El frío de diciembre los tiene soplando las nubes de aire. Todo huele a nieve...
Con sus respectivas tazas, Emilia y David están sentados en el banco del parque de su barrio. Ella vestida en parka hasta la cadera, en las manos tiene los guantes con los dedos afuera, bufanda en el cuello y un gorro con pompón caído. Él en parka larga con capucha de pelo y bufanda.
-Hasta ahora la Navidad no era necesaria, eran demasiado pequeños para recordar - expresa con pesadez.
-¿Y qué cambio ahora?
-Tienen memoria, amigos... Y todos ellos hablan de la Navidad, de los juguetes, de lo que pedirán al Papá Noel.
-Es normal, me recuerdo de mis deseos - dice con la mirada perdida y sonrisa en la cara.
-Lo sé, lo sé - dice apretando los ojos con la palma. - Yo también los tuve y sabes cuanto ella adoraba la Navidad, por eso no tuve la valentía de hacerlo.
-La Navidad era lo último de tus preocupaciones. No tienes por qué sentirte mal - le dice, depositando su mano sobre el muslo de él en señal de confort.
-No puedo no, sentí que los defraude cuando me preguntaron por eso.
-Bueno, puedes hacerlo este año... Llenarlos de recuerdos y de alegrías que nosotros tuvimos, ha pasado el tiempo suficiente para que nadie te lo pueda recriminar, además con dos niños pequeños quien se atrevería.
-No es solo eso. Tengo el trabajo atrasado, me es imposible tomar el permiso.
Con las manos entre los muslos y la cabeza agachada, después de un rato en silencio con la voz insegura, ella ofrece:
-Si quieres yo te puedo ayudar - levanta la cabeza para mirarlo. Al ver su sorpresa agrega - nada más si quieres.
-¿Cómo, a qué te refieres?
-Con la Navidad...
-Emilia, no sé treta solamente de la Navidad, yo no tengo con quien dejarlos - explica. - Las guarderías están cerradas por Navidad, los míos están ocupados con sus cosas y yo trabajo.
-¿Qué pasa con la familia de Martina? Nunca los mencionas.
-Porque no los hay, o se fueron, o no les interesan, o son demasiado dolidos. Levantando los ojos al cielo, dice: -Bonita forma de curarse las heridas.
-¿Entiendes ahora de que te hablo? No se trata únicamente de la Navidad y de lo que presenta. Desde mañana no sé qué haré, debo ir al trabajo y ellos no tienen a donde ir.
A pesar de que no era lo que se esperaba, Emilia abre los ojos después de tenerlos encerrados por un tiempo para decir:
-Yo me quedo con ellos - lo dijo tan rápido como si no lo hiciera cambiaria de opinión.
-Pero, pero - tartamudea por haberse quedado sin palabras. - Tú nunca has cuidado de niños, además, tu departamento está al otro lado de la ciudad.
-Lo sé, soy consiente de todo. Mira, por el momento, debo escribir un artículo que no requiere de un lugar preciso. Puedo venirme aquí hasta que te sea necesario y los cuido, arreglamos todo para la navidad y yo me regreso a mi casa.
-¿Harías eso por mí? - sorprendido, pregunta. - ¿Y tus planes?
-¿Qué planes? Sabes que nunca los tengo. Mi trabajo es mi vida, los mío como sea estarán fuera de la ciudad visitando la familia y yo por trabajo siempre me quedo.
-¿Te quedarías en mi casa?
-Si lo quieres - dice, dejándole de opción. - De todos modos tengo las llaves de la de los míos, me las dejaron cuando se fueron.
-Me facilitaría las cosas.
-Te digo, como tú quieres. Yo me adapto - dice, levantando la mano en seño de que todas las decisiones son de él.
Bajando la cabeza y apretando los labios, Emilia se lo piensa.
-Va, acepto - dice entusiasta, imaginando que podría estar divertido, a pesar de no ver otra opción.