El Edén Perdido
El reloj resuena por la mañana con su insoportable “ring, ring” mientras el delicado viento de la mañana comienza a soplar a través de mi ventana. La llegada del sol, es un buen motivo para volver a levantarse. Es imposible seguir durmiendo al saber que hay un paisaje nuevo por contemplar con su nacimiento.
A veces, como alguna vez mencioné, nos cuesta prestar atención. Hay muchas cosas a nuestro alrededor que nos enseñan miles de cosas, pero nunca estamos dispuestos a mirarlas. Cuanta sabiduría hemos perdido por no saber prestar atención. Las avecillas que anidan en los pocos árboles que la ciudad ha dejado son mis maestros cada poco. ¿Por qué nos cuesta aceptar aprender de alguien más pequeño? Mírenlas, cantan sin ninguna preocupación. Sus melodías todas las mañanas y las tardes, son el reflejo de un sincero agradecimiento hacia El Creador por permitirles vivir. Parece que ignoran el arduo sufrimiento del día a día y en lugar de llorar, prefieren entonar una canción.
No trabajan ni cosechan, y aun así, nunca les falta provisión, ¿será porque su pequeño corazón ha entendido que solamente dependen del Creador? Ciertamente nosotros también, somos extremadamente despreciables. Prestamos más atención al dolor que al favor, ¿por qué mucha gente a dejado de creer en Dios mismo?, porque le ha recalcado más sus aflicciones y nunca ha visto los favores que le ha mostrado en medio de la adversidad. Rara vez solamente agradecemos, siempre entrometemos el reclamo.
Después de una taza de café y tomar un baño caliente, como bien saben, mi dolorosa rutina innombrable continúa, por lo que debo cumplir con ella después de por lo menos comer un poco. Camino al autobús vagan por mí los recuerdos referentes a lo de ayer. Claramente me llena de orgullo saber que mi primer ancestro, se parecía a ese Dios Todopoderoso del cual suelen hablar todos los fines de semana cerca de mi colonia; esas personas tienen garganta de hierro, lo gritan a los cuatro vientos durante más de cuarenta minutos y parece no afectarles, ni siquiera tantita tos les da, a veces suelen ser desesperantes.
Pero dejando eso a un lado, medito en algo un tanto importante para mí justo ahora. Hoy es uno de esos días en los cuales me pongo un tanto melancólico, donde el sentimiento vuelve a abrazar mi corazón y los recuerdos invaden mi memoria; así es, hoy es jueves. Pero haga lo que haga, se torne como se torne mi carácter, nada volverá a ser igual. Debo enfocarme en lo de ahora, sin duda me será mejor.
Aquel “Adam” tuvo el privilegio de morar en ese lugar llamado: "El Paraíso" sin duda alguna, era el cielo en la tierra. Pero, aunque algunos lo llamen así, yo preferiría llamarlo como: el lugar feliz. Es que aquel hombre encontraba en aquel lugar, todo lo que necesitaba sin hacer un gran esfuerzo. Era como si una pequeña hormiga hubiese sido encerrada en un tazón de azúcar.
Todos hemos tenido algún lugar feliz… ya sé que no quiero sumergirme una vez más en el recuerdo, pero ¿qué tal si mañana ya no tengo la oportunidad de hacerlo?, solo quiero recordar y volver a ser feliz. Soy un viejo amargado y lleno de odio, pero en algún momento tuve un lugar feliz. La dulce memoria de mi niñez; las vacaciones, el campo; aquella casa bajo las colinas a orillas del lago; donde los conejos y ardillas solían recorrer el camino sin temor alguno.
Aquel lugar donde los árboles se mecían al son del viento y del sonar de las aves, formando; donde los únicos sonidos fuertes que se solían escuchar era el de las gallinas a la hora de poner sus huevos; el grito de las vacas y las cabras porque estaban listas para dar la leche; el latido del perro que, acompañado del coro de las ovejas, les correteaba hasta llevarlas a nuevos pastos. El lugar donde las cornadas de los corderos y las chamarreadas de los pavos no eran una razón para llorar, sino una razón para reír a carcajadas. Donde las fuertes caídas de aquella tabla que se deslizaba por la colina y los piquetes de hormigas no eran razón para dejar de jugar.
Daría todo por volver a aquel lugar y hacer nuevamente de él mi lugar feliz. No había necesidad de ir al super para hacer las compras, solo había que ir al gallinero y recolectar los deliciosos huevitos que después mi madre o mi abuela prepararían en una sartén. La leche era extraída directamente de las terneras, no estaba en cajas ni el queso en trastos de plásticos, una cubeta de lata color gris y un platito de peltre eran los recipientes. Para comer naranjas, algunos jocotes o guayabas del huerto que mi abuelo en algún momento crío, solamente era necesario buscar una vara lo suficientemente larga que los alcanzara y con la cual pudiésemos botarlos.
¡Ah!, ese aroma tan dulce del huerto. El olor a uvas y manzanas frescas te hacía agua la boca. El olor a hierbabuena y el dulce aroma a lavanda hacían de aquel rincón del campo, un lugar exclusivo para disfrutar. Seguramente mi felicidad guarda una semejanza a lo que sucedió en aquel Edén. Siempre fueron lugares que guardaron la esencia de una felicidad que quedó en el olvido.
Aquel tiempo de alegría quedó atrás. Mi propio paraíso se esfumó desde hace mucho. El tiempo en que mi Abuela cuidaba de mí con ternura, pasó a ser solo un recuerdo. Ciertamente aquel tiempo era uno lleno de gloria, me sentí amado como un rey en aquel entonces. Fui rodeado de amor y abrigado por la ternura que aquel lugar guardaba. Supongo que, de alguna forma, la vida en El Paraíso fue similar; un lugar donde todo estaba más que servido, simplemente había que ser del todo feliz.
En algún rincón de nuestras vidas, todos hemos hallado un paraíso, un Edén donde fuimos bendecidos con la dicha de saborear su esplendor y abundancia. La vida en el campo y mi vida de niño al lado de mi abuela fue el mío. Todo culminó al cumplir dieciocho, cuando dejé de ser un niño para ser un adulto responsable; cuando nos mudamos del campo hacia otro lugar; y cuando mi abuela falleció. Todo en el mismo año… una exclusión completa de aquello lo cual me hacía sentir con vida; y ni hablar de todo lo que llegó después y ahora padezco. A pesar de eso, aún guardo en la memoria todos aquellos tiempos que fueron mi propio paraíso.
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Editado: 30.10.2024