar el paso del tiempo, aquello que nos hizo sentir con vida.

Durante los últimos años de vida para mi abuela, se mostró fortalecida y llena de esperanza a pesar de que le rodeaba un mar de incertidumbre. Su fe y su confianza permitían que surgiera un cambio radical en su interior, pero eso mismo, causaba que su cuerpo externo comenzara a desfallecer cada vez más, por esa enfermedad indigna de mencionar.

Así como ella, en muchas ocasiones hacemos cosas que nos hacen sentir en un proceso de restauración, pero somos tan improductivos, que somos incapaces de mirar las demás áreas de nuestro ser, donde eso mismo nos está matando. Al final de todo, despreció el proceso médico que prometía su restauración y solamente abrió su corazón a la esperanza de que todo estaría bien.

En medio de este inmenso valle de soledad, no me queda más que atender a aquello que me es ajeno, pero me puede edificar. Muchedumbre acostumbra pasar por el mismo puesto de autobús todos los días, el cual les cobra como salario de gobierno y a pesar de eso; seamos sinceros: se ven obligados a continuar con su rutina. Los niños asisten con normalidad a la escuela donde están aquellos "amiguitos" que les discriminan y molestan día a día. Quizá lo hagan inconscientemente, pero a causa de su ineptitud, nunca notarán el daño causado hasta que sean maduros. Otros, salir de casa para sacar la basura en el mismo horario; justo cuando las temperaturas se encuentran bajas, arriesgándose así a contraer más de alguna enfermedad.




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