En la mansión, Nick estaba sentado en silencio, mirando al suelo. La luz tenue de la sala hacía que su sombra pareciera más larga de lo normal, como si se moviera con un pulso propio. Winn pasó detrás de él, con los nervios a tope, hasta que escuchó un sonido seco: un crujido, como huesos torciéndose.
Nick se encorvó de golpe, llevándose las manos al abdomen.
—Nick… ¿estás bien? —preguntó Winn, acercándose.
El cuerpo de Nick comenzó a retorcerse como si algo estuviera empujando desde adentro. Un gruñido bajo, casi animal, se escapó de su garganta. Winn retrocedió instintivamente.
—¡Allegra! —gritó.
Ella llegó corriendo, arrodillándose junto a él.
—Nick, mírame. Respira conmigo, ¿sí? Respira… —intentó sujetarlo, pero él se agitaba cada vez más, los músculos tensándose como cuerdas al borde de romperse.
Winn sacó el teléfono con manos temblorosas.
—Llamare a Río...
Kara se asomó desde la puerta, los ojos abiertos de par en par. Nick, de pronto, se detuvo. Su cuerpo quedó inmóvil… demasiado inmóvil. Luego, giró lentamente la cabeza hacia ellos.
Y sonrió. Una sonrisa que no era de él.
—Hola… —susurró, con una voz que sonaba como un eco hueco.
En el reino espiritual, Sebastian finalmente encontró a Sherry. Estaba sentada junto a un muro invisible, un velo gris que oscilaba frente a ella. Al otro lado, destellos fugaces mostraban fragmentos de su vida: momentos de alegría, dolor, amores, pérdidas… todos sobrepuestos y distorsionados, como si el tiempo se derritiera.
—Te encontré —dijo Sebastian, acercándose —Tienes a todos allá preocupados.
Ella lo miró con una calma inquietante.
—Si lo siento, estaba por volver… pero entonces vi esto. No sé si quiero dejarlo así. Aquí… esta todo lo que e evitado.
Sebastian negó con la cabeza. —No hay tiempo, Sherry. Si permaneces aquí, te transformarás en un alma en pena. Te perderás.
Ella deslizó los dedos por el velo, observando cómo su infancia pasaba ante sus ojos y desaparecía para volver a aparecer segundos después.
—¿Y si cruzo? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y resignación —Siempre evite recordar... pero estoy aquí.
Sebastian respiró hondo. Al ver que Sherry conservaba esa calma tan inquietante, sabía que tenía que ayudarla.
—En ese caso… seré tu guía, para que así puedas volver más rápido a casa.
Sherry lo miró. Hubo un silencio, roto solo por un suspiro profundo. Y entonces, sin apartar la vista de él, dio un paso hacia adelante. Sebastian la siguió.
El velo de los 7 minutos los envolvió por completo.
En la mansión, Nick, aún en el suelo, mirando con esos ojos vacíos a Allegra, Winn y Kara, sonriendo como si supiera algo que ellos no.
En el reino espiritual, Sherry y Sebastian desaparecían entre destellos del pasado, adentrándose en un lugar donde el tiempo se repite… y nunca se detiene.