—Tú eres Hanna, tu nombre es Hanna Marshall, pero no te preocupes si te sientes algo aturdida o confundida tampoco te asustes, es normal por los golpes y las contusiones que sufriste, por lo pronto descansa que todo mejorará, lo importante es que ya despertaste Hanna — Termina diciendo el hombre que esta de pie frente a mi e insiste en llamarme Hanna.
Respiro profundo y reúno fuerzas, para poder hablarle.
—Doctor, mi nombre es Samantha Tyler y no sé porque usted me llama Hanna —termino diciendo de manera pausada y aún con dificultad .
El hombre me mira con cierto pesar, unos segundos después dos enfermeras entran a mi habitación, mientras el doctor, les ordena que me lleven a hacer unos exámenes de imagenología o algo así.
Ignoro porque este doctor, me llama por otro nombre, tal vez sea tan despistado y haya confundido mi historia clínica, con la de otro paciente, pero prefiero no discutir, al menos no en este momento.
—Necesitamos una resonancia magnética —lo escucho decir —y pónganle un sedante, para que continúe descansando.
—No, por favor no me sede, prometo tratar de descansar — digo en tono bajo.
El médico asiente con un movimiento de cabeza y segundos después lo veo salir de la habitación.
Reparo en el lugar, es una habitación bastante amplia, las paredes son blancas y las cortinas de un color azul oscuro, hay varios aparatos junto a la cabecera de mi cama y todos están encendidos, en mi mano hay una canalización y de una bolsa transparente baja un líquido hasta mi brazo.
Cierro mis ojos intentando ordenar mis ideas, el doctor habló de contusiones y golpes, ¿Será que tuve algún accidente al ser trasladada en la ambulancia? ese es mi último recuerdo, yo estaba siendo atendida en la ambulancia, luego de que me diera un infarto, cuando escuche decir a Sasha que estaba embarazada de mi esposo. ¿Cómo pudiste, hacerme eso Mario? Si yo vivía por ti y para ti, ¿Cómo te atreviste a hacerme algo tan bajo, tan vil?¿Cómo pude vivir, engañada tanto tiempo, creyendo que me amabas? Una , otra y otra lágrima, empiezan a correr por mis mejillas, recordando el momento preciso, donde todo mi mundo, se vino abajo.
Respiro profundo e intento calmarme lo menos que necesito es que mi débil corazón, sufra otro infarto.
Limpio las lágrimas que tengo aún en mi rostro y cierro mis ojos, para intentar descansar, porque empiezo a sentir una pequeña jaqueca, que me provoca cierta incomodidad.
—Señorita, escucho decir a una jóven, que entra de forma repentina a mi habitación.
—Sí, contesto abriendo mis ojos para cerciorarme que se dirige mi, ya que hace mucho tiempo que nadie me llama señorita.
—Vengo por usted, para llevarla a que le hagan los estudios que ordenó el doctor.
La veo poner una silla de ruedas junto a la cama y en compañía de otra enfermera que llega posteriomente, me colocan en la ella, para llevarme a no sé donde.
Siento mi cuerpo adolorido, supongo que es por estar tantos días en cama.
—¿Tuve un accidente de auto? — Pregunto mirando a ambas mujeres.
—Sí, señorita. Responde una de ellas.
—¿Cuántos días estuve inconsciente? — cuestiono intrigada, pero hablando aún con algo de dificultad.
—Una semana, dice la enfermera más joven.
—¿Y mi familia? ¿ Han estado aquí? ¿Han venido a verme?. Pregunto en tono triste, porque la verdad me sorprendió despertar y no ver a mi mamá o a mi hermana aquí, obviamente el animal de Mario, no va a estar por aquí ni por equivocación, de seguro él y su amante, estarían rogando para que yo jamás despertara y así poder vivir su amor sin tener que esconderse, pero mi familia, ellas nunca me dejarían sola.
Ambas mujeres me miran con lástima y niegan con la cabeza, pero solo una de ellas, me responde con palabras.
—No señorita, nadie de su familia ha estado aquí.
Su respuesta me desconcierta y me duele, pero estoy segura que todo esto tiene una explicación, así que decido no hacerme ideas en la cabeza y esperar a hablar con mi madre y mi hermana.
Salimos las tres de la habitación rumbo a el elevador.
Cierro los ojos y bajo la cabeza, porque siento que todo me da vueltas, percibo como la silla es empujada dentro de la caja metálica y escucho el ruido de los botones del elevador al ser presionados.
—¿Está bien, señorita? —Pregunta una de las enfermeras, que me acompaña.
—Sí —contesto abriendo mis ojos.
Cuando lo hago me encuentro con el reflejo de un rostro desconocido en el espejo de la parte trasera del elevador, los ojos de la persona, que veo reflejada allí casi se salen de sus orbitas, mientras tanto yo llevo ambas manos a mi rostro, encontrándome con que el reflejo hace exactamente lo mismo.
—¿Quién, quién es ella? — Pregunto asustada y porqué me imita, digo al borde de la histeria.
—A qué se refiere, señorita Marshall— pregunta, una de las enfermeras asustada.
—¿Quién es ella? — digo alterada y señalando con mi mano derecha el reflejo que observo en el inmenso espejo.
Ambas mujeres se miran extrañadas y luego voltean en dirección, a donde les estoy señalando.
—¿Quién es ella? — Digo evidentemente asustada.
—Esa es usted, señorita Marshall, la joven que se aprecia en el reflejo es usted— responde una de las chicas.
—No, no esto no es posible, esa no soy yo, no soy yo, ese no es mi nombre y ese no es mi rostro, yo no soy ella, Hanna Marshall no es mi nombre, yo soy Samantha, Samantha Tyler —digo en un tono bajo, pero que denota temor.
Entro en una especie de crisis nerviosa, mis gritos desesperados inundan el pequeño lugar, mientras ambas mujeres, hacen todo lo posible por ayudar a calmarme, de un momento a otro siento que mi cuerpo pierde las fuerzas luego de eso ya no sé nada más de mi.
.