En el centro de la ciudad
Río sentía el sudor mezclarse con la sangre en su frente, mientras el eco de los pasos de Sherry resonaba en el suelo destrozando el concretó. Había pasado lo que parecía una eternidad desde que se separaron del resto, y ahora entendía que todo ese tiempo Sherry había estado jugando con él, como un gato con un ratón.
Sus poderes de energía mantenían su cuerpo en pie, pero no su mente. Cada vez que se lanzaba contra ella, un muro invisible de fuerza espiritual lo empujaba hacia atrás, rompiendo vitrinas, doblando acero y destrozando su orgullo.
—Ríndete, Río… —la voz de Sherry era fría, distante—. No tienes que seguir lastimándote.
Él apretó los dientes, encendiendo su energía aun nivel descomunal provocando un estallido que ahora era dorado, que iluminó las calles oscuras. El impacto hizo que los vidrios de los edificios cercanos explotaran en una lluvia brillante, pero Sherry ni siquiera retrocedió; levantó la mano y lo lanzó contra el piso como si fuera un muñeco.
Cada golpe que recibía no solo quebraba sus huesos, sino también la esperanza de que pudiera sacarla de ese trance.
Mientras tanto, la imagen de Maggie, Milo, Winn y Kara se habían desvanecido para él, solo podia escuchar a lo lejos los impactos de sus ataques. Solo quedaba la imagen que lo derrumbó por dentro: Allegra.
Río sintió que el aire se le escapaba, pero aun así se levantó una vez más.
Sherry al ver esto decidió detener los enfrentamientos, con sus poderes logró inmovilizar a Río, atrayendo a los demás hacía el.
Su voz parecía desvanecerse entre palabras
—Ya me canse.
Todos los muertos se reunieron de vuelta, detrás de Sherry custodiando se encontraban Jeremiah, el Títere Maestro y Nick.
—No… no puede ser… —su voz se quebró.
Maggie retrocedió un paso, incapaz de apartar la vista. Kara se cubrió la boca. Winn apretó los puños, como si quisiera abrir un portal y borrar lo que estaba viendo. Milo simplemente bajó la mirada, murmurando algo que solo él escuchó.
Entonces, frente a todos, Allegra se incorporó… pero no como antes. Sus ojos brillaban en un tono profundo, irreal, y su rostro estaba vacío de toda emoción. Sherry había ganado otra pieza para su ejército.
Nick, con lágrimas en los ojos, estaba igual: un títere bajo su control.
—Tú… —Río dio un paso al frente, con la voz temblando de furia—. ¡Mataste a Allegra!
—Ella ya no importa —respondió Sherry sin una pizca de remordimiento.
Eso fue la chispa que encendió el resto de su ira. La energía de Río se elevó a un nivel que apenas podía controlar, pintando de luz anaranjada las paredes derruidas.
Pero justo cuando estaba a punto de lanzarse de nuevo, una voz interrumpió la tensión.
—Oye, cariño… ¿te sientes orgullosa de este The Walking Dead? —Sebastian apareció entre el humo, encendiendo un cigarro como si estuviera en medio de un descanso.
Sherry giró lentamente la cabeza hacia él, con una mirada tan helada que podría haber matado a cualquiera… menos a Sebastian.
—¿Me extrañaste, verdad? —añadió él con una sonrisa torcida.
El silencio que siguió fue más peligroso que cualquier golpe.