El equipo estaba reunido en la mansión Blodstone, observando los daños que los enfrentamientos habían dejado. Paredes agrietadas, muebles volcados y ventanas rotas eran testigos silenciosos de la tormenta que había arrasado todo lo que habían conocido.
A lo lejos, las sirenas de la policía, ambulancias y vehículos de emergencia empezaban a acercarse. La ciudad aún respiraba con dificultad, pero estaba viva.
Sherry caminaba por la sala principal, con las manos entrelazadas frente a ella. Sabía que tenía que aceptar la propuesta de Sebastian: ir al inframundo para aprender a controlar sus poderes. Era la única forma de asegurarse de que lo que pasó hoy no volviera a suceder, y de proteger a todos los que amaba.
Río se acercó primero. Su mano rozó la de Sherry, un gesto silencioso que lo decía todo: arrepentimiento, apoyo y cariño.
—No vamos a dejarte sola —dijo, firme—. Aunque vayas al inframundo, siempre tendrás un lugar aquí, con nosotros.
Maggie dio un paso adelante, cruzando los brazos, pero con una sonrisa suave.
—Si algo vuelve a pasar, nos tendrás a todos listos para respaldarte. No vamos a fallarte otra vez.
Kara y Winn intercambiaron una mirada.
—Nosotros también estaremos aquí —dijo Winn—. No importa dónde vayas, somos un equipo.
Milo, siempre más seco en palabras, agregó con un tono apenas perceptible de emoción:
—Y yo… bueno, yo no dejaré que alguien intente lastimarte otra vez. Incluso si tu mis quieres hacerlo. No mientras podamos evitarlo.
Sherry los miró a todos, respirando hondo. Por un momento, la furia, el miedo y la culpa se mezclaron en sus ojos, pero ahora había algo más: seguridad. Sabía que, a pesar de lo que había pasado, no estaba sola.
Sebastian abrió un portal resplandeciente hacia el inframundo, la luz iluminando las caras de todos con un brillo casi sobrenatural.
—Sherry, cuando estés lista —dijo, extendiendo la mano.
Ella respiró hondo y lo tomó, dejando que la energía del portal la envolviera. Antes de desaparecer, giró hacia el equipo, y sus ojos se llenaron de lágrimas, pero también de gratitud.
—Gracias… por no dejarme sola apesar de todo—murmuró.
Río le sonrió, tratando de ocultar la emoción que sentía.
—Nunca lo haremos. Siempre seremos tu familia, Sherry.
El portal la absorbió, y por un instante la luz lo llenó todo, dejando a los demás en silencio. Se miraron entre sí, comprendiendo que aunque la tormenta había terminado, lo que habían vivido los había transformado.
—Vamos a reconstruir esto —dijo Maggie, señalando la mansión y luego al equipo—. Juntos.
Río asintió.
—Sí… juntos. Siempre.
Milo con un tono frío y sarcástico dijo.
—Mejor mañana...ya tuve suficiente por el día de hoy enfrentando a esos cadáveres.
Winn apareció detrás de él, gracias a un portal.
—Solo son excusas para no trabajar.
Kara vio a Río, después de ver hacia la ciudad que recibía la luz de sol de nuevo.
—¿Ayudaremos también a la ciudad verdad?
Río asintió.
—Como siempre debimos hacerlo.
El equipo se reunió, hombro con hombro, con un sentimiento de unidad renovado. Habían perdido mucho, habían visto lo peor, pero también habían encontrado algo invaluable: la certeza de que, sin importar lo que viniera, eran una familia.
Y en ese momento, la mansión dañada dejó de sentirse como ruinas; se convirtió en el hogar de un equipo que había sobrevivido, y de una familia que nunca dejaría a nadie atrás.