Dead Patrol

Estoy aquí

El viento aullaba como un animal enfurecido, arrancando pedazos de energía y arrastrando cadáveres suspendidos en el aire. Sherry seguía lanzando ráfagas de su poder hacia Río, y cada golpe lo arrojaba contra la nada del huracán. Cada vez que caía, se levantaba de nuevo, con la lluvia y la electricidad atravesando su cuerpo como cuchillas.

—¡No debiste venir! —gritaba ella, su voz resonando entre truenos y relámpagos—. ¡No tienes idea de lo que estás haciendo!

—¡Sherry! —jadeó él, apenas manteniéndose en pie—. Estoy bien… todo estará bien.

Cada vez que lo decía, su voz se mezclaba con el rugido del huracán, pero él no dejó de avanzar, incluso con cortes y moretones visibles sobre su rostro.

—Lo siento… si antes no estuve para ti… ahora sí lo estoy… —dijo, respirando con dificultad—. Estoy aquí.

Sherry lo observó, sus ojos furiosos titilando entre blanco y gris. Pero Río no se detuvo: cada vez que la energía de ella lo derribaba, él se levantaba y repetía sus palabras, firme, sincero:

—Estoy aquí.

Ella volvía a atacar y Río se volvía a levantar.

—Estoy aquí.

Así fue de nuevo.

—Estoy aquí… —la tercera vez salió más fuerte que el huracán, más fuerte que la tormenta misma.

Por un instante, todo se detuvo. El viento pareció contener la respiración. Sherry vaciló, la furia mezclándose con algo que Río apenas podía reconocer: duda, miedo y… recuerdo.

—¡No! —gritó ella, furiosa, agarrándolo con fuerza, sus ojos centelleando con intención de matarlo—. ¡No dejare que me dejes sola otra vez!

Río, con el cuerpo herido y temblando, la miró directamente a los ojos y dijo, con voz firme y tranquila:

—Estoy aquí.

Por un momento que pareció eterno, Sherry lo sostuvo, temblando, la energía a su alrededor chisporroteando. Y luego, lentamente, su furia se disolvió. La tormenta que la rodeaba comenzó a ceder, el huracán perdió fuerza y los destellos de luz blanca y gris se apagaron gradualmente.

Sherry respiró hondo, soltando a Río. Su pecho subía y bajaba rápido, y sus manos todavía brillaban con rastros de poder, pero sus ojos ahora lo miraban con claridad.

—Río… —murmuró, como si no pudiera pronunciar nada más.

El silencio que siguió fue casi absoluto. Incluso el viento parecía esperar lo que vendría después.

Y allí quedó la escena, suspendida, con Río herido pero de pie y Sherry a punto de enfrentarse a lo que ella misma había provocado.




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