La sala principal de la mansión Blodstone estaba iluminada solo por el fuego de la chimenea. Allegra permanecía de pie junto a Sherry, que seguía inmóvil en el sofá. Maggie le pasaba un paño húmedo por la frente, como si eso pudiera traerla de vuelta.
La puerta del pasillo se abrió y Río, Nick y Milo entraron. Su expresión decía que no traían buenas noticias. Winn y Kara levantaron la vista desde el rincón donde conversaban en voz baja.
—¿Y bien? —preguntó Allegra, rompiendo el silencio.
Nick se dejó caer en un sillón, con el ceño fruncido.
—El tipo dice que el Clan Rojo no está detrás de las resurrecciones.
Maggie frunció el ceño.
—¿Y le vamos a creer?
—Dice que alguien es la causa y los trajimos con nosotros —intervino Milo, cruzándose de brazos—. Que ese alguien alteró el ciclo y ellos están aprovechando la oportunidad.
Winn ladeó la cabeza, intrigado.
—¿Oportunidad para qué?
Río caminó hasta la ventana, mirando la noche a través del cristal empañado.
—Eso no lo dijo… pero sí soltó algo más. Según él, Nick es "la grieta" más no la causa.
Kara arrugó la frente.
—Eso suena… nada bien.
La conversación se apagó cuando una tos seca salió de la garganta de Sherry, pero no llegó a abrir los ojos. Allegra se inclinó sobre ella.
—Vamos, Sherry… despierta —susurró, sin obtener respuesta.
Río giró y clavó la mirada en todos.
—Esto no puede seguir así. Necesitamos a Sebastian.
Nick levantó una ceja.
—¿Y cómo lo piensas llamar? No es como si tuviera un número de teléfono.
Río apretó la mandíbula, pensando.
—No lo sé.
Fue entonces cuando Winn se levantó lentamente.
—Yo… tengo algo. —Metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó un trozo irregular de vidrio oscuro, como un fragmento de espejo quemado—. Es del mismo espejo con el que Sherry lo contactó la última vez. Lo guardé… por si acaso.
El pedazo de espejo parecía absorber la luz de la chimenea, y por un momento todos guardaron silencio, como si el objeto supiera que estaban hablando de él.