La mansión Blodstone no había cambiado. Aún imponía con su arquitectura gótica, los techos altos y los pasillos eternos, pero algo era distinto: ahora parecía más fría… como si la muerte de los padres Blodstone, y ahora la de Nick, se hubiera filtrado en sus muros.
El equipo llegó uno a uno, arrastrando silencios y recuerdos que no estaban listos para enfrentar. Fue allí, años atrás, donde nació la Dead Patrol. Fue su refugio, su base, su hogar.
Pero para Allegra Blodstone, eso nunca fue del todo cierto.
Ella los esperaba de pie en el vestíbulo. No tenía el porte de una heredera ni la calidez de una anfitriona. Solo una tristeza contenida, ardiente como las brasas que aún vibraban bajo su piel. Aunque tenía poderes, nunca formó parte real del equipo. Y, sin embargo, aquí estaba, sosteniendo lo poco que quedaba de todo eso.
Sherry fue la primera en acercarse y abrazarla. No cruzaron palabras, pero el gesto dijo más que cualquier discurso.
—Gracias por venir —dijo Allegra finalmente, con voz firme.
—No es como si tuviéramos opción —dijo Milo, sin intención de herir, pero con su usual aspereza.
—Ya, para —intervino Maggie con un suspiro. Se paró junto a Río, quien mantenía la mirada baja, tenso.
Kara y Winn se quedaron a unos pasos detrás. Ambos habían estado en esta casa antes, en las últimas y decadentes misiones de la Dead Patrol. Había un aire de nostalgia contenida en ellos, pero también incomodidad.
La sala principal estaba llena de polvo, pero no solo de polvo físico: era polvo emocional, de historias sin resolver y vínculos rotos.
—Sé a pasado tiempo desde la última vez —dijo Sherry, tomando el centro de la conversación—. Pero ya que estamos aquí debemos averiguar que pasó. Nick no era alguien al que solo sepultas y ya. Era nuestro amigo.
—Y por eso mismo lo dejaremos así —respondió Río, con tono sereno pero firme.
—¿Entonces no haremos nada? —preguntó Sherry.
—Concuerdo con Río —dijo Maggie.
—Esto no es lo que éramos. Esto no es lo que él querría —insistió Sherry.
Un silencio incómodo se extendió. Y entonces, Winn habló:
—Yo sí quiero saber. Y si hay algo extraño detrás de su muerte, no pienso quedarme de brazos cruzados.
Sherry le lanzó una mirada agradecida.
—Yo también.
Río dio un paso atrás, como si no reconociera a los dos.
—No volveremos a ser un equipo —dijo en voz baja, más para sí que para los demás.
—Eso quedó claro hace mucho —murmuró Maggie, mirando alrededor.
Kara cruzó los brazos, nerviosa. No quería discutir. Pero tampoco estaba de acuerdo.
—No me malinterpreten —dijo finalmente—. Yo también lo quise. Pero convertir esto en una cruzada... no sé si ese es el camino.
El conflicto estaba servido.
De un lado, Río, Milo, Maggie y Kara, resistiéndose a convertir la muerte de Nick en una misión. Del otro, Sherry y Winn, decididos a ayudar a Allegra a descubrir la verdad, aunque eso significara ir en contra del resto.
El aire se volvió denso.
Allegra los observó, sintiéndose una extraña en su propia casa. Sentía el peso del apellido, de las expectativas, del dolor. Sabía que esto no terminaría bien.
—Solo digo que debemos intentarlo —dijo Sherry insistiendo.
—Nos quedaremos aquí unos días, y después de eso cada quien vuelve a lo suyo —le responde Río evitando la conversación.
—Al menos piénsenlo.
Todos se vieron con miradas frías y melancólicas, y entre todos acordaron que así lo harían.
Uno a uno, comenzaron a separarse, como si la grieta invisible entre ellos se hiciera real.
Sherry fue la última en irse a su habitación. Se detuvo en el pasillo donde alguna vez Nick le mostró el piano que ahora acumulaba polvo.
Y justo cuando se giró para irse, una palabra resonó en su mente, como si no la pensara ella, sino alguien más… alguien ausente.
“Tú.”
Un susurro. Un eco. Una advertencia.