Dead Patrol Y El Reino Espiritual

Azotes

Maggie, Milo, Sebastian y Sherry lograron llegar al cuarto donde se encontraba Lydia, trataron de abrir la puerta, pero era imposible era como si algo demasiado fuerte la estuviera detuviendo del otro lado. Sebastian gritaba desesperado esperando que ella le respondiera, pero no obtenía respuesta.

—¡Lydia abre la puerta! —comenzaba a jalar el picaporte —¡Lydia!.

—Hasta a un lado —dijo Milo comenzando a crear hielo de sus manos.

Milo destruyó la puerta con sus poderes, pero al destruir la puerta los cuatro fueron expulsados con agresividad, como si una tormenta los golpeara de pronto. Los cuatro salieron disparados hacia las paredes golpeándose fuertemente hasta casi quedar inconsciente.

Maggie logró apenas recuperar la consciencia, y sin esperarlo alguien extendio su mano para ayudarla. Era una mano familiar para ella, y eso no era bueno.

—Deja de holgazanear —dijo la voz de una mujer, era una voz firme casi ruda —, levántate debemos continuar.

Ya no estaba en la mansion, estaba de vuelta en ese orfanato donde era cuidada por una mujer que enseñaba a los niños a usar sus poderes, pero con ella era diferente, no la enseñaban a usar sus poderes, sino a no usarlos.

—¿Qué es lo que siempre te digo, Maggie? —, pregunto la mujer.

—Esto no es real —ignoro a la mujer y busco la salida, pero no había alguna —, ¡déjeme salir ya!

—Parece que hoy estas más distraída de lo normal —la mujer tomo un azote y le dio uno en advertencia —, vuelve a tu lugar.

De pronto, Maggie regreso a ser una niña indefensa quien no tenía su arco y sus flechas, solo sus poderes y trataba de sobrevivir. La mujer lanzó cuchillos para que ella pudiera esquivarlos y con suerte usarlos para atacarla, pero solo tenía miedo y sin pensarlo sus escudos la cubrían.

Eso molestaba a la mujer, quien comenzaba a azotarla una y otra vez.

—¿Qué es lo que siempre te digo, Maggie? —repetía la mujer cada vez más decepcionada.

Maggie solo lloraba, tocando su cuerpo herido tratando de encontrar consuelo, pero como encontrar consuelo entre cada azote. La mujer continuaba atacandola, y ella apenas y lograba defenderse, una vez más era inevitable protegerse con su poder.

—Otra vez, no puedes depender de tu poder, tu poder te hace una cobarde y una débil —tomo su azote de nuevo y la comenzó a golpear con el, mientras continuaba sermoneandola —, debes aprender a defenderte como una luchadora y demostrar de lo que eres capaz, así que te preguntaré una vez más...¿Qué es lo que siempre te digo, Maggie?

Maggie la observaba con odio, odio que trataba de esconderse entre lágrimas y sus manos evitaban crear un escudo, aun con el dolor en su cuerpo se levantó y comenzó a gritar lo que la mujer tanto le pedía.

—Mi poder solo me hace inferior.

—Repitelo.

—Mi poder solo me hace inferior —su ceño se frunció con desprecio hacia ella y sus palabras sonaban con coraje.

—¡Otra vez!.

—¡Mi poder solo me hace inferior!

Y así, mientras era obligada a repetir lo que tanto le había costado superar, Maggie se vio atrapada de nuevo en un recuerdo amargo uno donde ella debía engañarse así misma con el simple hecho de que su poder la hace inferior a los demás.




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