Debí Pedirte Que Te Quedaras

Un Amor Como El Tuyo

Capítulo 16---Un Amor Como El Tuyo

 

 

Mi pasar es lento, como la caída de la lluvia de aquella tarde en la que rendí en un lugar en el que solo conozco a una persona. Me veo un tanto acabada.

Seco mis lágrimas al sentir el frío golpe del viento en mi rostro. Supongo que mis mejillas deben de estar rojas y mis labios no dejan de sacudirse por la baja temperatura; deben estar agrietados.

Ahora puedo decir que la vida de él debe de estar completa, que le cerré un libro de su vida que quizá no quiera volver a repetir. No hay más que dolor y una mezcla de aprendizaje que seguramente en algunos años entenderé.

Él ha encontrado a una chica, una muy bella seguramente que debe ser el deleite en sus noches de placer. Supongo que se casará con ella, que tendrá hijos y asentara cabeza. Cualquier chica podrá darle lo que yo no puedo.

Solo deseo que sus sueños se cumplan, aunque yo no éste en su vida.

Sigo mi andar lento mientras meto mis manos en los bolsillos, aspirando todo ese aire inundado del humo de los autos y los tabacos de los que han buscado otra forma sencilla de entrar en calor. El viento me despeina, pero me importa muy poco si alguien me ve desarreglada. Ya estoy acabada por dentro, qué más da lo del exterior.

—Mi viejo amor… —musito para mí—. ¿Por qué no lo dimos todo cuando pudimos?

Y estábamos destinados a separarnos antes de empezar esta fallida relación. Espero en el fondo que Romel no se esconda en las mentiras y en el azar de sus represiones, solo deseo que sea él mismo.

Un auto muy cercano, con un padre enardecido y una madre decepcionada se estacionan junto a mí, veo tras de ellos a dos pequeños que tratan de distraerse con otras cosas para no afrontar las discusiones de sus padres. Sea cual fuera, me gustaría darles un consejo, que dejen aquel orgullo encadenado a su pecho a un lado y se den la satisfacción de pedir disculpas. A veces un «lo siento» es más importante que varias explicaciones. El auto se mueve de mi lado luego del cambio de color de semáforo, supongo que su discusión no la entenderé como tampoco ellos sabrán quién soy yo.

Debí haber parecido una mujer muy desesperada para ir a buscarlo en su propio apartamento dándome el lujo de ir a pedir una disculpa. La repuesta que me doy a mí misma para no tener vergüenza es que no pude afrontar el problema hace años y mantenerme alejada por más tiempo no era lo correcto. Aunque ahora entiendo que ir por respuestas fue mucho más doloroso de lo que había pensado.

Paso un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja mientras paso por el tramo de un puente de concreto, adornado con farolas de bronce de tres brazos cada una, en el decorado puedo apreciar unas guirnaldas que un miope seguramente no vería.

Estoy segura que nunca en la vida encontraré un amor como el de él. No deseo ser derrotista o cambiar mi nombre al de María Magdalena, solo creo que no voy a ser la misma dejando que algún extraño bese mis labios, que un hombre común toque mi piel. No creo que yo merezca tan poco y Romel no es el mejor hombre del mundo, pero es el hombre que deseaba tener en mi vida.

Tomé un taxi luego de haber visto la gran cúpula de la basílica de la ciudad que según lo que sé, se construyó en los años 1800, cerca las fechas de una de las primeras guerras civiles. Tan solo pongo mi cabeza en la ventana muy despacio, no sé cómo le expliqué al señor taxista el lugar al que tiene que llevarme, pero por el movimiento vamos en camino.

Mi nariz gotea un poco de moco, trato de limpiarlo con algunos pañitos de mi cartera que siempre traigo conmigo. Ahí tengo alguno de mis borradores, los que he estado hundida escribiendo. Después de todo esto supongo que no tendré inspiración para seguir escribiendo o quizá después de un corazón roto logre crear arte. No lo sé, mi corazón duele demasiado y no me importa embriagarme con un extraño en algún club nocturno y pegar alaridos en el coro de una canción de despecho.

Llego al hotel y luego de darle mi anuncio a la señorita de que me iré, la recepcionista se comprometió en buscarme un boleto.

—¿A dónde será su siguiente parada, señorita Castellanos?

—Cualquier lugar lejos de esta ciudad es bueno, señorita.

Ella apaga su sonrisa. Es mujer y me entiende al vistazo. No me pregunta lo que siento porque lo percibe. Pero toma mi mano para darle calidez y le agradezco por eso.

—¿La capital le parece bien?

—Suena perfecto —respondo con una sonrisa fingida.

Dejo a cargo otras cosas, me confirma la hora exacta de la salida de mi autobús y le diré que deseo ir a descansar un poco, arreglar mi equipaje, juntar un poco de valor de todo esto y salir de esta ciudad lo más pronto posible.

Supongo que ella conocerá mucho de las decepciones amorosas, es una chica hermosa que con su mirada cálida, me da la mejor intención de hacerme sentir mejor. No hay nada que me dé un respiro. Arrastro mis pies como puedo, respiro muy profundo, subo por el maldito ascensor y salto a la cama. Deseo gritar, llorar, dar alaridos, pero no sería justo para los huéspedes de los cuartos vecinos.

Guardo cada prenda en aquella maleta que he traído. No estoy segura que día es hoy, tampoco me importa. Si pienso un poco más, me arrepiento de no haber hecho algo más espléndido para mi encuentro con él. Supongo que se sintió minimizado por la forma tan seca en la que llegué a afrontar el problema.

Luego de haber guardado un gran sostén de flores que compré por catalogo y que gracias a dios me quedó, me di cuenta que el teléfono del velador, junto a la lámpara empieza a sonar. Aquel sonido estridente realmente me desbarata los oídos. No quiero contestarlo, seguramente quieren ofrecerme la última comida o preguntarme si necesito algo más. No contesto, no deseo hacerlo. Aquel cacharro se calla luego de varios intentos y antes de que pueda ir al baño a tomar mi cepillo de dientes y mi desodorante junto con una fragancia francesa que compré hace tres meses, vuelve a sonar.



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En el texto hay: desamor, amor, decepción

Editado: 08.11.2020

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