Los encargados del asilo llamaron a una ambulancia, tras ver como Lydia colapsaba, el resto de la patrulla entró y trataban de tranquilizar a todos para poder irse del lugar.
Lydia estaba aún en shock, era como si sus emociones se hubieran disparado al límite, pero no había sido por Laura, sino por el.
Después de una hora, dejaron que la patrulla se llevara a Lydia, por lo que el trabajo de campo había terminado y ahora debían volver a la mansión para que ella pudiera descansar, mientras ellos recopilando todo lo encontrado y llegaban a una conclusión.
Ya en la mansión, Kara llevo a Lydia a su habitación, no sin antes asegurarse de que realmente estuviera bien, ya que durante el camino no dijo nada y nadie quería abrumarla con la pregunta.
—¿Mejor? —pregunto Kara con preocupación.
—Si —su respuesta fue rápida, sin nada de emoción.
—Puedo quedarme contigo si quieres.
—No, Kara gracias, pero quiero estar sola —contesto.
—¿Segura? No debe...
—¡Kara solo vete! —le grito de manera cruel, pero al terminar de gritarle se dio cuenta de lo que hizo.
Kara se fue y la dejo sola como ella quería, pero todavía tenía esa preocupación de que algo no estaba bien. Cuando Lydia se quedó sola las voces regresaron, solo decían su nombre, era la voz de un hombre que se hacía clara y luego se tornaba en un tono macabro.
Ella le pidio que la dejara sola, pero la voz no lo hizo, dejo de solo pronunciar su nombre y comenzó a tentarla.
—Déjame ayudarte, no puedes controlarlo —comenzó decirle.
Ella se negaba a escucharlo, pero entre más trataba era más difícil lograrlo.
—Solo permíteme tomar el control, y ya no sufrirás, déjame ayudarte.
—No, no —ella susurraba en voz baja, mientras tapaba sus oídos.
—Puedo traer a tu familia de vuelta, puedo traerlos a todos...
—¿Qué?
Por ese momento, comenzo a prestarle atención y eso la acercaba más a Wendell Ross, más de lo que deciaria.