¿Vivo o Muerto?
El Intermedio entre Revivir y Una Ilusión
Capitulo Único
El día era aburrido, y el sol incandescente que hacía no ayudaba para nada a mejorar su estado de ánimo. Y no que Theo estuviera malhumorado, estaba simplemente hastiado; lo cual si le provocaba cierto enojo. Pero no tenía tiempo, ni ganas, de intentar ser congruente consigo mismo. Se suponía que debía estar concentrado en la hoja del examen sobre su mesa, pero lo había acabado hacia más de veinte minutos así que solo se dedicaba a mirar por la ventana a ese soleado y caluroso día de verano. Unos asientos atrás, su mejor amiga, Selene, se devanaba los sesos intentando resolver a Pitágoras y pensando -¡¿Qué clase de ególatra narcisista le pone su nombre a un teorema de matemáticas?! Es como declararse el enemigo público número uno-. Y hablando de presumidos, se tomo un pequeño tiempo fuera para mirar hacia adelante:
-Bastardo-Pensó. Tal como esperaba: Theo estaba mirando hacia afuera con la cabeza apoyada en su mano; su típica postura cuando estaba aburrido. ¿Cómo era posible que hubiera terminado tan rápido? Ella ni siquiera había hecho la mitad. Y, mientras se concentraba en lanzarle dagas con los ojos al castaño, la maestra anuncio la última media hora que les quedaba para terminar su prueba.
-Ahh, que puto calor...-Media hora después Theo y Selene iban caminando por la acera de la calle, el primero bostezando descaradamente a causa del sopor que le provocaba el incandescente sol.
-No me digas que anoche te quedaste sin dormir otra vez-Pregunto retorica la fémina a su lado-Que no es sano; deberías venir a mi practica de judo.
-Aun me duele el cuerpo de la última vez-Comento el chico con reproche en la voz; expresión a la que la chica respondió con una falsa sonrisa ingenua-Prefiero matar el tiempo viendo televisión.
-Oh vamos, aunque sea solo a observar...-Intento convencerle la rubia mientras esperaban a la luz verde-Te invito a un helado después de mi practica, ¿qué dices?
-Vale vale, lo pensare-Accedió con un gesto de la mano. Cuando se separaron para regresar a sus respectivas casas. Theo Alexander García se dirigió a la parada del autobús; diez minutos después estaba sentado con la frente contra el cristal y mirando al tráfico usual del medio día. Detestaba viajar en autobús; tener que escuchar las estupideces de colegiala enamorada del par de chiquillas que iban sentadas detrás de él, leyendo en vos alta los mensajes asquerosamente cursis del novio de alguna era solo una de las razones. Pero más detestaba caminar bajo todo ese maldito calor. Intento concentrarse en lo que veía a través de la ventana, pero era el mismo panorama de todos los días. Resultaba tedioso.
Su apartamento tampoco era una explosión de emoción. Contaba con una sala amplia, separada de la cocina por un mesón de mármol; un ventanal que dejaba entrar la luz y salir al balcón hacia la calle y al final de un corto pasillo estaba su habitación, la de invitados, ambas algo chicas, y el baño. Su decoración también era bastante minimalista, un sofá que apuntaba a la televisión, una mesa de centro con algunos libros y una tabla sujeta papeles con algunas hojas en blanco. Todo el lugar anunciaba un residente cuya mente prácticamente solo giraba en torno a comer, dormir y pasar aburrido los días.
Dejo su mochila sobre el sofá y fue a la cocina por algo frio para combatir ese maldito calor. Tomo el control del televisor y lo encendió en un canal musical poniendo el volumen al máximo, al menos así el silencio no le aplastaría. Mientras su comida se calentaba en el microondas podía escucharse el sonido de una regadera. Theo se quedo un momento con el rostro contra el agua, le gustaba aquel estremecimiento de desorientación que lo invadía cada vez que lo hacía; una sensación que resultaba extrañamente agradable.
Después de ducharse y de comerse las sobras recalentadas de su cena de la noche anterior, ya estaba listo para volver a salir. Por mucho que le doliera pensarlo prefería ir a ver la práctica de su mejor amiga a quedarse en casa y morirse de aburrimiento, de nuevo, pero esta vez definitivamente no se convertiría en el maniquí de práctica.
Aun no lograba comprender como era que una chica como Selene, rubia, alta de ojos claros y que tenía a más de un tonto en la escuela botando la baba por ella, insistía en practicar deportes tan irracionales. El judo era solo el más reciente en una lista donde precedían el taekwondo, boxeo, karate y natación, este ultimo figuraba como el más normal, con un “-Que me gusta verme bronceada-” anotado a un lado. Él, por otra parte, se limitaba a aprobar la clase de deportes con el mínimo requerido, agregando un “-Soy demasiado brillante como para perder mí tiempo persiguiendo un balón-”. Era exactamente el tipo de persona que detestaba, y evitaba por todos los medios, sudar.