De Vuelta Al Paraíso

El Camino de Vuelta

CAPÍTULO VII

Desperté la mañana siguiente y la rutina de siempre me abatía. Antes de salir de mi casa, recordé aquel pedazo de papel que el hombre me entregó, vi que eran unos cuantos versos de la biblia y tomé la que tenía para buscarlos.

El primero escrito en aquel pedazo amarillo de papel, era:

1 Corintios 6:17

No suelo leer las escrituras, por lo que me tomó tiempo encontrarlo, este expresaba las palabras del Apóstol Pablo, diciendo:

“Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.”

Lo primero que vino a mi mente fue:
- Esto concuerda con lo que he estado investigando ¿acaso sabía algo aquel hombre?

Realmente tenía razón cuando mencioné que el hombre necesita estar conectado con Dios.

Con todo esto recapacito y digo:
- Será difícil dejar todo, pero puedo volver a ser, un ser de espíritu como en el principio, ¡he comprobado que sí se puede!

Esto parecía interesante, así que me dirigí a leer los demás versos, a pesar de que mi dolor de rutina seguía matándome ahora de una manera más fuerte; nunca lo había sentido así, pero quise descubrir lo que aquel anciano me había regalado por medio de ese pedazo de papel.

Me acomodé en un banco alto para recostarme sobre la mesa de la cocina y comencé a buscar el segundo texto que era:

2 Corintios 6:17

A causa del dolor y la debilidad en mi cuerpo, mi vista comenzaba a nublarse, pero alcancé a leer lo que decía:

- “Por tanto, SALID DE EN MEDIO DE ELLOS Y APARTAOS, dice el Señor; Y NO TOQUÉIS LO INMUNDO, y yo os recibiré.
Y yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
2 Corintios 7:1 Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.”

Ahí estaban las palabras de aquel libro tocando mi corazón para llevar una vida de santidad, a manera de alcanzar a ser nuevamente un ser de espíritu; un ser de luz.

La palabra estaba clara, podía salir de mi aflicción y llevar una vida mejor, pero debía estar dispuesto a dejarlo todo.

Algo dentro de mí me hacía sentir que debía apresurarme para leer todos los versos, pues mi cuerpo estaba desfalleciendo y cada vez aumentaba el dolor.

Me dirigí lo más rápido que pude al siguiente verso escrito en el papel:

1 Corintios 15:50

Este expresaba más con claridad acerca de cómo debemos abandonar nuestra carne, la misma que nos condena:

- “Y esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni lo que se corrompe hereda lo incorruptible. 
He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.”

- ¡Vaya! Así que realmente éste es el fin que debería buscar la humanidad; volver a su origen, ¿por qué no se ha descubierto esto por todos y se pone en marcha? - volveríamos a ser seres de luz, incorruptibles, sin mancha y sin oscuridad.

- Podríamos cambiar el mundo, convertir este horroroso infierno en un paraíso nuevamente.

Mientras mi dolor de rutina me sigue afectando, a pesar de mis pocas fuerzas y la débil vista que me queda, me dirijo al cuarto verso escrito:

- 2 Corintios3:16-18  “pero cuando alguno se vuelve al Señor, el velo es quitado.
Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.
Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.”

Mi corazón se quebrantó y comencé a llorar de felicidad al ver que teníamos una oportunidad para volver a la imagen de Dios ¡era tan sorprendente!, podía ser libre de la condenación.
Ni la filosofía ni la ciencia definen un fin tan hermoso.

Todo dependía de una sola acción; arrepentimiento. De dejar el lugar al Señor para que obrara y así nuevamente volver a una misma imagen todos.
Pero que difícil, esto implicaba también dejar todo lo que tenía por llevar una vida como Cristo la llevó en la tierra. Era tan fácil pero tan complicado a la vez tomar la decisión.
Hacía falta un verso, pero antes vino mi dolor más fuerte de tal manera que no alcancé a leerlo por caer desmayado en ese instante, además de eso impacté muy fuerte con el suelo y no recuerdo nada más.

Después de unas horas, desperté en el hospital con un doctor enfrente que me dijo:

- Lo lamento mucho, pero su cáncer no se puede controlar más, las ultimas quimioterapias realizadas en los días anteriores no hicieron mayor cosa y le quedan pocos minutos de vida.

Al parecer, mi rutina dolorosa me estaba venciendo a mí, en lugar de vencerla yo. Mi rostro se llenó de lágrimas, no por la noticia, sino porque llevé mi rutina de quimioterapias muy dolorosas días atrás, esperando obtener mejores resultados cuando ya sabía que hacer lo mismo nunca me permitiría avanzar, el doctor ya me había dicho que mi cáncer era terminal y que no había más esperanza.

Saber que tuve la oportunidad de ser como en mis orígenes justo ayer, cuando aquel hombre me habló de la solución; aun hace un momento tuve el privilegio de conocer la oportunidad que tenía y no lo quise aceptar porque pensé que tenía más tiempo, aun sabiendo mi condición. Ahí mismo sentí que había desperdiciado mi vida y que ya no existía mi oportunidad para volver a ser lo que tanto mi corazón, mi alma y todo mi ser habían anhelado.

Estaba en orillas de la muerte y ya no tenía la oportunidad para hacerlo, todo lo que aquel hombre de barba blanca me enseñó lo dejé pasar, lo perdí y mi corazón se remordía de la conciencia.
Ahora entiendo por qué mi abuela dejó todo y decidió seguir a Jesús, sin duda aquella señora que sabía mucho de las maravillas de Dios también sabía de la oportunidad que le había brindado al mundo nuevamente y buscaba volver a su identidad original.




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