Caminaron en silencio por el pasillo largo de la mansión Blodstone. Las paredes, con sus retratos antiguos y luces amarillas tenues, parecían observarlos. Allegra no decía nada, y Río tampoco intentaba romper el silencio. Solo se escuchaban sus pasos.
Llegaron a la sala de entrenamiento, vacía y algo dañada por los entrenamientos recientes. Allegra cerró la puerta tras ellos.
—¿Desde cuándo decidiste que puedes hablarme de esa manera? —preguntó Río, cruzándose de brazos.
Allegra se giró lentamente, sus ojos afilados como siempre.
—Desde que decidiste comportarte como un idiota —respondió con frialdad—. No soy una bruja, Río. Ni yo entiendo lo que está pasando.
—¿Y aún así me mandas llamar como si fuera culpa mía?
—No es tu culpa que esté vivo —dijo, caminando hacia él—. Pero sí es tu culpa que hayan terminado así. Que se hayan separado, el que yo nunca fuera parte de ustedes me importa un carajo. Pero que lo dejaran morir solo...es en parte tu culpa.
Río apretó la mandíbula, conteniéndose.
—¡No me hables de culpas como si tú hubieras estado allí! ¡Todos nos alejamos!
—Yo al menos no me huí de aquí —disparó Allegra—. Tú huiste. Jugaste a ser el líder sin asumir la responsabilidad. ¿Y ahora qué? ¿Crees que un abrazo lo arregla todo?
Río dio un paso hacia ella, molesto.
—¡¿Y tú qué hiciste, Allegra?! ¿Llorar por que nunca te sentiste parte y luego actuar como si nada? A diferencia de nosotros el si era tu hermano, y eso nunca te importo hasta ahora.
Ambos se quedaron frente a frente, respirando agitadamente. El silencio volvió, cargado de todo lo que nunca se dijeron.
Allegra bajó la mirada por un segundo. Sus ojos se suavizaron apenas.
—Yo… lo vi muerto, Río. Vi su cuerpo. Toqué su sangre. Y ahora está ahí… riendo como si nada. ¿Cómo se supone que se vive con eso?
Río no supo qué responder. Solo suspiró, cansado. Caminó hacia la ventana y se apoyó en el marco.
—No lo sé —dijo en voz baja—. Pero no quiero perderlo otra vez.
Allegra lo observó desde la distancia.
—Entonces más vale que esta vez no lo arruines.
Río giró ligeramente la cabeza.
—No pienso hacerlo. Al contrario, pienso averiguar por que esta de vuelta y mantenerlo así.
Allegra asintió una sola vez. Luego se giró y se fue sin decir más.
Río se quedó solo, mirando la oscuridad afuera. El viento golpeaba las ramas de los árboles, y por un momento pensó que tal vez… era verdad. Tal vez aún había tiempo para remediar las cosas.