Veo a mi esposa, desplomarse frente a mis ojos, corro hacia ella para intentar sujetarla, tiene ambas manos sobre su pecho y una expresión de dolor en su rostro, me mira pero no logra hablarme.
—Llama a una ambulancia, Sasha — grito histérico.
—Nena, mírame digo acunando su rostro, con mis manos. Todo está bien, estarás bien —Digo asustado.
La mirada fija de Sam esta sobre mí, pero lo que noto en sus ojos hace que me estremezca por completo. Ella me mira con odio y eso hace me que algo dentro de mí, se quiebre.
La ambulancia tarda unos minutos, que para mí parecen horas, los paramédicos llegan, atienden a Sam, le ponen algunos medicamentos y la suben la camilla para llevársela.
Tomo mi saco y las llaves, para salir detrás de ella.
—¿Te acompaño, Mario? — Pregunta Sasha, de pie detrás su escritorio.
Ni siquiera me molesto en contestarle, porque sé que mi mirada le dejo más que clara mi respuesta.
Llego hasta la ambulancia y le indico a uno de los paramédicos que soy su esposo, para que me permita subir junto a ella.
Sam tiene los ojos abiertos y su mirada me busca, pero sigue mirándome con esa expresión de odio en sus ojos. Hasta que de repente los cierra.
De un momento a otro todas las alarmas de los aparatos, que tiene puestos, empiezan a pitar.
El paramédico me hace a un lado, mientras empieza a darle RCP.
—Entró en paro — le grita el chico a su compañero, mientras da compresiones de manera repetida en el pecho de mi esposa.
El otro hombre llega y me saca de la ambulancia, prepara un aparato que parecen como dos paletas y lo pone sobre el pecho de Sam, luego de haberlo descubierto. Hace una cuenta regresiva para que su compañero se aparte y le da a Sam, una especie de descarga eléctrica, que repite en varias ocasiones más. Yo observo todo como en cámara lenta, como si estuviera viendo una película de terror, los jóvenes paramédicos siguen haciendo ingentes esfuerzos, por reanimar a Sam, mientras que yo ruego al cielo que lo logren, pero un par de minutos después, los veo detenerse y mirarme con pesar.
—Lo sentimos mucho señor, dice uno de los chicos —Su esposa acaba de morir.
Su declaración me impacta, como si acabara de recibir un golpe en el pecho, de la impresión doy un par de pasos hacía atrás, tropezando con el borde de la acera y cayendo de nalgas sobre la misma, no logro articular palabra, francamente me cuesta respirar, me zumban los oídos y siento como mi corazón bombea fuerte, dentro de mi pecho.
Uno los paramédicos corre hasta mi, suelta mi corbata y desabrocha mi camisa, en la parte superior. Empieza a hablarme y a darme instrucciones sobre como respirar, poco a poco mi frenética respiración, comienza a acompasarse, el otro joven me entrega una botella de agua, con una pastilla que ignoro que es, pero que obedientemente tomo.
Para este momento hay gran cantidad de personas mirando la escena, entre las que se encuentra Sasha. Como puedo me levanto y con la ayuda de los paramédicos llego junto a Sam, dentro de la ambulancia. La miro allí, con su rostro pálido, con las marcas rojas en el pecho, por los intentos de reanimación, sus labios que siempre eran rosados en este momento también lucen pálidos. Llevo mi mano a su rostro y rozo su piel.
—“Te amo, preciosa mía” — Digo intentando ahogar el llanto, que termina fluyendo descontroladamente. Me aferro a ella, como si de alguna manera sentirla entre mis brazos pudiera calmar mi dolor, mi pena, mi culpa.
—Sam despierta, despierta nena, ellos están equivocados, tú no estás muerta amor, no puedes estarlo, no puedes dejarme, Sam por favor, abre los ojos, despierta preciosa mía, grito en medio de el llanto y bajo la mirada atenta de los paramédicos y de los, transeúntes que se detuvieron a mirar la triste escena.
Los chicos de la ambulancia, me dan unos minutos más con ella, pero luego me indican que deben trasladar el cuerpo a la morgue del hospital, para hacer la autopsia de rigor, por lo que debo bajar del vehículo.
Hasta este momento es que mi mente procesa, que debo avisarle a la familia de Samantha. Saco mi teléfono celular y con mis manos temblorosas, busco el número de mi suegra, para darle la triste noticia.
—Aló— Escucho decir a mi suegra al otro lado del celular.
Respiro profundo, antes de hablar. Buscando en mi interior las fuerzas que sé no encontraré.
—Melissa— Digo intentando a ahogar un sollozo.
—¿Qué pasa Mario? — Dice la mujer, como adivinando el motivo de mi llamada. ¿Le pasó algo a Sam? — Dice desesperada.
Guardo silencio por unos segundos, antes de decirle.
—Samantha, acaba de morir Melissa.