Dead Patrol Y El Reino Espiritual

La verdad es...

Con todos reunidos en la sala principal, Río estaba listo para confesar que estaba pasando con el, sentía que sus amigos merecían saberlo y no sentía presionado para confesarlo.

—Te escuchamos Río —Le dice Maggie para que puede comenzar.

—Pero que sea rápido —agrega Milo, siendo golpeado en el hombro por Maggie —, perdón...tomate tu tiempo amigo.

—Lo que paso hoy...no fue la primera vez, la verdad es que siempre me a pasado, desde que peleaba en peleas clandestinas comencé a tomar pastillas para calmarme.

El equipo escucha atentamente, ocultando su asombro ya que era algo que no sabían de el.

—Deje de tomarlas para no depender de ellas, y había estado bien, pero hoy después de la pelea creí ver a alguien que me trae no muy buenos recuerdos...

Mientras confesaba aquello, detrás de sus amigos logró ver de nuevo a Lena quien lo observaba atentamente, el tallo sus ojos nervioso y al ver de nuevo al lugar, ella no estaba

—...como sea, eso me provocó el ataque de ansiedad, el problema es que ahora mi cuerpo vibra...

—Que asco —interrumpió Milo.

—Déjalo hablar —Kara le responde molesta.

—Si amigo no es momento de chistes —agrega Winn.

—Como... decía mi cuerpo comienza a generar energía, y comienzo a vibrar y no se que pasará si eso no logró controlarlo, se que no es lo que esperarían de un líder, pero es lo que me está pasando.

Maggie se levantó del sofá y con ese optimismo acompañado de una sonrisa sincera, le hizo saber que no debía preocuparse por ello, estaban juntos en esto.

—Tú eres nuestro líder, y nuestro amigo, lo que pase contigo es asunto nuestro y lo resolveremos como una familia.

Winn y Kara se pusieron de pie junto a Maggie, para hacerle saber que estaban con el, y por último Milo quien remato con un comentario ácido.

—Listo, contentos, estamos de pie como una familia unida...una familia de idiotas.

—Vaya forma de arruinar el momento —le dice Maggie.

Mientras el equipo tenia su momento, desde la cocina comenzaron a escucharse ruidos y todo el equipo se dirigió hacia allá en alerta.

Guardando silencio, Río encendió sus puños, Milo formó una espada y los demás también se prepararon para lo que fuera, como si el peligro asechara. Y al abrir la puerta quien estaba del otro lado no era una amenaza, solo un amigo a quien no veían hace mucho tiempo.

—Eso fue tan tierno, casi lloro —los recibe Sebastian mientras enciende un cigarrillo.

Todos estaban sorprendidos de verlo de nuevo, pero les alegraba.

—¿Sebastian? —responde Maggie.

—El mismo en persona corazón —extendiendo sus brazos para que pudieran admirar su presencia —ahora díganme, como es posible que teniendo esta mansión, no tengan un maldito encendedor decente.




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