Decidí No Amarte

Instantes

Y ahí estaba yo, el brillante detective Andrés Mendoza en esa enorme casa, llena de lujos, comodidades, pero en una completa y oscura soledad, ¿de que me servía todo eso? De que me servía tener una carrera exitosa, ser un buen detective según mis compañeros si no la tenía conmigo. Ella me impulso, me hizo creer en mi, era invencible a su lado, entonces ¿que paso? ¿Porque se fue? ¿No basto todo esto?.

Ya pasaron tres meses desde que Ana se marchó, fue justo en su cumpleaños, le prepare lo mejor, una gran sorpresa en nuestra casa, cena, regalos, todo lo que le gusta, ni siquiera probamos la cena, sólo entro a la habitación por sus cosas, me pidió perdón y se marcho.

Por primera vez, me sentía vulnerable, sin pistas que me llevarán a descubrir que sucedió, seguro fue mi culpa porque ella, es perfecta, dulce, tierna, inteligente, segura, aunque testaruda también, pero me tenía loco, aún me tiene así, no he tenido noticias suyas, para quienes la conocen fue igual de sorpresivo su repentida partida, si decía que yo era el amor de su vida. Ha pasado Navidad, el fin de un año y el comienzo de otro en el que yo no me veia sin ella.

Sin notarlo, en un chasquido se esfumó, felicidad, amor, ilusión, todo lo hermoso que pude tener, lo cambie por esta desesperante angustia, sus padres me han suplicado agotar todos mis recursos hasta encontrarla, no podía ser de otra manera, desde esa noche es mi única misión. Sin embargo, cada día se apaga mi esperanza, la luz que motiva mi esfuerzo se está extinguiendo a cada segundo sin noticias de Ana, ojalá hubiese dejado algo que aclarara mi duda.

-¿Mendoza, sigue en ese caso?- mi jefe, el comandante Ramírez me desconecta de mi mundo

-Disculpeme, sabe qué no voy a dejarlo-

-Pues te necesito con tus cinco sentidos en el trabajo Mendoza, hay un caso que tienes qué investigar- dejando sobre mi escritorio un montón de hojas de un expediente

-Como usted ordene comandante- fue lo último qué le dije antes de que cerrara la puerta de mi oficina con fuerza.

Tomé el expediente, de el cayó al piso una fotografía, al tomarla una punzada fuerte sentí en mi pecho, Ana, mi princesa, estaba en esa foto, agite mi cabeza intentando asimilar lo que tenía frente a mi, hoja por hoja encontré que no era el único que la buscaba, todo mi equipo, incluyendo a mis jefes en una grata solidaridad, apoyandome, no cabía de alegría, pegué un salto de mi asiento en busca de lo que tenia en mis manos, llegué casa, empaque en una pequeña maleta, mucho más que un equipaje, mi vida entera.

Para ese entonces ya era Febrero, todo a mi alrededor olía a san Valentín y yo, solitario, abandonado pero con la mente y corazón puestos en mi objetivo, gracias al comandante Ramírez y a mis compañeros de equipo, logré dar con la pista más cercana al amor de mi vida, dejé Cuernavaca para aventurarme por todo México, playas, bosques, no importaba, iba por doquier preguntando, siguiendo su rastro.

En este tiempo, he reflexionado sobre lo mucho que puede impactar en tu vida la llegada de alguien, como mueve todo en ti y como lo destruye al marcharse, así como llegan sin aviso, deberían al menos, prepararte para lo peor, comprendí qué dar por hecho que se quedarán es el error más grave que se comete siempre, garantizar por adelantado que seguirán a tu lado por los siglos de los siglos, es aceptar tu condena antes de ser sentenciado a muerte.

Ana no sólo se llevo ese vestido de flores que al viento danzaba, mi tranquilidad, la olvidé en el suéter azul que la vi guardar de prisa, es por eso que ahora la idea del amor, me parece efímera, sin sentido, ver tantas parejas demostrandose afectó más por la fecha que se aproxima que por así sentirlo, es deprimente, con mi amada no celebraba el dia de San Valentín, al contrario, teníamos la costumbre de pasarlo a solas, era extraño quizás, pero lo disfrutabamos.

-Sí, ella estuvo aquí...- dijo el anciano de la cafetería del centro en Queretaro, la describió tal como la recuerdo, hermosa pero con algo diferente

-Era muy bonita, pero tenía demasiada tristeza en el alma- agrego el viejo, sus palabras llenaron mi ser de desconcierto

-¿Le mencionó a donde iba?- pregunte desesperado

-Sólo dijo "se me hace tarde"- y a mi el tiempo se me agotaba cada segundo.

Queretaro, Puebla, Guadalajara, cada ciudad donde ella dejo rastro, lo seguí sin detenerme, un paso detrás de Ana, maldita mi suerte dije entre dientes la ultima vez que estuve a nada de encontrarla, entonces algo sucedió, buscándola en Guanajuato, llegué al famoso callejón del beso, recordé la insistencia de Ana en que cumplieramos la tradición de los enamorados, besandola en un escalón en específico de ese callejón, comprendí que en cada lugar que visité, dejamos parte de nuestra historia, como ese callejón. Algo dentro de mí se iluminó, me dio una extraña motivación ¿Acaso mi amor está poniéndome a prueba?.

-¿No les ha llamado?- pregunte a sus padres esperanzado

-Andrés, igual que ayer y el día anterior, la respuesta es la misma...- respondió su madre confirmando que no



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En el texto hay: amor, romance, drama

Editado: 02.03.2018

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