Pero un día los soldados llegaron donde el hijo mayor de Dukra, lo acusaron de robar el tesoro del Rey, en dos días lo decapitarían en ejecución pública.
Apenas la mujer inmortal supo lo que pasó se movió rápido, de nuevo sacó algunos tesoros más, y los escondió en una pradera, se comunicó con su hija Teri para que ella pudiera salvar a su hermano.
El día de la ejecución la más contenta era Pavidus, ahora empezó a pensar cómo lograr que acabarán con resto de los hijos de la maldita que le quitó al amor de su vida.
Teri fue a hablar con el Comandante, que temía una revuelta, ya que algunos de los aldeanos estaban molestos, y querían salvar al hombre, a pesar de que según decía la mujer celosa era el hijo de una bruja, todos recordaban que la mujer siempre estuvo presta a ayudar a quien lo necesitaba.
— Señor, soy la hermana del condenado, puedo demostrar que él no robo nada.
— Qué puedes decirnos tú, mujer.
— Síganme, por favor — rogó.
Los llevó donde Dukra enterró los tesoros robados.
— Esto lo encontré yo, y se los pasé a Pirmo para que los vendiera, no pensé que fueran parte del tesoro real, estaban acá en medio del bosque, cerca de nuestra casa.
Con mucho alivio, el soldado decidió suspender la ejecución, y dejarlo libre, todavía creía que le debía algo a la madre del condenado, porque ella salvó a su hija de una fiebre. Pero Pavidus siguió instigando, aunque ya nadie le hacía caso. Dukra, al escucharla escondida cerca del pueblo decidió que por el bien de su familia esa mujer debía desaparecer.
Unos días más tardes, aprovechando que se celebró el festival de la primavera, la gente del pueblo se reunió para festejar la libertad de Pirmo, por eso la mujer amargada se fue al bosque a buscar frutos, estaba en eso cuando sintió unos pasos apagados atrás de ella, volteó rápidamente para sentir que su sangre se helaba en las venas.
— Tú... no puede ser, vi tu cadáver, ni una bruja pudo sobrevivir a un ataque como ese — dijo blanca como la nieve.
— No soy una bruja, ni un hada, ni un espíritu del bosque... soy tu muerte.
Pavidus retrocedió, desde el pueblo alguien la vio al filo del acantilado, le gritaron para que no siguiera moviéndose, pero no escuchaba ni veía nada, su mirada seguía fija al frente, al dar otro paso cayó como una piedra al fondo del risco, muriendo en el acto.
Cuando la enterraron, muchos especulaban que pudo haber pasado.
— Tal vez un lobo la acorralo — sugirió uno.
— O un oso — supuso otro.
— No lo sé, pero su expresión de terror no tiene nada que ver con la caída — respondió el primero.
Solo los hijos de "la hada" suponían la verdad, pero ninguno se atrevió a preguntarle a su madre. Sin esa mujer todo fue tranquilo en el lugar, Dukra iba y venía, con sus conocimientos ganó dinero, seguía buscando quien pudiera devolverle su mortalidad, pero no lo consiguió. Con el tiempo los nietos, bisnietos, tataranietos, etc. de la joven pensaban que ella era un ángel que los iba a visitar.
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Nueva York 12 de diciembre de 2012 23.25 hrs.
— Eso tuve que hacerlo para proteger a mi familia — explicó la joven, bajando un momento la espada, para luego volver a subirla.
— Te daré la mortalidad que quieres, solo entrégame a la niña, o quieres seguir viendo morir a quienes amas ¿Recuerdas ese dolor?
En el pasado, año 1347, inicio de la peste negra.
— Mi pequeña, use todos mis conocimientos curativos, pero nada funciona — Dukra lloraba agotada al lado de una de sus descendientes más jóvenes.
— Lo siento ángel, ya no puedo más — la niña murió en sus brazos.
Luego de un par de años, enterró a toda su familia, el dolor fue tan grande que decidió no volver a tener hijos, el ver morir a su familia fue demasiado fuerte, mientras no volviera a ser una humana normal, decidió cerrar su corazón.
Incluso desde ese momentos solo tuvo uno que otro amigo, al verlos desparecer su corazón se cerró un poco más cada vez, los últimos que tuvo fueron de una tribu de América del sur, vivió con ellos en unión con la naturaleza, esa gente la trató como un espíritu del bosque, le dieron su propio tipi y le enseñaron de curaciones, pero toda esa tranquilidad duró hasta que soldados de caballería atacó a la comunidad, cuando los hombres de la aldea no estaban, mataron a los niños, a los ancianos, les dispararon a las madres que trataban de proteger a sus bebés. Ella trató de enfrentarlos, pero fue golpeada para dejarla inconsciente, los militares pensaron que era una prisionera por tener la piel clara y hablar su idioma, luego de que fue liberada, nunca más hizo amistades ni tuvo contacto cercano con nadie, solo vivía el día a día, sin más perspectiva que el horizonte, que siempre era distinto.
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Nueva York 12 de diciembre de 2012 23.30
— No quiero la mortalidad si está pequeña debe sufrir, no dejaré que la dañes, es un espíritu puro, te queda poco tiempo, no podrás detenerme ¿Olvidas que soy inmortal?
— Y si te hago mortal de nuevo — volvió a tentarla el demonio mayor — podrás rehacer tu vida ¿No te gustaría tener de nuevo a un hombre a tu lado?
En el pasado, año 1940.
Hasta que el corazón de Dukra la traicionó, al pasar por un lugar tranquilo, una ciudad que apenas aparecía en el mapa, un sacerdote católico la hizo volver a enamorarse, su cara era como ver a un dios de su época, su voz dulce, pero cuando se molestaba se volvía profunda. Decidió hacer de nuevo una familia, pero el problema fue que el hombre no la veía igual, trató de conquistarlo, se le insinuaba y coqueteaba descaradamente, pero el sacerdote no le hizo caso, ella iba a verlo cada cierto tiempo, entre sus viajes, cuando pasaron 15 años, el hombre le hizo por fin la pregunta de siempre, porque no envejecía.