El odio que denota el tono de voz que usa Melissa, me hace estremecer. Volteo hacía donde deduzco se encuentra y la veo de pie junto a Rachel, la hermana menor de Sam, ambas me miran con rabia, pero también con decepción.
—Melissa yo…
—Tú nada, Mario. Ya escuchamos lo que necesitábamos escuchar, por culpa tuya y de esa mujerzuela, mi hija murió. Ya sabía yo, que algo debió haber pasado, porque el doctor estaba muy positivo, con la nueva medicación que Sam había iniciado, es un mal nacido Mario, tú mataste a Sam, tu la mataste, grita Melissa histérica, mientras Rachel la abraza intentando calmarla.
Yo intento acercarme a ella, pero Rachel me detiene.
—Es mejor que te marches Mario y ojalá, tengas la decencia de no volver más, deja que mi hermana descanse en paz.
—Yo amaba a Sam, digo con la voz temblorosa.
—Valiente amor, que la traicionó. Sam no se merecía eso, hubiese sido más digno que la dejarás, pero engañarla y con alguien que ella creía su amiga, eso no tiene perdón de Dios Mario. Dice Melissa casi a grito.
—Las cosas no son como tu piensas, Melissa yo…
—No quiero oírte, no quiero verte, no quiero saber nada de ti, Mario Vargas, hoy tú moriste para nosotras.
—Melissa, por favor…
—¡Lárgate! —Grita histérica, ¡Lárgate!.
Rachel, me mira y veo súplica en su mirada, por lo que decido retirarme.
La familia de Sam, era como mi familia. Siempre estábamos juntos los cuatro, Melissa me trataba como a un hijo y Rachel para mí, siempre fue como una hermana.
No solamente perdí a Sam, ahora también las perdí a ellas. Mi vida, cada se vuelve más miserable, más monótona y vacía. Tal vez por eso he decidido aferrarme a ese bebé, a ese niño, como si fuera mi salvavidas.
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La Hanna que regresó a la universidad, dejo a todos con la boca abierta, no era la misma niña tímida que todos hacían sentir menos. La Hanna que se presentó el último semestre a la universidad, era una mujer, bella, elegante, segura de sí misma y con muchas ganas de comerse al mundo.
El primer día de clases fue épico, todos me miraban como si me hubiesen salido dos cabezas.
Lo que no descubrí en el diario de Hanna, me lo dijo Lina. Ella no se ha apartado de mí, desde que se enteró del accidente y de la muerte de mis padres, la verdad ha demostrado ser una buena amiga.
En estos meses en la Universidad también conocí al chico que le gustaba a Hanna, no la culpo es un joven realmente guapo, lástima que sea tan presumido y superficial, Lina me contó que no pelaba a Hanna, porque decía que ella era una nerd y a decir verdad ella lucía, hablaba y se conducía como tal. Por eso a todos les extraño cuando inicie el semestre, ya que la vestimenta de Hanna no era la misma, ni su actitud tampoco.
Digamos que decidí hacer una simbiosis entre lo mejor de Sam y lo mejor de Hanna, así que hay un poquito de las dos aquí. Me parece chistoso que el mismo chico que tantas veces, despreció y humilló a Hanna, ahora esté detrás de ella o bueno de mí. Solo que ahora es Hanna la que no lo pela, con el cambio de look que ha experimentado, los admiradores le sobran, pero los chicos no son algo que en este momento me roben la calma.
Han pasado casi nueve meses y se han ido volando, pude ponerme al día con las materias y pude terminar el semestre.
Hoy es la graduación, han sido muchos meses arduos, entre turnos y clases, todo sucedió tal cual como lo supuse, apenas puse un pie en la universidad los conocimientos de Hanna, fluyeron. Y cuando estaba en el hospital me movía, como pez en el agua, conocía cada nombre, cada aparato, cada procedimiento, lo logramos Hanna Marshall hoy te recibes de médico.
—Niña, la señorita Lina nos está esperando abajo. Vamos niña que se hace tarde.
Juana y Walter, son mis invitados. En este tiempo, se han vuelto mi familia.
—Estoy lista, vamos. Digo con una sonrisa amable.
Tal cuál me lo propuse Hanna, termino con honores, pese a todo lo sucedido su promedio no desmejoró y hoy estoy aquí a punto de subir a dar el discurso de despedida de la promoción de medicina de esta prestigiosa Universidad.
Se lo debía, ella merecía lograr su sueño, luego de la graduación Walter, Juana y yo decidimos ir a cenar para celebrar.
Hoy inicia mi internado, me corresponde iniciar en un hospital materno infantil, empezaré mis rotaciones como médico en el área de neonatología, así que aquí estoy llegando al hospital a ñas 6:45 a.m. Estoy emocionada, ya no son prácticas, ya soy médico y ahora esto es la vida real, mi vida real.
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Sasha me llamó hace unos minutos, para decirme que va rumbo al hospital, porque ya entró en labor de parto, así que estoy subiéndome a mi auto este momento, para ir para allá.
Estos meses, he estado en cada cita con el obstetra, he visto el crecimiento y desarrollo del bebé, así que no puedo evitar sentirme emocionado, aunque también algo temeroso, temeroso de descubrir que el único motivo por el que decidí reponerme a la muerte de Sam, sea solo una falacia. Me aferre a ese bebé, para sobrevivir, porque eso es lo que he hecho sobrevivir, durante todo este tiempo.
Llego al hospital y me dirijo al área de obstetricia, a fin de ubicar a Sasha, las manos me sudan y tengo la boca seca, definitivamente estoy nervioso.
—Señor Vargas, dice el ginecólogo al verme llegar. La señora Sasha, está lista. Desea entrar a la sala de parto. ¿Pregunta el médico?.
Lo pienso unos minutos, y asiento con la cabeza, así que diez minutos después, estoy entrando junto al doctor a la sala de parto.
Bueno aquí vamos a recibir a ese campeón, porque estoy seguro que será un varón.
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