La lluvia comenzaba a caer con parsimonia, como si el cielo quisiera limpiar los pecados del edificio detrás de ellos.
El portón herrumbroso del Manicomio de Westheart se cerró con un chirrido final, dejando tras de sí el eco del encuentro con uno de los seres más retorcidos que alguna vez enfrentaron: el Títere Maestro.
Maggie caminaba en silencio, sin saber que hacer con sus manos. Milo sacó una cajetilla arrugada de chicles de menta de su chaqueta, tomó uno y ofreció otro a Río. Este lo rechazó, con la mirada fija al frente, el ceño fruncido.
—¿Lo viste? —murmuró Milo, finalmente rompiendo el silencio—. Sus ojos… estaban vacíos. Como si su alma nunca hubiera vuelto con él.
—No es solo eso —agregó Maggie, sin mirarlos—. Era como ver a alguien atrapado en su propio cadáver. Pero hablaba. Sabe cosas, y disfruta jugar con nosotros.
—Y dijo que no era suyo —recordó Milo, apretando la mandíbula—. Que imitaba su obra. ¿Acaso este loco dejo discípulos por ahí?
—Pues ese discípulo es parte del clan —dijo Río con voz grave, finalmente hablando—. Y parece que están detrás de nosotros.
Se detuvieron junto al auto. El parabrisas comenzaba a cubrirse de gotas. Río se apoyó en el techo, pensativo. Milo y Maggie lo miraban.
—¿Y si no solo Nick volvió de entre los muertos como dijo el títere? —preguntó Maggie con cautela—. ¿Y si Jeremiah también lo hace…?
El nombre pesó como plomo en el aire.
—No —respondió Río de inmediato, más con deseo que certeza—. Jeremiah es distinto. No era como… ellos.
—¿Y Nick sí lo era? —interrumpió Milo, con tono ácido pero honesto—. Porque ahora que esta vivo no me parece el mismo.
Río no respondió. Bajó la mirada. El recuerdo de Nick resucitado, con esa extraña calma y esa sombra en la voz, lo perseguía desde la noche anterior.
—Si el Títere Maestro murió… y volvió —siguió Maggie, sin dejarles espacio para ignorar la verdad—. Entonces estamos ante algo que nos supera. Esto no es como enfrentar a los Bandalos o Titan. Lo que no entiendo es si el clan esta detrás de esto, como es que está trayendo de regreso a personas muertas.
—Como sea no es natural —añadió Milo—. El títere. Por cómo hablaba de ellos, es como si fueran sus dioses.
—¿Y si no están regresando enteros? —dijo Río en voz baja—. ¿Y si lo que vuelve... no es completamente humano?
Silencio.
La lluvia empezó a caer con más fuerza, como si intentara cubrir la conversación que nadie quería tener. Maggie apretó los labios. Milo se cruzó de brazos. Y Río miró hacia el cielo, esperando que las respuestas cayeran de él.
—Si Jeremiah regresa —dijo Maggie por fin—. No será el mismo.
—Y eso… —murmuró Milo—. Eso podría ser peor que si estuviera muerto.
Río asintió. Encendió el motor del auto con un rugido. El parabrisas comenzó a limpiarse mientras los tres subían en silencio.
Mientras se alejaban del manicomio, la idea crecía como una sombra:
Alguien estaba trayendo a los muertos de vuelta.
Pero no para redimirlos.
Sino para usarlos.