Debe besar a la novia

Capítulo 1: La línea

Capítulo 1: La línea

Isabella:

En la vida de toda persona hay un acontecimiento que es la línea que separa un antes y un después. En la mía al ser una persona normal, existe uno; el detalle es que el antes era perfecto y el después es... Bueno mejor dejémoslo así.

El día de la "línea" era un día como cualquier otro si exceptuamos el hecho de que estaba cumpliendo 18 años. Se suponía que sería el día perfecto y que haría una fiesta por todo lo alto aprovechando el viaje de mis padres, quienes no se querían ir y dejar a su pequeña pupila. Pero, mi amiga —mejor amiga— Daniela, los convenció alegando que necesitaba un poco de libertad. Y era cierto, mis padres eran sumamente protectores, de lo cual no me quejaba porque me sobraba atención y cumplían mis "pequeños" caprichos.

Algunas personas me tildaban de mimada, pero no me importaba; Era feliz. Tenía cada cosa que necesitaba y mi futuro estaba asegurado. Después de pasar dos años sabáticos viendo televisión, leyendo y jugando videojuegos, mis padres habían conseguido que fuese aceptada en una universidad de Miami a donde nos mudaríamos y ahí estaba el motivo de su viaje, iban a preparar el terreno.

Por todo el asunto de “no te veré más, será el último cumpleaños que pasemos juntas y más bla, bla, bla”; Daniela había insistido, mejor dicho, rogado en que ese día hiciésemos algo alocado. No era muy partidaria de desobedecer a mis padres, pero ellos nunca habían dicho la oración "No hagas una fiesta en la casa", aunque supongo que no se les ocurrió. ¿Por qué no se les ocurrió?

Así que cuando mis progenitores se fueron nos pusimos en marcha, teníamos que invitar a nuestros viejos compañeros del colegio, a los vecinos....

—¿Vecinos? —pregunté inquieta sabiendo a quienes se refería.

—Si—afirmó dando brinquitos— ¿No tiene nada de malo no? Además, tengo muchas ganas de ver a Richard.

Resoplé, que asistiera Richard solo significaba que asistiría Rodrigo y eso era lo que menos deseaba. Él, era la última persona a la que quería ver cuando solo faltaban pocos días para irme. Lo odiaba a muerte.

Obviamente que lo odiase tenía sus motivos, era el vecino de la casa del frente y nuestros padres por castigo del destino se llevaban bien y cuando digo bien es bien. Hacían reuniones juntos, asistían a clases de Pilates y comían cada fin de semana de ser posible. Antes, tenía que ir a cada comida de forma obligatoria, pero cuando cumplí quince años mis padres dejaron de molestarme, al notar que lo detestaba.

Rodrigo era el ser más repulsivo y repugnante que conocía, siempre buscaba el modo de meterse conmigo, criticar mi modo de vestir, de hablar y hasta de caminar. Decía que era engreída, consentida y flacucha. Todas sus frases dedicadas a mí eran para señalar algún defecto, que si tenía los ojos muy juntos, el cabello quemado, los pies muy grandes —Lo cual era falso porque calzaba 37—, aquellos motivos para detestarlo se quedaban cortos para la infinidad de cosas que me había hecho.

—Planeta tierra llamando a Isabella— dijo Daniela moviendo su mano frente a mis ojos.

—Ah sí, creo que deberíamos dejar a los vecinos por fuera.

Los hombros de mi amiga cayeron y su rostro se descompuso con una mueca triste mientras me observaba con los muy famosos ojitos de perro.

—Por favor— rogó— será tu última fiesta conmigo, tu mejor y única amiga—añadió resaltando la palabra única, lo cual me molestaba sobremanera, sabía que no era muy fácil de tratar, pero al menos tenía una amiga y... Bueno a quien engaño solo la tenía a ella.

—Está bien, pero encárgate tú de todo.

 

—Perfecto— concluyó con una sonrisa.

En aquel momento no tenía idea de que con aquel perfecto sucedería algo que ni un millón de años hubiese previsto.

*-*-*-*-*-*-*

Daniela era muy buena con las fiestas, siempre se le había dado bien sobresalir y ser popular. Tenía muchos amigos y era amable con todo el mundo lo que a mí de cierta forma me fastidiaba, pero tampoco me desagradaba, porque como ella había dicho era mi única amiga.

En el colegio fue la única persona capaz de hablarme con naturalidad, después de todo, la mayoría se asustaba cuando se enteraba de que mis padres eran los fundadores del bufete de abogados más importante del país y que sabían ejercer muy bien su profesión.

Nuestras personalidades se complementaban ella era espontanea, coqueta, simpática, pero indecisa; Yo era temperamental, antipática, introvertida, pero decidida. Eso nos hacía ser mejores amigas, además del hecho de que ella era la única capaz de soportar mis cambios de humor y mis ataques de ira.

Lo que no le había dicho a Daniela era que mis padres estaban haciendo trámites para conseguir un traslado de universidad para ella y que era casi seguro que podría irse con nosotros. Sus padres estarían encantados con la idea de que su hija pudiese desarrollarse en otro país con mejores oportunidades.

Suspiré mientras me acostaba en el sofá mullido de mi casa y escuchaba a mi amiga parlotear por teléfono. Aquel iba a ser un día largo.

Y efectivamente lo fue, Daniela y yo fuimos al supermercado a comprar cuatro cajas de cerveza —bebida que odiaba por lo que añadí a la compra tequila y Vodka— agregamos al carrito comestibles, cremas y diversos pasapalos, mientras bromeábamos acerca de quienes irían a la fiesta.



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En el texto hay: boda, romance, triangulo

Editado: 02.05.2021

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