En la mansión Blodstone.
—¡Río, tienes que escuchar esto! —la voz de Winn estaba quebrada por el pánico—. Nick… no está bien.
Río escuchó un golpe seco al otro lado de la línea, como un mueble cayendo. Después, la voz agitada de Allegra:
—¡No! Nick, mírame… ¡mírame!
Hubo otro golpe, y luego silencio.
—Winn —dijo Río, sin levantar la voz, pero con un filo que cortaba—. Abre un portal. Ya.
Un zumbido de energía llenó el aire. La luz se dobló frente a ellos hasta formar un círculo palpitante, azul y tembloroso. Sin esperar más, Río, Milo y Maggie lo cruzaron.
El olor a polvo y sudor los golpeó al instante. El departamento estaba en penumbra, apenas iluminado por la lámpara volcada en el suelo. Allegra estaba de rodillas junto a Nick, que se arqueaba en el piso como si algo lo estuviera moldeando desde adentro.
—¡Nick! —gritó Maggie, avanzando, pero Río le bloqueó el paso con un brazo.
Entonces Nick se quedó quieto. Su respiración se volvió lenta, medida. Giró la cabeza hacia ellos. Abrió los ojos.
Y sonrió.
No era alivio. No era bienvenida.
Era una mueca depredadora.
—Hola… —dijo, con una voz extraña, como si dos personas hablaran a la vez—. Que bueno que están reunidos.
Reino espiritual — El día que murieron los Blodstone
El muro líquido de los 7 minutos se alzaba frente a Sherry y Sebastian. Era como mirar el fondo de un río en movimiento: imágenes distorsionadas, rostros que aparecían y desaparecían.
—Prepárate —murmuró Sebastian—. Esto no es lineal.
Sherry dio un paso y la memoria la tragó.
La mansión Blodstone, de noche. Arthur servía whisky. Clara miraba por la ventana, erguida como siempre.
—El pasado es tu guía, el presente es tu herramienta y el futuro es tu creación —dijo Clara, como si recitara un credo.
Arthur asintió, con una sonrisa satisfecha.
—Y nosotros lo creamos, Clara. Lo moldeamos… incluso a nuestros hijos, mira todo lo que hemos logrado gracias a ellos.
—Sabes que el ya viene verdad.
—Si, lo se.
Un portazo retumbó en la casa. Pasos pesados, irregulares. Clara giró.
Los chicos se encontraban en una misión, todos menos Sherry.
Y ahi estaba Trevor en su forma monstruosa.
Sherry sintió un escalofrío desde su habitación.
“El Wendigo”. No estaba muerto. Lo habían encerrado. Años de aislamiento en una celda subterránea “especial” para contenerlo. Lo trataron como un experimento que había salido mal.
—Diez años… —rugió Trevor, avanzando—. Diez años de jaulas, frío y hambre… por ustedes.
Clara retrocedió. Arthur buscó su pistola, pero Trevor se abalanzó sobre ellos con la fuerza de un animal.
La escena fue rápida y brutal. El crujir de huesos. El golpe seco de cuerpos contra muebles. La alfombra tiñéndose de sangre.
Sherry no hizo nada. Ni siquiera intentó gritar.
Cuando los dos cuerpos quedaron inmóviles, sintió algo que no quería admitir: alivio.
Presente —En la mansión Blodstone
—Nick… —dijo Milo, dando un paso adelante—, ¿qué te está pasando?
Nick se apoyó en un codo, moviéndose con una calma antinatural.
—No es lo que está pasando… —susurró, con esa doble voz—. Es lo que ya pasó.
Allegra intentó apartarse, pero él la sujetó por la muñeca con una fuerza imposible para alguien en su estado. Pero esta vez parecía ser solo Nick quien hablaba
—Tienen que ayudarnos… ella no sabe lo que hace.
Río dio un paso, y Nick soltó a Allegra. La sonrisa seguía ahí, fija, como tallada en su rostro.
Reino espiritual— La caída
Las imágenes cambiaron, arrastrando a Sherry por años de historia.
Después de la muerte de los Blodstone, el equipo continuó operando… pero sin control. Las misiones eran más largas, más sangrientas. Ya no se detenían cuando el enemigo caía.
Milo congelaba calles enteras. Maggie causa estragos con sus campos de fuerza. Río mataba sin pensarlo. Nick dejaba baños de sangre.
Sherry, con sus fantasmas, se convirtió en un espectáculo de horror. Las apariciones ya no eran solo armas: se quedaban rondando, susurrando, invadiendo sueños. Y a veces, atacaban a los vivos por iniciativa propia.
La ciudad comenzó a temerles. Los llamaron “Los Hijos Rotos”. El gobierno los declaró objetivo de alto riesgo.
En esa época Winn y Kara, con apenas 14 años, ya eran parte del equipo, ellos no eran como los demás, sufrieron la muerte de los Blodstone, pero controlaban sus acciones. Aun asi eran dos niños que heredaron un campo de batalla, compartían un legado y fueron afectados de la misma manera.
Presente — La amenaza
—Río… —murmuró Maggie—, es igual como con Jeremiah
—¿Esto igual le paso? —pregunto Kara.
Río lo sabía. La postura, la mirada, el tono… todo indicaba que algo, o alguien, estaba dentro.
—Sea quien sea, tienes que deternerte… —dijo Río, con voz baja—, sal de él ahora.
Nick inclinó la cabeza, como un perro curioso.
—Pero no estamos haciendo daño...solo nos estamos preparando para ella.
El aire se volvió denso. La temperatura bajó varios grados. El vapor salió de la boca de Allegra.
Reino espiritual— El final del equipo
Sherry vio el día en que todo terminó.
Todos se encontraban en el salón de entrenamiento, la ciudad era vigilada por helicópteros y policías por todas las calles. El gobierno estaba decidido a actuar en contra de la Dead Patrol en cualquier momento
Todo esto mientras el equipo discutía, después de todo este tiempo reprimiendo todo, por fin explotaron y solo hubo gritos.
Se reclamaron muertes, traiciones, decisiones estúpidas. Todos contra todos.
Finalmente, se marcharon por caminos distintos.
Río se mudo a California, dejando de lado sus días como héroe, optando por un estilo de vida de peleas clandestinas.
Milo busco a sus padres, encontrándose con el hombre que lo entreno para matar.
Maggie se enfoco en tener una vida normal de la que pocos saben.