De Vuelta Al Paraíso

Memorias del Corazón

CAPÍTULO III

El templado viento de la mañana comienza a soplar a través de mi ventana, es imposible seguir durmiendo al saber que hay un paisaje nuevo por contemplar con el nacimiento del sol.

Veo a las aves del campo que anidan en los pocos árboles que la ciudad ha dejado, cantan sin ninguna preocupación, parecen tan felices, como si ignoraran el arduo sufrimiento del día a día y utilizan cada oportunidad para levantar un dulce cantar.

Mientras salgo de mi casa para encaminar mis pasos a mi dolorosa rutina innombrable, vagan por mí los recuerdos, referente a lo de ayer y aún me siento orgulloso por saber que mi primer ancestro se parecía a ese Dios Todopoderoso del cual suelen hablar todos los fines de semana cerca de mi colonia; esas personas tienen garganta de hierro, lo gritan a los cuatro vientos durante más de cuarenta minutos y parece no afectarles, ni siquiera tantita tos les da, a veces suelen ser desesperantes.

Pero dejando eso a un lado, que no es lo que me importa ahora, medito en algo muy importante; este hombre había sido puesto en un lugar maravilloso que algunos lo denominan: "El Paraíso", yo lo llamaría: el lugar feliz. Por el simple hecho de saber que aquel hombre, en ese lugar podía encontrar todo sin necesidad de esforzarse demasiado.

Recuerdo cuando era niño e íbamos durante las vacaciones al campo, aquella casa bajo las colinas a orillas del lago; donde los conejos y ardillas solían recorrer el camino sin temor alguno; dónde los árboles se mecían al son del viento y del sonar de las aves, formando el ambiente de paz perfecto; donde los únicos sonidos fuertes que se solían escuchar era el de las gallinas a la hora de poner sus huevos; el grito de las vacas y las cabras porque estaban listas para dar la leche; el latido de perro que acompañado del coro de las ovejas, les correteaba hasta llevarles a nuevos pastos .

Sin necesidad de ir al super y cargar un carrito pesado para luego llevar las bolsas hasta la casa, solo íbamos al gallinero, recolectábamos los huevos; la vaca nos daba la leche y solo era necesario usar una vara para cortar unas cuantas naranjas de aquel huerto verde que mi abuelo crío alguna vez.

- ¡Aaah!, ese aroma tan dulce del huerto; el olor a uvas y manzanas frescas te hacía agua la boca; el olor a hierbabuena y el dulce aroma a lavanda hacían de aquel rincón del campo, un lugar especial para disfrutar.

Seguramente aquel hombre del principio lo tenía aún más fácil.

Para mí, ir al campo era asistir a un lugar feliz; mi paraíso. Mi mamá y mis abuelos cuidaban muy bien de mí, podría decir que tenía los servicios de un rey en ese lugar, de la misma manera imagino esta situación, aquel ser no tenía necesidad de nada, estaba en su lugar feliz.

Mi vida de niño fue como un paraíso, todo terminó cuando crecí y tuve que independizarme; el trabajo, las deudas, la universidad, se convertían en un infierno cada poco.
Pero con base a lo vivido en mi niñez y por las bellas experiencias que se suelen tener en algunas ocasiones, he visto como todos tenemos un paraíso en más de un "lugar", donde disfrutamos de lo que tenemos sin mayor cosa.

La vida ofrece grandes y buenas oportunidades, el problema es, cuando nosotros las rechazamos. Si aprendiéramos a disfrutar cada momento y aprovecharlo de la mejor manera, de tal forma que no lo dejamos pasar, las cosas serían mucho más diferentes.
Es lamentable que a veces por nuestra necesidad o como dijo alguna vez mi abuela: por creernos sabios en nuestra propia opinión, perdemos demasiado.

Después de lo que siempre hago, algunas veces decido venir a almorzar a orillas del lago en la ciudad, es un lugar perfecto para meditar y pienso:

- Que lindo sería salir de la aflicción que llevamos día a día como seres humanos; que se terminara el trabajo y las aflicciones. Que pudiésemos volver nosotros a ese paraíso, volver a tener una vida más fácil y de delicia.

- ¿Se imaginan? Sin nada de preocupaciones fuertes, solo despertar, cuidar un tanto los árboles y comer de su fruto sin temor a que todo se valla a terminar pronto.

Creo que el mundo podría ser un paraíso para todos si tan solo dejáramos de pensar en nuestro propio bien o si acabáramos con los malos.
Lamentablemente hemos hecho del mundo un infierno y vamos directo a la destrucción.

Desde hace dos días, mi vida es hablar "solo", todo el tiempo, sobre este tema; mis vecinos y la gente que me observa, se preocupan; porque en mi casa me paso leyendo y haciéndome preguntas al igual que en cualquier rincón de la ciudad, seguramente deben de creer que me estoy volviendo loco de nuevo; si supieran de las buenas reflexiones que estoy disfrutando.




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