De Vuelta

Capítulo 26

—¡Gracias!—Digo mirándola. 


—Te dije que te ayudaría—responde la niña bonita. 


—¿Tú lo trajiste? —Pregunto intrigado. 


—Lo busque y le di la información que necesitaba, lo demás lo hizo él—Responde. 


—Me siento extraño, por un lado aliviado al saber que no le falle a Sam, pero por el otro lado algo triste, porque el bebé, no es mi hijo. Sé que suena extraño, pero así lo siento, Hanna. 


—Tranquilo, puedo entenderlo—Responde, mientras se acerca a mi y me abraza—Ve a casa, descansa, llámame si necesitas algo—Somos amigos, recuérdalo—Dice regalándome una hermosa sonrisa. 


No puedo negar cuanto me abruma su cercanía y me encanta su olor, pero en mi cabeza y en mi corazón, todo está patas arriba y Hanna  se merece mucho más que eso. 


—Lo sé, digo dándole un casto beso en la frente—Gracias de nuevo, digo antes de despedirme.  


Nuevamente siento como esa sensación de pérdida invade mi vida, la misma sensación que experimenté, cuando Sam murió. No tener nada o mejor dicho a nadie, experimentar la soledad de primera mano, dándome cuenta de que si hoy muriera, nadie me extrañaría.  


Camino por los pasillos del hospital, rumbo a la salida, tomo mi auto y manejo sin rumbo fijo, no se a donde ir, tampoco sé  que hacer, es cómo si de repente esa ancla, que me ayudaba a permanecer en un lugar fijo, hubiese desaparecido y yo en este momento, solo fuese un barco a la deriva.  


Tomo mi celular y le marco a Dani. 


—¿Puedo verte? —Le pregunto, una vez contesta. 
—Estoy en Tania, pasa algo—Dice intrigado. 


—No, tranquilo; no pasa nada—Respondo y sin decir más cierro la llamada.  


Me dirijo hacia mi apartamento y me dispongo a beber, con la intención de que la sensación de soledad desaparezca, no se si pase, pero lo intentaré.  


Tomo la botella de Wiskhy y bebo de ella, sin parar.  


¿Por qué me dejaste, Sam?. Todo sería diferente, si tú estuvieras aquí, no me sentiría solo, vacío, roto. No debiste irte, no debiste dejarme, no debiste Sam, yo te amaba, aún te amo, te necesito. ¿Ya no tengo nada? —No me queda nada, ya no soy nada sin tí. 


Paso el resto de la tarde, bebiendo como un alcohólico y llorando, como lo hace un niño, que se siente solo, sumido en este dolor, que me hace sentir miserable. 
                              

                                ❤❤❤❤❤❤ 


Termine mi turno, tal como se autorizó, se le dio la salida al bebé de Sasha. Afortunadamente, no me correspondió a mi, atenderla.  


Pablo estuvo en el hospital, hasta que el bebé, fue dado de alta,  a pesar de que no le permitió acercarse, él estaba feliz, de poder ver aunque sea de lejos a su hijo.  


—Gracias, señorita Marshall—Me dice Pablo

 acercándose a mi.  


—De nada—respondo. 


Me da la mano y me guiña un ojo. 


—Luche por ese amor, no permita que la maldad y la ambición de una mala mujer, lo destruya—Dice serio. 


—¿De qué habla?—Pregunto intrigada.  


—Usted lo ama, no permita que esa mujer, los separe—No deje que la maldad gane—Agrega Pablo. 


—Yo lo amo, pero él a mi no—Respondo. 


—Yo no estaría, tan segura—él la mira, de una forma especial—Dice Pablo. 


—No lo creo, él ama aún a su esposa muerta. 
—Tal vez necesita, que usted le ayude a darse cuenta, de que ya hay otra adueñándose de ese lugar—Pablo me da un beso en la mejilla y se despide. Justo cuando giro, para regresar a los cuneros, me encuentro con la mirada asesina de Sasha, sobre mí—Trae a su hijo en brazos, pero pese a ello, su actitud es intimidante. 


—Fuiste tú maldita—Tú lo planeaste todo, tú trajiste a Pablo aquí—Espeta furiosa. 


—Así es—Respondo con suficiencia—Se te cayó el teatrito—Digo en tono de burla. 


—Si es cierto y todo gracias a ti, pero si yo fuera tú, tendría mucho cuidado, porque ni sueñes, con que esto se va a quedar así, te la voy a cobrar y voy a disfrutarlo, mocosa metiche—Espeta furiosa. 


—Pues no te tengo miedo—Respondo. 


—Ummm, pues debieras; si ya quite de mi camino, sin mucho esfuerzo a una esposa, nada me costaría, quitar a una aspirante a amante, porque eso es lo que serás, la amante de un hombre que ama a una muerta—¿Pensaste que no me daría cuenta, de cómo lo miras?—No querida, perra identifica perra y a ti, te identifiqué desde hace mucho, solo que cometí el error de subestimarte, pero está bien asumo mi error—Por lo que ahora, tocará ajustar cuentas, contigo. 


—Cuando quieras—Digo en tono desafiante. 


—Así es, tal cuál querida—Será, cuando, donde y cómo yo quiera—Responde. 


Pasa a mi lado, con su hijo en brazos y me mira, con desdén, pero también con odio, mucho odio. 
La veo salir del lugar e intento, recomponerme después de su abierta amenaza.  


Tal vez deba contarle a Mario. 


Salgo del hospital y le pido a Walter, que me lleve a su departamento, intenté llamarlo, pero no logré ubicarlo, a pesar de que insistí, varias veces. 


Bajo en su edificio y le digo a Walter, que se retire, ya que veo el auto de Mario, en el estacionamiento, así que le pediré, que me lleve a casa luego. 


Subo al elevador y marco el piso, del penth House, un par de minutos después, estoy allí. Toco el timbre, pero nadie responde, por lo que decido marcar la clave de seguridad, que resulto seguir siendo la misma, nuestra fecha de boda.  


Me adentro al departamento, que permanece igual a cómo lo dejé, unas botellas de Wiskhy vacías, llaman mi atención, me encamino hacía la habitación y allí lo encuentro, ebrio y tirado sobre la cama. 


¿Cómo nos pasó esto? ¿Cómo pudo, la maldad de una mujer, destruirnos? 


Le quito los zapatos y desabotono su camisa, suelto la correa y empiezo a desvestirlo, al menos para que pueda dormir más cómodo. 




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