El resto de la patrulla continuaba avanzando, de pronto el pasillo comenzó a alargarse para Kara, y Lydia comenzó a llamarla, ella corrió a ayudarla y cuando trató de avisarle al resto ya no estaban. Lydia la volvió a llamar.
—Kara… ayúdame — dijo de manera suave, rota, pero… no suena poseída. Sonaba real
Kara se detiene.
Mira hacia un pasillo lateral.
Hay una puerta entreabierta, un destello de luz roja detrás.
—¿Lydia? —pregunta, avanzando.
Nadie responde.
Solo el eco de su propio corazón.
Cruza la puerta.
Y el aire cambia.
El suelo está cubierto de ceniza.
Las paredes ennegrecidas.
Los cuadros arden lentamente, como si llevaran siglos quemándose.
La mansión está devastada.
Y a su alrededor, los cuerpos de sus amigos yacen sin vida.
Milo, congelado en medio del fuego. Maggie, partida a la mitad, al igual que su arco. Sebastian, convertido en sombra, como si por una bomba hubiera sido.Sherry, con los ojos abiertos hacia el vacío. Sin señales de Río.
Kara retrocede, el pánico le oprime el pecho.
—No… no, esto no puede ser real…
Entonces lo escucha.
Un gemido.
—…Ka…ra…
Es Winn, esta tirado entre los escombros, con una herida profunda en el abdomen.
Ella corre hacia él, cae de rodillas.
Le toma la cara entre las manos.
—No, no, no, por favor… mírame, estoy aquí.
Winn sonríe débilmente, su voz apenas un hilo:
—Sabía que vendrías…
Ella aprieta su mano, temblando.
—Te voy a sacar de aquí. Te lo juro.
Pero Winn la mira con ternura, los ojos empañados.
—No puedes salvarme de esto…
Y exhala.
Su pecho deja de moverse.
Kara comenzó a gritar.
Un grito tan desgarrador que el aire mismo tiembla
Todo se detiene, el fuego que adornaba la devastación se congela y cualquier sonido desaparece. Y entonces, una voz distorsionada, profunda, dulce y cruel a la vez, llena el aire:
—Nada de esto tiene que pasar, Kara.
—…¿Qué?
—Puedo reescribirlo todo. Puedo hacer que nunca mueran. Que vivan contigo, por siempre.
—¿Quién eres?
—Soy la respuesta al dolor. Soy el descanso que merecen. Todo lo que debes hacer… es decir “sí”.
La ceniza se levanta, formando siluetas: Winn, Maggie, Milo, todos vivos otra vez, sonriendo. Los escombros desaparecen, por un instante, el mundo parece perfecto.
Kara comenzo a temblar, las lágrimas le resbalan por las mejillas.
Mira a Winn, que le tiende la mano.
Su voz, serena, casi humana:
—Quédate conmigo, Kara. Aquí no hay dolor.
Ella lo mira.
Y sonríe.
Pero no es una sonrisa feliz. Es triste, real.
—No quiero vivir en un mundo sin Winn —ese era su mayor miedo y podía nunca cumplirse —, no se quien soy sin el, y no quiero perderlo nunca.
—Pero… estoy aquí, contigo y nunca me ire —responde él.
—No —exclamó con una voz firme —, tu no eres Winn, quiero vivir junto al verdadero, al que yo quiero.
Kara da un paso atrás.
El suelo se agrieta. Las ilusiones se rompen.
La voz distorsionada se convierte en un rugido de frustración.
—Entonces, sufrirás con los demás —respondió la voz con molestia.
El mundo falso se derrumba, arrastrándola en una tormenta de sombras y relámpagos.
Kara cae, comenzando a gritar.
Y cuando sus ojos se abren otra vez… ya no está en la mansión. Era un lugar oscuro de cual no podía salir y algo se acercaba, una tormenta.
Los mismos relámpagos que recorrían su piel haciendola sentir poderosa, esos mismos relámpagos comenzaron a golpearla hasta hacerla retorcer de dolor.