—Niña Hanna, este es mi amigo el detective del que le hablé—Dice Walter, entrando al despacho que era de mi padre, bueno del padre de Hanna, pero que ahora uso yo.
—Gracias Walter, pase adelante caballero— Digo en tono cortés.
—Gracias— Dice el hombre mayor, mientras ingresa al despacho y Walter se retira—¿En qué le puedo servir, señorita Marshal?—Mi nombre es, Joseph Duncan y estoy a sus órdenes.
—Necesito de sus servicios señor Duncan, quiero saber todo, absolutamente todo, lo concerniente la vida de Sasha López, abro la gaveta y saco una hoja, con una foto y sus datos personales, que sustraje de su expediente médico y se la extiendo al hombre.
—¿Para cuando quiere, la información? — Pregunta el hombre.
—Para ayer— respondo seria.
—La premura, aumentará el costo— Dice el hombre, mirándome.
—Como verá, eso no es un problema para mí— respondo sonriente, mientras levanto las manos señalando a mi alrededor— Hay un hecho que necesito, que no deje por fuera de esa investigación, y es lo ocurrido el día cinco de mayo del año, pasado. Ese día la señora Sasha viajo a San Francisco, en compañia de su jefe Mario Vargas, a un simposio de arquitectura, quiero detalles, fotos, entrevistas, etc.
—Bien, para pasado mañana en la noche, intentaré tenerle la información— Dice el hombre.
—Perfecto— Respondo, sonriente— Pero no lo intente, logrelo, tomo la chequera que tengo frente a mi y la abro para llenar uno de los cheques con una muy atractiva cifra y lo extiendo hacía él— Recibirá otro igual, si su trabajo, llena mis expectativas— Digo seria.
Al ver la cifra, al tipo casi se le salen los ojos de las cuencas, casi inmediatamente sale del despacho, mientras ya empiezo a sentirme algo ansiosa, por el informe de esa investigación.
Necesito saber la verdad, mi sexto sentido me dice que aquí hay algo muy turbio y si es lo que me sospecho, a Sasha le hará falta vida, para pagármela.
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La niña bonita y yo, hicimos una tregua. Es realmente una chica muy hermosa, tendría que ser ciego, para no darme cuenta de eso. Lo que más llama mi atención, son sus hermosos ojos azules, creo que me gustan, porque me recuerdan mucho a los de Sam, mi Sam.
Si bien es cierto, Hanna me atrajo como mujer, desde el primer momento en que la ví, también es cierto que sigo amando a Sam y que no estoy listo, para dejarla ir, Sam era mi mundo, mi vida entera, mi norte. Hasta siento que le soy infiel, cuando estoy cerca de Hanna y se despiertan en mi, esas sensaciones que solo Sam, sabía provocar. Además Hanna, es algo menor que yo, tal vez mi fascinación por ella, sea solo por su mirada azulada, que me hace añorar la de Sam.
Vengo llegando al hospital, me decidí a hablar con el neonatologo, sobre el examen de ADN, para el bebé, necesito saber si tomar la muestra, para realizarlo, representa para él, algún peligro y también, quiero tener claro de si necesito la autorización o no de Sasha, con todo el drama que montó, no me la va aponer fácil, desde que salió del hospital, no he ido a verla, ni la he llamado, mi interés por el bebé, no por ella, sobretodo porque tiene la estúpida idea, de que ella y yo podemos formar, una familia, para darle un hogar a nuestro hijo. A veces pienso que se le zafo un tornillo o varios.
Entro por lo pasillos y me embarga una especie de emoción, al pensar que puedo encontrarme a Hanna. Dirijo mis pasos hacía, el ala de pediatría, donde sé que puedo ubicar a la Dra Cooper. Llego a una estación de enfermería y pregunto, por ella. En tono amable la enfermera, me pide que la espere sentado, en la salita de espera, mientras la ubican.
Me distraigo un poco en el teléfono, cuando de repente, escucho una conversación que me interesa.
—¿Cómo vas con Hanna? — Le pregunta, un médico a el tipo, que he visto con Hanna, si no me equivoco, Carlos es su nombre.
—No tan bien, como yo quisiera— Responde el tipo, con algo de molestia.
—¿Y eso por qué, Carlos? — Pregunta el otro.
—Hanna, no quiere dar el siguiente paso— Responde Carlos, incómodo.
—¿Y tú si? —Pregunta el amigo.
—Por supuesto, Hanna es una mujer hermosa, inteligente y además millonaria, en pocas palabras es un buen partido— Responde Carlos.
—Te faltó decir, que la amas— Dice el otro tipo, de forma jocoza.
—No la amo, pero me gusta y mucho, nos complementamos bien, ya sabes a que me refiero— Contesta en tono pícaro.
—Pues ojalá se te haga, hermano—Esa mujer es un partidazo y además, esta de muy bien ver, es una de la mejores internas y es brillante, pero ten cuidado es del tipo de mujeres, que si te descuidas, pueden opacarte— Dice el otro médico.
—Tranquilo amigo, que a mi nadie me opaca y menos una mujer, ellas cuando se casan con hombres como nosotros, se vuelven esposas decorativas, entre la casa, atendernos, los hijos y el trabajo, se vuelven un ocho y empiezan a decrecer, además su espíritu de sacrificio, las hace hacerse a un lado, para que nosotros seamos quienes brillemos— Dice el tal Carlos, son una sonrisa sardónica.
—Pues vaya, eso suena a que tu ganarás una esposa y el gremio, perderá una gran profesional, eso es una verdadera lástima— Dice el amigo de Carlos.
—Pues, a alguien debe tocarle— Termina diciendo Carlos.
Su actitud me molesta, porque deja claro que su interés en Hanna, no es genuino, sino que busca obtener un provecho. Tal vez debiera contarle, pero si bien es cierto que ya hicimos una tregua, tampoco es que seamos los mejores amigos.
Aunque a decir verdad, separarla de ese idiota, me daría una gran alegría. Pero la experiencia me indica que con Hanna Marshall, es necesario ser prudente, muy prudente.