El eco de sus pasos resonaba por los túneles, húmedos y viejos como si el tiempo mismo los hubiera olvidado. Bajo la ciudad de Westheart, el aire se volvía más denso, más frío. Cada rincón parecía susurrar un idioma antiguo que nadie entendía.
—No me gusta esto —murmuró Milo, encendiendo una pequeña esfera de hielo en su palma para iluminar el camino—. Suena como si alguien nos siguiera.
—Nadie nos sigue —dijo Maggie, aunque su voz no sonó tan segura como pretendía. Con su arco en la espalda, avanzaba con cautela—. Pero sí siento que algo de escalofríos.
—Shh —Rio levantó la mano—. Escuchen.
Por un momento, el grupo se detuvo. El silencio era tan profundo que podían oír sus propios latidos. Entonces, un leve crujido. Un gemido de piedra… como si algo se hubiera movido.
—Debemos separarnos —ordenó Río, con voz firme—. Los túneles son demasiados y esto puede tardar más de lo que esperábamos. Nos volveremos a encontrar si seguimos el eco del metal —levantó una vieja barra oxidada y la arrojó al suelo con fuerza. El sonido viajó por los pasillos como una promesa.
—No estoy de acuerdo —gruñó Milo—. Pero sé que no te haré cambiar de opinión.
—No tengas miedo corazón —replicó Río.
—Vete a la mierda.
—Los veo luego —dijo Kara.
Se dividieron.
Río avanzó solo, sus manos erradiaban energía, atento. Maggie tomó una flecha y preparo su arco, tocando las paredes con ellos. Milo caminó entre vapores que salían del suelo. Kara con sus rayos chispeando en los dedos y así iluminando el camino.
El tiempo pareció desdibujarse. Cada camino distinto, pero todos llevaban a lo mismo.
Uno a uno, los túneles comenzaron a abrirse hacia una cavidad inmensa, una caverna oculta, rodeada de pilares cubiertos por símbolos que brillaban con un tenue resplandor rojo.
Y en el centro… lo vieron.
Un templo.
Antiguo, fracturado. Como si el tiempo lo hubiera intentado romper.
Las paredes estaban cubiertas de grietas rojas que pulsaban como venas abiertas. Fragmentos flotaban en el aire como si hubieran sido arrancados de su sitio y aún no decidieran si volver o desaparecer.
Maggie fue la primera en hablar, con la voz temblando por primera vez en mucho tiempo.
—Este lugar… que carajos es.
Río se adelantó, su silueta recortada por la luz púrpura.
—No lo sé… pero aquí estamos.
Desde lo alto del templo, algo se movió.
Una silueta… un guardián.
Pero no era humano y los observaba con furia.