Tania me escribió esta mañana, para invitarme a un antro en la noche, acabo de terminar, mi turno y francamente me fue de la patada, estoy a punto de llamarla para cancelar, pero la verdad, creo que no me hará daño relajarme un poco.
Salgo del hospital y me dirijo a la casa, como siempre que se lo pido, Walter mi chofer vino a recogerme, llego a la casa y la nana Juana, me recibe con una exquisita cena, que me ayuda reponer las fuerzas, que el trabajo en el hospital me quita.
—¿Cómo le fue hoy, niña? — Pregunta Juana.
—Bien, pero estoy muy agotada.
—Si gusta le preparo la bañera, con unas sales, para que se meta un rato y se relaje, dice Juana de forma amable.
—Me encantaría, pero quedé de salir con Tania, esta noche, nana.
—Pero se nota, cansada niña. Me dice la mujer en tono cariñoso.
—Lo estoy, pero no quiero quedarle mal a Lina. Por cierto, ¿Vino a dormir anoche?. Pregunto, mientras me llevo una cucharada de sopa a la boca.
—No, niña, Tania no viene hace a casa desde hace un par de días.
—Ok, aprovecharé esta noche para hablar con ella nana, acaba de conocer a ese hombre y ya prácticamente se mudo con él.
—Si niña, hágalo. La niña Tania, debe ser mas prudente, hay muchos hombres malos por allí, buscando a chicas ingenuas de quien burlarse.
Termino de cenar y subo a mi habitación a tomar una ducha y arreglarme.
Me encanta vestir a Hanna, o mejor dicho vestirme siendo Hanna, todo lo que me pongo me queda bien, le beneficia su altura, su cuerpo esbelto y es además, muy hermosa.
Tomo del armario un vestido plateado, de tela brillante, tiene un escote frontal profundo que deja ver el nacimiento de mis pechos, se ciñe perfectamente a mi cuerpo, pero sin llegar a ser vulgar, dejo mi cabello suelto y le hago un par de ondas, para que le dé ese aire de sensualidad, que me encanta, aplico un maquillaje ahumado, que resalte mis ojos, eso lo aprendí a hacer siendo Sam, mis labios van de un color mas natural y listo, estoy perfecta.
Hanna es de ese tipo de mujer, que es hermosa por naturaleza y no me mal entiendan, no es que como Sam, no fuera bella, pero Hanna es de ese tipo de mujer, que donde llega atrae miradas, es sensual, elegante y sexy. Tal vez una chica de veintitrés años, no tiene conciencia de todo ese potencial, pero una mujer con una edad mental de treinta años, conoce todas esas ventajas y las usa a su favor.
Bajo las escaleras, encontrándome con Walter y con Juana, al pie del último peldaño.
—Está muy linda, mi niña. Dice, Juana.
—Gracias, respondo mientras sonrío.
—Vamos señorita, dice Walter colocando su brazo, para que me sujete de él.
Veinte minutos después, estoy llegando a la dirección que me envió Tania, hace unos minutos por chat.
Es un bar discoteca, al menos tiene buena pinta, bajo del auto, una vez Walter abre la puerta.
—Recógeme a la una de la mañana, por favor Walter.
—Como ordene, señorita. Responde Walter.
Llego al lugar y el guardia de seguridad, me deja entrar sin ningún problema, cuando me paro frente a él, con una sonrisa coqueta y una mirada seductora, a pesar de no haber hecho la enorme fila, ven lo que digo, no solo es ser bella, es cómo saber usarlo a tu favor y en eso me estoy volviendo experta.
Tomo mi celular y le escribo a Tania, para saber en que parte del mugar puedo encontrarla, pero no recibo respuesta, porque mi amiga, está esperándome junto al bar, para guiarme a la mesa, donde se encuentra.
—Wao Hanna, te ves espectacular. Dice mi amiga al verme.
—Gracias, querida. Tú también estas regia.
—Acompáñame nena, voy a presentarte a mi novio y a su amigo, dice Tania animada.
—¡¿Amigo?!— Planeaste una cita doble, Tania. Pregunto con algo de molestia en mi voz.
—Sí, pero no, amiga.
—No te hagas la tonta, Tania.
—No es una cita doble, solo es una cita de dos novios y dos desconocidos, que se van a conocer esta noche, contesta mi amiga nerviosa, ya sabe que soy radical, con estos temas.
—Por favor, Hanna. Dice mi amiga, mirándome con esos ojitos de gato, mangongo. Que me hacen acceder a lo que pide.
Tania, toma mi mano y me jala detrás de ella, a través del concurrido lugar.
Llegamos hasta una mesa, donde hay dos hombres de espalda a nosotras.
—Dan, cariño. Te presento a mi amiga Hanna, como si estuvieran sincronizados, los tipos se voltean hacía nosotras.
—Muchos gusto, soy Dan Wilson. Dice un chico rubio de ojos marrones, mientras extiende su mano hacía mí, para saludarme y él es mi amigo, Mario Vargas.
Mi mirada se fija en el hombre con cabello castaño y ojos verdes, que me mira con una sonrisa coqueta, dibujada en sus labios.
—Buenas noches, doctora Marshall, dice Mario mientras me repara de arriba abajo, de forma descarada.
—¿Se conocen? — Pregunta el novio de mi amiga.
—Sí, responde Mario. Conocí a la doctora Marshall, en el hospital donde nació mi hijo.
—¡¿Eres casado?!— Pregunta Tanis, con algo de indignación en su voz.
—No, no soy casado, dice Mario desviando la mirada, por unos segundos hacía mi amiga, para luego volverla a mí— Tengo un hijo, pero no estoy casado. Contesta Mario, mientras me mira fijamente.
—Ahh — responde Tania, todavía algo confundida.
—Toma asiento, Hanna. Dice Tania, llamando mi atención. Decir que no me he quedado de una pieza, al encontrar a Mario aquí, sería mentir, además el muy condenado luce jodidamente sexy y varonil con esos vaqueros azules y esa chaqueta de cuero negra, que se ciñe perfectamente a sus fuertes brazos.
Bájale, bájale Sam, no olvides que aunque este más bueno que el pan, sigue siendo un infelíz, adultero y traidor de primera categoria.