El cielo de Westheart despertó con un gris tenue. La lluvia se había esfumado, pero el olor a tierra mojada aún flotaba en el aire, como un eco de la noche anterior.
Río estaba solo, en la vieja pista de entrenamiento tras la mansión Blodstone. A pesar del tiempo, aún quedaban marcas en el suelo, cicatrices de batallas pasadas: un árbol con una flecha clavada, una roca partida por la mitad, los aros metálicos que usaban para entrenar el equilibrio. Se quitó la camiseta y comenzó su rutina, lanzando cuchillos a un tronco ya desgastado. Cada golpe era certero. Cada lanzamiento, una distracción.
—¿Por que diablos estas despierto a esta hora? —dijo Milo desde la entrada, con los brazos cruzados y los ojos hinchados de cansancio.
—Dormí suficiente —respondió Río sin mirarlo—. Tú eres el que parece un zombie.
—Me gustan más los vampiro, gracias —Milo sonrió con sarcasmo.
Maggie apareció segundos después, atándose el cabello en una coleta alta.
—¿Siempre tienen que hacer esto? —preguntó, sin humor—. ¿Tensar el ambiente desde el primer minuto?
—Es nuestro idioma, ¿no? —replicó Río.
Maggie rodó los ojos, pero no pudo evitar una sonrisa. Se acercó al tronco y desclavó uno de los cuchillos, girándolo entre sus dedos.
—Sobre ayer… —comenzó Milo.
—No vamos a hablar de eso —interrumpió Río.
—Tenemos que. No somos los mismos de antes. Y tampoco podemos seguir pretendiendo que nada pasó —dijo Maggie, lanzando el cuchillo con fuerza. Dio justo en el centro del tronco.
—Yo no quiero hacer esto una misión —dijo Río después de un silencio incómodo—. Nick... ya no está. Y eso duele. Pero no voy a hundirme en el pasado.
—¿Y si no se trata de eso? —preguntó Milo—. ¿Y si solo se trata de estar para él, una última vez?
Río lo miró, por primera vez con menos dureza.
—Él fue el único que se quedó en Westheart. Todos nos fuimos, y él... no. ¿Por qué?
—Quizá porque no podía —susurró Maggie.
Nadie dijo nada por unos segundos. El viento movió suavemente los árboles. Era un silencio extraño. No de incomodidad. Uno de respeto.
—Saben que —dijo Río, encendiendo sus ojos con energía —Hay que entrenar, como en los viejos tiempos
—Me gusta esa idea —sonrió Maggie recordando los viejos tiempos.
—¿Te quedan fuerzas para una ronda, vampiro? —provocó Río con media sonrisa.
—¿A ti no te basta con perder siempre? —replicó Milo, mientras sus ojos adquirían un leve brillo azulado. La temperatura bajó ligeramente a su alrededor.
Maggie ya se alejaba del campo, pero giró sobre sus talones.
—Si ustedes dos se van a pelear como idiotas, mínimo déjenme apuntarles —dijo sacando su arco.
—Solo si prometes no herirme el ego —respondió Río, mientras desenvainaba dos cuchillos cubriendolos de energía.
La batalla empezó en segundos. Milo fue el primero en atacar, extendiendo su mano y congelando el suelo bajo Río, buscando que perdiera equilibrio. Río, sin embargo, saltó hacia una de las paredes de concreto, se impulsó y lanzó uno de sus cuchillos hacia Milo, quien lo desvió con una ráfaga de hielo que estalló en el aire como cristales danzantes.
Maggie se elevó en una plataforma de energía creada por su campo de fuerza, disparando una flecha directa al guante de Milo. Él se giró, congelando la flecha en pleno vuelo, pero no notó que Río ya estaba sobre él.
Una patada en el pecho lo mandó al suelo. Milo se incorporó, riendo.
—¿Eso fue todo?
—Estoy calentando.
Río giró sobre su propio eje, lanzando una lluvia de cuchillos que Maggie bloqueó con un escudo translúcido que apareció frente a ella como una burbuja. En respuesta, disparó una flecha explosiva que los obligó a retroceder.
—¿Ya se cansaron? —preguntó ella, aterrizando con gracia—. O voy por el resto y les damos una verdadera paliza.
—No está mal para unos viejos amigos —dijo Milo, resoplando—. Aunque Río sigue siendo igual de imprudente.
—Y tú igual de dramático —gruñó Río, limpiándose un poco de escarcha del hombro.
Los tres se quedaron ahí, jadeando levemente, con sonrisas que no tenían desde hacía años. Aunque la herida de Nick seguía presente, algo en ese entrenamiento —en esa pequeña batalla— les devolvió un fragmento de lo que alguna vez fueron.
Fue cuando a Río le entró una gran duda.
—¿Qué hacía Nick aqui todos estos años? —preguntó Río finalmente.
Milo y Maggie intercambiaron miradas.
—Buena pregunta —respondió Milo—. Y quizá es momento de averiguarlo.
—La verdad es de quien menos supimos durante todo este tiempo separados —dijo Maggie.
Los tres se vieron, en sus miradas reflejaban la incertidumbre que les generaba el no saber que fue de Nick, así que era hora de actuar