Nick dejo de levitar y dio un paso hacia ellos, la sombra de su figura alargándose en las paredes como si la luz huyera de su presencia.
—¿Quieren saber qué veo? —preguntó con calma, como si les contara un secreto íntimo—. Veo siglos de desprecio. Veo cómo los vivos comen, beben, aman… y cuando uno de los suyos cae, lloran un día, dos… y después siguen como si nunca hubiera existido.
Su voz empezó a adquirir un eco, no solo de su garganta, sino de otro lugar más hondo.
—Cada nombre borrado, cada tumba olvidada, cada cadáver hundido en tierra fría… nos habla. ¿Y saben qué dicen? —sonrió, pero no había calidez en ese gesto—. Dicen que nos usaron, que nos exprimieron y después nos arrojaron como basura.
La habitación entera parecía inclinarse hacia él, como si sus palabras pesaran físicamente.
—Y lo aceptamos, ¿saben? Lo aceptamos durante siglos. Esperamos… en silencio. Soportamos verlos caminar bajo el sol mientras nosotros nos pudríamos en la sombra. Hasta hoy.
Centro de Westheart.
La cámara de un dron enfocaba la avenida principal: los muertos avanzaban, paso sincronizado, como engranajes de una máquina invisible. Ni un parpadeo. Ni un gesto humano. Solo cuerpos vacíos obedeciendo una llamada inaudible.
Regreso a la mansión.
Nick giró lentamente sobre sí mismo, mirando a cada miembro del equipo con una fijeza que los atravesaba.
—Ustedes… los héroes —escupió la palabra—. Siempre tan ocupados salvando ciudades, derrotando monstruos, abrazando a los sobrevivientes. ¿Pero alguna vez volvieron por los que ya no podían hablar? ¿Por los que dejaron tirados mientras sonaban sus discursos de victoria?
El silencio en la sala se volvió sofocante. Nadie se movía. Nadie quería darle razón… pero todos habían sentido el peso de esas muertes antes.
—Cuando morimos —continuó—, nos convertimos en sombras, en ecos… en polvo. Pero no desaparecimos. Nos dejaron allí, a medio camino. Y cada vez que ustedes se reían, cada vez que celebraban, nosotros estábamos mirándolos… recordando que habían jurado protegernos.
Se inclinó hacia Kara.
—¿Y tú, niña? ¿Crees que tu electricidad puede iluminar este vacío? No… la oscuridad que cargamos es más grande que cualquier chispa tuya.
Pasó a Milo.
—Hielo… tan frágil cuando el calor llega. ¿Cuántos cadáveres viste en tu vida y apartaste la vista?
A Maggie.
—Puntería perfecta… pero jamás disparaste una flecha por los que ya estaban muertos.
Se detuvo frente a Río. Su voz bajó, pero el tono fue un cuchillo.
—Líder… ¿cuántas veces dijiste “hicimos todo lo posible” cuando sabías que era mentira?
Río lo miró con rabia contenida.
—No eres tú.
Nick sonrió.
—Oh, soy yo… y también soy ella, todos en un unísono.
El resplandor blanco cruzó sus pupilas.
—Sherry… —susurró Maggie.
—Por fin… alguien me nombra —la voz ya no era la de Nick, sino un timbre más agudo, como cristales rompiéndose—. He visto este mundo desde el otro lado, y no es hermoso. Es un cementerio disfrazado de paraíso.
Centro de Westheart.
La multitud se detiene al unísono, girando hacia un punto invisible. El viento sopla entre ellos, pero no reaccionan. Son estatuas vivientes.
Regreso a la mansión.
—Creen que la vida es un privilegio… que pueden dárselo y quitárselo como les plazca. Pero no. La vida y la muerte son iguales… y pronto, todos lo entenderán.
Su voz comenzó a subir, cada palabra retumbando en el aire.
—No busco venganza… busco equilibrio. Y si para lograrlo debo arrasar este mundo hasta que los vivos recen por la muerte… entonces así será.
El suelo tembló. La energía oscura se arremolinó a su alrededor.
—Queremos armonia, queremos convivir en paz, pero si lo quieren asi, entonces esta es su advertencia. O nos aceptan… o se convierten en el primer ejemplo de lo que les pasará a todos los que se interpongan.
—¿Por qué Sherry? —dice Río viéndolo con desprecio.
—Ella es la puerta que durante todo su existencia quisieron mantener cerrada, es la única que nos veía como realmente somos, y ustedes quisieron provocar miedo en ella por eso.
Se detuvo, abriendo los brazos como un profeta ante su congregación.
—Así que decidan… ahora. ¿Aliados… o enemigos?
Mientras tanto, en el sofa en el que estaba inconsciente Sherry y junto a ella Sebastian, despertó jadeando. El frío del otro lado aún quemaba en su piel. Vi como cerca de ellos la patrulla conversa con Nick y cuando vio a Sherry abrir los ojos. No había color en ellos, solo un blanco ardiente que parecía devorar la habitación.
—Sherry… —murmuró, pero su voz se quebró.
Ella sonrió. Una sonrisa que no tenía nada de humano.
Solo parecía ser un fantasma.