La tarde está siendo golpeada por un fuerte aguacero, el clima se ha tornado más frio que de costumbre y los humanos corren como hormigas intentando librarse de las espesas gotas. Los autos se mueven despacio, la niebla ha hecho presencia y es lógico que no puedan ver con claridad las calles, todo se ve tranquilo, pero sé que en pocos segundos todo cambiara.
Llevo más de mil años en ésta práctica, y aunque estoy acostumbrado a ello, hay escenas en las que me gustaría huir y no tener que presenciarlas. Los mortales suelen afanarse por cosas sin sentido, de hecho me atrevo a asegurar que el 90% de los humanos, en este preciso momento están pensando en sus problemas, decepciones y cuales quiera de situaciones que a la larga solo los desconcentran de la que debería ser su misión en el mundo: Ser Felices.
El semáforo sea tornado en rojo, la fila de autos se detiene esperando el cambio de luces, como es de costumbre, no así un joven algo colérico ignora la advertencia y sale rompiendo su propio record, antes de que pueda percatarse de lo que va a ocurrir, impacta detrás de una camioneta haciéndola rapar por la carretera, choca contra un poste que la desestabiliza y comienza a dar volteretas a lo largo de la avenida. Los murmullos y lamentos son escandalosos, pero me concentro en percibir los vidrios cayendo al suelo, el crujir del metal contra el pavimento, el grito desgarrador de una madre y el débil latido de un diminuto corazón. Suspiro entendiendo que ha llegado mi hora. Me acerco a la camioneta y me siento junto al pequeño bebé, su madre esta golpeada muy fuerte en la cabeza, estoy seguro que una de sus piernas está rota, pero hace todo lo posible por llegar al asiento trasero en donde se encuentra su pequeño. Debo hacer esto rápido, ya que si dejo que lo vea con vida, se culpara de por vida por no haber actuado de manera rápida, aunque en su condición todos sabemos que sería imposible. Llevo mi mano a su cabecita y traigo su inocente alma a descansar junto conmigo en la eternidad.
Vago por las calle en compañía de un rostro sonriente que me mira con diversión, si recordara que dejó a una madre rota por dentro, su mirada seria otra. No entiendo porque sus recuerdos son borrados una vez mueren, mientras que los míos permanecen intactos para hacerme la existencia más miserable, es decir, no tiene lógica, yo siquiera conozco a estas personas, no considero correcto el tener que recordar la forma en la que descienden a mi dimensión. Algunos episodios son aterradores, Soy la Muerte, pero definitivamente hay cosas de éste trabajo que no me gusta, y la mayor de ellas, es que no hay lugar a carta de renuncia.
Porque la muerte no puede morir? Digo para mis adentros, ya no quiero hacer esto, porque más bien no baja del cielo y hace su trabajo sin enviar a otros. A fin de cuentas yo no dispongo de la vida, es él quien ordena, pero claro, allá todos están felices, cantando y bailando sin preocupaciones ni molestias, mientras tanto, yo aquí, solo como la peor escoria, sumido en memorias que siquiera me pertenecen, atrapado en la obligación de hacer el trabajo sucio de otros. Preferiría estar en el infierno, allá por lo menos tendría compañía aunque fuera de seres más desagradables que yo.