—Doctora Stone— ¿Me mando a llamar? — Digo, entrando a su consultorio.
—Si Hanna, el padre de uno de nuestros pacientes, quiere hablar conmigo y me interesa que estés presente— Dice la doctora Stone. Yo solo asiento y tomo lugar en una silla, ubicada en una esquina, en lo que esperamos que la persona llegue.
Unos minutos después, alguien da unos ligeros toques a la puerta y la doctora Stone, le informa que puede entrar.
—Buenos días— Escucho decir a una voz grave y varonil, que hace que mi cuerpo se erice, por completo. Levanto la mirada, para encontrarme con Mario, vestido de una manera un poco más formal, que en la noche de la disco, trae puesto un juego de saco gris, que obvio que le queda perfecto, una camisa blanca y una corbata de color azul marino.
—Buen día, señor Vargas— Responde la doctora, mientras yo solo logro asentir, mientras su mirada se posa sobre mí y luego me regala una sonrisa, que hace que el corazón se me desboque, desde que acaricio la posibilidad de que Mario, no me haya engañado con Sasha, lo veo de otra manera, es decir ya no con odio, sino como el hombre que tanto amé, siendo Sam.
—Buen día, Doctora Marshall— Dice en tono, serio, pero guiñándome un ojo—¡Ay no!, creo que mi corazón acaba, de saltarse un latido, era más fácil, cuando lo odiaba.
—¿En qué podemos, ayudarlo? — Dice la doctora Stone.
—Quería consultar alho con el neonatologo, de mi hijo, pero estoy seguro que ustedes pueden orientarme también— Dice Mario, desabotonando su elegante traje, antes de tomar asiento.
—Por favor, coméntenos— Dice la doctora.
—Tengo serias dudas, sobre la paternidad de mi hijo, por motivos que no prefiero mencionar— lo que deseo consultar, es ¿Podría poner la vida o la salud del bebé en riesgo, si solicito hacerle una prueba de ADN?—Agrega, Mario casi atropellando las palabras.
La doctora Stone, lo mira con algo de extrañeza, antes de meditar, unos minutos, para entonces contestar.
—La prueba de Adn, no representa ningún riesgo para el bebé, señor Vargas. Podemos tomar la muestra y procesarla e el laboratorio del hospital, lo único es que la madre debe estar enterada y firmar la autorización, termina diciendo la doctora Stone.
—Debo entender entonces, que si la madre no firma la autorización, ¿no puedo hacer la prueba? — Pregunta Mario, en un tono de denota molesta.
—Es correcto, señor Vargas, así es— Responde la doctora Stone.
Mario suelta un suspiro, que indica su nivel de frustración, para luego ponerse de pie y proceder a despedirse.
—Gracias por la información, doctora—Hablaré con la madre de mi hijo y les informaré, una vez ella dé el el consentimiento, para realizar la prueba, muchas gracias— Dice Mario, mientras extiende su mano, para estrechar la de la doctora y despedirse.
Su cara luce algo desencajada y está, evidentemente molesto, hasta indignado diría yo. Sale del lugar a toda prisa y ni siquiera, se despide de mí, cosa que por alguna razón, hace sentir verdaderamente incómoda.
Es obvio, que si las sospechas de Mario, son bien fundadas, Sasha no autorizará la prueba y eso complica el panorama para Mario.
Intento alcanzarlo luego de que sale apresuradamente del consultorio, de la doctora Stone, pero mis pequeños pasos, no se comparan a sus largas zancadas.
—¡Mario! — Digo algo agitada, por el esfuerzo físico. Él se detiene de golpe y solo así, logro alcanzarlo.
—Perdona, Hanna. Es solo que, pensé que todo podría ser más fácil y me siento, algo mal por eso— Dice, mientras pasa una mano por su rostro, en señal de frustración. Necesito saber, si ese niño es o no mi hijo, no puedo vivir con esa duda, si lo es, seguiré amándolo como hasta ahora, pero si no, se le caerá el teatro a Sasha y al menos estaré tranquilo al saber, que no traicioné a Sam.
—Lo entiendo, pero debes calmarte, tal vez yo pueda ayudarte— Digo, mirándolo.
—Esto no es tan sencillo Hanna, si mis sospechas, tienen la más miníma posibilidad de ser ciertas, Sasha no me va a permitir hacer esa prueba— Espeta molesto.
—Tal vez podamos, obtener esa muestra sin su consentimiento— Respondo seria.
—Ni lo pienses niña bonita, no voy a pernitir que por ayudarme, vayas que poner en riesgo, tu licencia de médico, así que cualquier loca idea que tengas en esa cabecita, deséchala— Dice serio.
—¿Cómo me llamaste? — Pregunto sorprendida.
—¡Niña bonita! — Dice, mientras se acerca a mi y arregla un poco algunos mechones de mi cabello, que deben haberse desordenado, al intentar alcanzarlo. En el cuerpo de Hanna, soy bastante alta, pero aún así, Mario supera mi estatura, su olor a hombre me embriaga y su cercanía, hace que mis hormonas bailen la danza del vientre, mis manos empiezan a sudar y mi boca se seca.
El roce de su mano con mi rostro, eriza mi piel. Sus ojos de repente se posan en mis labios y luego siento, su dedo pulgar delinearlos de una manera, que me parece jodidamente sensual.
—Ciertamente, eres una niña bonita, Hanna— Dice muy cerca de mi, tanto que su aliento con olor a menta, golpea en mi cara.
—¿Interrumpo? — Escucho decir a una voz conocida, a mis espaldas, lo que provoca que Mario y yo, nos separemos inmediatamente.