Dear Friend

Querida amiga

Estoy enamorada de mi mejor amiga. No tengo idea desde cuándo empecé a tener este tipo de sentimiento… pero sé cuál fue el desencadenante de que me diera cuenta.

Sus mensajes de texto.

—Lilly, tienes otro—le digo débilmente, intentando ocultar el nerviosismo en mi voz.

—Hum—afirmas, mientras sorbes la limonada que te preparé, no le das importancia al asunto y pareces no darte cuenta de lo mucho que estoy ardiendo en celos, hace poco conociste a ese chico y te mensajea cada día, a cada maldita hora.

—¿Qué te dice?

—Me acaba de pedir que vayamos a comer juntos…—me dices, sujetando tu cabello castaño, dejando ver los mechones violetas que están teñidos a lo largo de tu cabellera. Ese es mi color favorito.

—¿Y qué le has dicho?

—Rosé, hoy estás muy interesada en este chico ¿acaso te gusta? Puedo dejártelo si eso quieres—me dices con una cara aburrida y después te ríes, suavemente, como una brisa de verano.

Ah, quiero llorar.

—No digas tonterías, no me gusta ese chico, solo quería ver si estabas interesada en él.

—No me desagrada. Creo que aceptaré su invitación, me muero de hambre—tu cara sigue pegada a la pantalla del celular mientras tecleas rápidamente. Algo dentro de mí se rompe y me recargo en mi cama, dejando caer mi cabeza hacia atrás para apoyarla en el colchón.

Ah, Lilly, en serio que eres una tonta.

No te has dado cuenta que, a lo largo de los años, mi corazón ha cambiado.

Ya no puedo seguir siendo una simple “amiga”. Ahora tengo sentimientos románticos por ti.

—¿A qué hora regresarás? —te pregunto fingiendo que hay cosas importantes en mi celular, pero es solo una fachada. No puedo verte a la cara, tengo miedo que te des cuenta de mis verdaderos pensamientos.

—¿A las ocho? ¿Nueve? ¿Diez? No lo sé, depende de lo aburrido que sea—escucho como sorbes de la pajilla y me comienzo a irritar. ¿Tendrías la misma cara si supieras lo que estoy pensando? ¿Hablarías de la misma forma?

O ¿sería peor?

—Hm, ya veo.

—Sí.

La conversación se muere y escucho como empiezas a guardar tus cosas en tu bolso, al parecer la reunión de “nosotras dos”, acaba de pasar a segundo plano. Desvio mis ojos y veo tu perfil, te estás colocando ese labial rojo que siempre te hace ver más linda. Desvías tu mirada hacia mi dirección y después de varios segundos me sonríes de lado.

Ah Lilly, en verdad te amo.

¿Por qué me tengo que sentir así?

¿Por qué se cataloga como raro el hecho de que ame a una mujer… siendo yo una?

—Voy a volver… no estés tan melancólica Rosé, es comida gratis—me dices suavizando tus facciones mientras te giras y vuelves a mirarte en tu espejo de mano, arreglándote las pestañas.

¿Y cuánto tiempo seguirás volviendo a mí, Lilly? Tengo miedo, mi vida siempre ha estado llena de tu presencia, no sé cómo prepararme mentalmente para cuando elijas a alguien que no sea yo.

—Solo quería pasar la tarde contigo, Lilly.

—Ahora pasarás la noche conmigo—y así solucionas todo—Por cierto, mañana teñiré tu cabello, el mechón azul se está decolorando.

—Ah, sí.

Y yo tengo puesta tu marca también, es la forma que tenemos de colocar nuestra presencia en la otra, ella usa mi color favorito y yo el suyo.

—Me voy.

Y entonces giro mi rostro viendo como tu espalda se aleja lentamente, saliendo por la puerta de mi departamento. Ah, sí tan solo supieras… que tan rápido late mi corazón y que así de veloz se está ahogando en tristeza.

.

.

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Los días pasan y ese chico que no tenía importancia, deja de mandar mensajes para empezar a hablarte.

Tu cara que siempre parecía aburrida comienza a cambiar, ahora sonríes y a veces te ríes.

Mi cabello rubio, comienza a perder su azul y siento cómo nos vamos distanciando, cada vez, con cada risa que no provoco yo… siento como me asfixia la agonía de este amor no correspondido.

—Lilly—digo tu nombre y veo cómo alzas una ceja, quedándote callada.

—Si no tienes nada importante que decirme Rosé, no interrumpas—me regañas, mientras cubres tu celular para que ese chico no escuche nuestra conversación.

Ah, sí al menos supieras… tengo mucho que decirte.

Tantas cosas que tendrías que escuchar hasta que tengas el doble de tu edad.

Un montón de recuerdos y sentimientos que se acumularon a lo largo de los años y que ahora quieren desbordarse.

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Y entonces comienzas a compartir tus días con ese extraño que se volvió más importante que yo.

No recuerdo cuándo fue la última vez que me visitaste. Tomo el celular para ver nuestra última conversación y releo nuestras pláticas monótonas y tus contestaciones cada dos horas.




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