Abro los ojos y siento un punzaso en mi cabeza, que me recuerda que me pasé de tragos.
Estoy sobre la cama, desnudo, cosa que no tengo idea de en que momento ocurrió, de repente vienen a mi mente los recuerdos de una noche de amor, con mi reina, con Sam. Debe haber sido un sueño, pero son tan vívidos los recuerdos que aún puedo percibir su olor. Me levanto y camino hacia el baño, sintiendo que la cabeza, me va a estallar.
Tomo una ducha y me arreglo, para ir al trabajo, necesito un café, bien cargado. A mi mente, siguen llegando escenas de ese sueño, que cada vez parece ser más real.
Reviso mi teléfono y me encuentro, con varias llamadas perdidas de Hanna. Ay mi niña bonita, todo sería más fácil si mi corazón, no le perteneciera aún a Sam.
Digito su número y encuentro su dulce voz, contestarme al otro lado.
—¡Hola!—Dice al responder la llamada.
—Hola, Hanna.
—¿Cómo amaneces? —Pegunta ella.
—Bien, con algo de resaca pero bien, creo se me paso la mano con el alcohol—Respondo—Hasta un sueño raro tuve, me imagino que por la borrachera.
—¿Sueño raro?—Pregunta intrigada.
—Si, con Sam—Tuve un sueño raro con Sam.
—¿Podrías explicarme—Dice ella.
—No, no es buena idea, Hanna—¿Para qué me llamabas ayer?—Digo para evadir su pregunta.
—Quería contarte que, Sasha me amenazó—Se enteró, que fui yo quien contactó a su ex y lo guió hasta el hospital y parece que le disgustó—Responde.
—Lo siento, no debí involucrarte en esto—Digo apenado.
—Yo me involucré solita—Mario—Además, no le tengo miedo a la inadaptada de Sasha.
—Te pondré seguridad, Hanna.
—No es necesario, yo me encargaré de eso, de hecho ya lo hice, Mario—Solo quería, ponerte al tanto.
—Esta bien, pero por favor mantenme al tanto, no me perdonaría, si esa loca te hace algo, Hanna.
—Prometo que me cuidaré— responde ella, justo antes de cerrar la llamada.
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No recuerda nada de lo de anoche o al menos, no me recuerda a mí, en todo lo de anoche, seguramente piensa que fue un sueño, con Sam, con su amada Sam.
Sin poder evitarlo, las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas. ¿Qué ironías tiene la vida?—Me da una segunda oportunidad de vida, pero tampoco me permite en esta, poder estar con el hombre que amo, porque sigue amando a la mujer que fui, antes de morir.
Como cada mañana, le pido a Walter que me lleve al trabajo. Con Carlos me he topado un par de veces en el trabajo, lo que es inevitable, ya que somos compañeros. Pero no se me ha vuelto a acercar, cosa que agradezco.
Los días han pasado y aunque, Mario ha intentado buscarme y me ha llamado, he preferido evitarlo, me avergüenza mirarlo a la cara, después de lo que hice, aunque a decir verdad, no me arrepiento de nada, volvería a hacerlo si tuviera la oportunidad.
Esta semana, acepté hacer unos turnos nocturnos. Hoy salí un poco antes así que solo espero que Walter venga por mi. De la loca de Sasha no he sabido nada, por lo que presumo que sus amenazas, se quedaron solo en eso.
Igual tengo dos guardaespaldas, que se mantienen a la distancia, pero que están allí. Nunca están dentro del hospital, pero para salir y entrar, me han fijado una ruta, que bajo ninguna circunstancia puedo cambiar.
Paso al vestidor, me cambio el uniforme y me cambio, para luego salir por la parte trasera del hospital, a un estacionamiento privado, donde me esperan Walter y mis guarda espaldas.
Cuando me dispongo a bajar el último escalón, siento una mano que me sujeta y me impide avanzar, volteo a mirar y es ella, es Sasha quién me tiene sujeta por el brazo.
—¿A dónde vas, idiota? —Espeta con enojo.
—¡Suéltame!—Digo, intentando zafarme.
—Ni lo sueñes—Dice mientras pone un arma, en mi costado—Camina, dice casi en mi oído.
El temor se apodera de mi, por lo que accedo a lo que pide, por el área de la planta baja, me lleva junto a ella, a la salida principal de hospital, el arma con la que me apunta, va oculta, con su bolso. Caminamos, un par de minutos, hasta que llegamos a su auto.
—Sube—Dice con la rabia, reflejada en sus ojos. Me niego a hacerlo.
—¿Qué pretendes?—Digo nerviosa.
—Matarte—Responde.
—¿Nuevamente? —Wao, me matarías por segunda vez.
—¿De qué hablas, estúpida? —Dice mirándome con desconcierto.
—Po tu culpa, morí cuando era Sam, te escuché cuando le dijiste a Mario que tendrías un hijo suyo y mi débil corazón no lo resistió, pero ahora sé que morí por una mentira—Digo mirándola.
—Jajaja, estás loca jajaja—Preyendes hacerme creer que tú eres Sam, reencarnada, jajaja, estás loca y de atar.
—Sé que lo drogaste, que te aprovechaste, cuando me enfermé y no pude ir al congreso de arquitectura, y te pedí, que lo acompañaras, sé lo que hiciste y cómo lo hiciste, cómo planeaste todo, para que Mario me dejara.
Llegué justo en el momento, donde le decías que estabas embarazada y mi débil corazón no lo soportó ye desplome frente a ustedes, justo venía de una cita con mi cardiólogo esa mañana.
Mis palabras, logran hacerla retroceder, una expresión de incredulidad, se apodera de su rostro.
—¿Te gustaron, las rosas negras que te envié? —Le pregunto.
La mano es la que sostiene el arma, comienza a temblar y su rostro palidece. Me mira, con desconcierto y su mirada, refleja temor.
—No, tu no puede ser Sam—Ella, está muerta.
—Recuerdas, que yo misma te pedí, que acompañaras a mi esposo a ese viaje, te lo pedí, por favor, te dí la documentación y los planos, que debía exponer, los planos del nuevo hotel de playa para Cancún, “La perla escondida” se llamaba—¿Lo recuerdas, Sasha?.