La lluvia había cesado, pero el asfalto seguía reflejando las luces de la ciudad. Jeremiah Warlock, el oficial de policía y amigo cercano de la Dead Patrol, recorría las calles de Westheart con el ceño fruncido, el peso de la noche sobre sus hombros. Había sido una semana difícil, y todavía recordaba la última vez que había compartido hamburguesas con ellos, intentando aliviar tensiones y ponerse al corriente.
La radio del patrullero estaba en silencio, pero de pronto un grito desgarrador rompió la calma.
Jeremiah frenó el coche de inmediato y bajó, empapado por la humedad, sin pensarlo dos veces.
—Unidad 27, aquí Warlock —habló al radio—. Reporto disturbio auditivo, callejón entre Elm y Harbor. Voy a investigar.
La calle era oscura y solitaria, con la sensación de que el peligro se escondía en cada sombra. El grito se repitió, débil, y Jeremiah siguió el sonido hasta un estrecho callejón.
Ahí, en el suelo, yacía el cuerpo sin vida de una mujer, la garganta cortada con una precisión terrible. A su lado, un símbolo macabro dibujado con sangre —un ojo rodeado de fractales, idéntico al que ya había visto en la investigación de Nick Blodstone.
Jeremiah tragó saliva y levantó la vista.
Una figura oscura se materializó entre las sombras, sin forma definida, sin rostro, pero con una presencia que helaba la sangre.
Intentó sacar su arma, pero antes de apuntar, una fuerza invisible lo lanzó contra la pared. El bastón de mando de su mano cayó al suelo.
Una voz reverberó, como un eco desde otra dimensión:
—Tu deliciosa sangre, igual me alimentará.
Jeremiah forcejeó, con las manos intentando alcanzar su arma, pero la presión en su garganta aumentaba.
—¿Quien esta ahí? —logró balbucear, horrorizado.
La voz no era humana. Era una risa que quebraba el sonido de la lluvia cesando.
Y entonces, algo lo hizo levitar y como si algo lo intentara devorar, termino ocasionando que su vida terminará en un instante.
Jeremiah cayó al suelo, mientras la figura se desvanecía, dejando tras de sí el mismo símbolo junto a el.