Dead Patrol

Cerca del límite

La persecución había terminado sin rastro de Jeremiah, pero la ciudad no descansaba.

En distintos puntos de Westheart, las calles se llenaban de sirenas y gritos. Los resucitados -esas almas que habían vuelto- se retorcían, escapaban, o desaparecían sin explicación, dejando tras de sí un frío insoportable y un silencio casi sobrenatural.

Un anciano en un asilo, que había regresado apenas , destrozó su habitación y desapareció a través de una puerta cerrada.
En el muelle, un joven que había sido ahogado en el río se lanzó al agua con una sonrisa hueca y no se le a visto salir.
En un parque desierto, una mujer resucitada fue vista mirando al cielo sin pestañear antes de desvanecerse en el aire.

Todos estaban siendo reclamados...
Todos, excepto Nick.

Nick estaba en la mansión, inquieto, mirando hacia Sherry quien junto a ella estaba Sebastian. Había algo en él... algo que las fuerzas que reclamaban a los demás solo el parecía evitar.

Mientras tanto, en el reino espiritual, la atmósfera era densa y muda, como si el mundo entero estuviera conteniendo la respiración. Sebastian caminaba por un campo gris, donde el suelo se desmoronaba en polvo con cada paso. El horizonte era infinito y sin forma, pero algo le decía que se acercaba.

Las almas eran pocas. Muy pocas. De las multitudes que solían vagar aquí, apenas quedaban figuras lejanas, difusas, como humo a punto de dispersarse.

Una de ellas se adelantó. Era una silueta femenina, pálida, con los bordes de su cuerpo desvaneciéndose.
—No tienes mucho tiempo... —su voz era apenas un susurro, como si el aire no quisiera llevar sus palabras.

Sebastian la observó, alerta. —Busco a alguien. Una mujer. Sherry.
La figura ladeó la cabeza, y aunque su rostro no era claro, sus ojos parecían llenos de compasión.
—Está cerca... demasiado cerca de la sección de los 7 minutos.

Sebastian frunció el ceño. -¿Qué es eso?

La figura tembló antes de responder:
—Es donde ves toda tu vida pasar frente a tus ojos... una y otra vez... hasta que se rompe. Algunos salen... otros... —su voz se apagó como si la masticara la nada— se quedan atrapados reviviendo el mismo instante... para siempre.

El viento se levantó, gélido, arrastrando un murmullo lejano que repetía el nombre de Sherry.
Sebastian apretó el paso. No podía permitirse que ella cruzara ese límite.




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