Dead Patrol

Lo siento

La tensión estalló como una tormenta eléctrica. En cuanto el último eco de las runas protectoras se disipó en el aire, Sherry lanzó el primer ataque. Sus manos se llenaron de energía oscura, una marea de sombras que se retorcían como si tuvieran vida propia.

Sebastian no se movió de inmediato. Encendió otro cigarro, lo sostuvo entre los labios y dejó que las sombras se acercaran… hasta que, con un movimiento mínimo de la muñeca, trazó en el aire un círculo luminoso. La energía de Sherry chocó contra esa barrera y estalló en una lluvia de chispas negras.

—Aún sigues usando demasiada fuerza y poca precisión —comentó Sebastian con voz tranquila, como si estuviera corrigiendo a una alumna.

Sherry no contestó. Avanzó, impulsándose con un salto que destrozó el pavimento, y sus pies cayeron sobre él como un martillo. Sebastian se deslizó a un lado, sin dejar de mirarla a los ojos.

Cada movimiento de él era calculado, casi elegante. Un giro de la muñeca y una runa se encendía en el suelo, obligando a Sherry a retroceder; un paso hacia adelante y una cadena etérea surgía para bloquearle el paso. Era como si hubiera memorizado cada patrón de sus ataques antes de que ella los pensara.

—Siempre fuiste fuerte —dijo él, esquivando una ráfaga—. Pero la fuerza sin control solo te lleva a la ruina.

Mientras tanto, a pocos metros, la Dead Patrol luchaba contra la horda que intentaba entrar desde las calles laterales. El centro de la ciudad se había convertido en un campo de batalla: vidrios rotos, coches volcados, fuego y gritos.

—¡Mantengan la línea! —gritó Río, golpeando a un muerto con un puño cargado de energía y lanzándolo contra una pared.

Milo y Maggie combatían espalda contra espalda, eliminando a los muertos menores mientras intentaban evitar la mirada hipnótica del Títere Maestro. Cada vez que uno de ellos desviaba la vista, una marioneta humana intentaba atraparlos.

Kara y Winn se concentraban en evitar a Nick y Allegra, que peleaban como depredadores coordinados. Nick controlaba la sangre de las víctimas cercanas, formando látigos que cortaban el aire, mientras Allegra lanzaba proyectiles incandescentes de fuego azul.

—¡No voy a pelear contra a Allegra—gritó Kara, esquivando por poco un ataque de Milo qué había sido evitado por Nick.

—¡Ella ya no es Allegra! —respondió Milo—. ¡No ahora!

La batalla parecía interminable. Por cada muerto que caía, otros dos aparecían desde las calles. El cielo gris y la lluvia ligera hacían que todo pareciera una pesadilla sin final.

De vuelta en el duelo, Sherry logró romper una de las defensas de Sebastian con un estallido de energía tan potente que la onda expansiva derribó un coche cercano. Ella sonrió con una mezcla de triunfo y furia… hasta que Sebastian simplemente trazó una runa en el aire y absorbió la energía sobrante como si fuera humo.

—Eres rápida —dijo él—. Pero no más que yo.

La siguiente ofensiva fue de Sebastian. Con un chasquido de dedos, invocó un torrente de runas que se pegaron al suelo como sellos brillantes. Cada una explotó con un destello que obligó a Sherry a cubrirse el rostro. En ese momento, Sebastian apareció detrás de ella, sujetándola por el brazo y forzándola a mirarlo.

—Te fallé —dijo con voz grave, sin dejar de sostenerla—. Cuando te necesitabas más que nunca, yo… no estuve.

Sherry intentó soltarse, pero él no aflojó el agarre.

—Pude haber hecho más. Pude haberte salvado de esto antes de que llegaras tan lejos. Y no lo hice. Creí que si te quitaba por un día tus poderes tendría el tiempo para hacer algo, pero no fue así y por eso es mi culpa que todo esto esté pasando.

El temblor en las manos de Sherry no era de rabia, sino de algo más profundo. El peso de esas palabras, de la culpa que él asumía, parecía atravesar las capas de oscuridad que la envolvían.

—Pero ahora estaré contigo, haré lo que debi haber hecho desde mucho antes… —continuó él— …lo haré. Pase lo que pase.

La energía oscura en el cuerpo de Sherry empezó a disiparse como humo al viento. Sus hombros bajaron, su respiración se volvió menos agitada. Las sombras que la envolvían retrocedieron, revelando sus ojos, que por primera vez en mucho tiempo, no estaban consumidos por el odio.

En la distancia, los muertos comenzaron a detenerse. Algunos soltaron a sus víctimas, otros simplemente se quedaron quietos. El rugido de la batalla en el centro de la ciudad se redujo a un silencio tenso.

—Sherry… —susurró Sebastian, soltándola con cuidado.

Ella asintió, todavía sin palabras, y juntos regresaron hacia donde la Dead Patrol seguía reagrupándose.

Cuando llegaron, los demás apenas podían creer lo que veían. Milo bajó la guardia, Kara dejó de cargar sus relámpagos y Río exhaló un suspiro de alivio.

Pero la calma duró poco. Sherry, al mirar entre las filas de la horda inmóvil, vio a Allegra de pie junto a Nick. La marca de la muerte seguía en su pecho, y sus ojos apagados la delataban.

—Yo… —Sherry tragó saliva—. Yo lo siento...yo ordené que la mataran. Para que volviera como parte de mi ejército y ahora estará muerta para siempre.

El silencio fue brutal. Río la miró como si intentara decidir entre golpearla o gritarle. Milo se pasó una mano por la cara. Kara, simplemente, bajó la mirada.

Aunque Winn y Maggie veían la tristeza en sus ojos ante tal confesión.

Sebastian la observó, pero no dijo nada. Sabía que no había runa ni hechizo capaz de borrar el peso de esa confesión.

En el aire, la lluvia caía más fuerte, mezclándose con el olor a pólvora, polvo y arrepentimiento.




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