Decisiones

Nekal

— Eso es imposible, tal vez solo envejeces lentamente— respondió nervioso el sacerdote.

Ella tomó un cuchillo y se cortó un dedo, que inmediatamente volvió a su mano, se limpió la poca sangre que le quedó.

— Eso no puede ser. Eres un demonio — dijo asustado tomando su crucifijo, pensó que se disolvería en humo si la tocaba con él.

— Soy una mujer de carne y hueso — se rió al ver cómo trataba de exorcizarla, sujetó con su mano la cruz — que te ama — trató de besarlo, pero el hombre la apartó.

— Soy un hombre de Dios, estoy consagrado a la iglesia.

— Que dios es ese que no permite que dos personas que se aman no puedan estar juntas, no te pido matrimonio, solo déjame amarte — siguió hablándole melosa.

Pero él la apartó de su lado, violentamente.

— Estás loca, me debo a Dios, el único y verdadero, es un pecado lo que quieres, no caeré en la tentación que me ofreces.

— ¿Tu dios es único, verdadero? Es uno entre mucho que he conocido — por fin se aburrió de los rechazos del hombre.

— Él es el verdadero, murió por nuestros pecados y revivió de entre los muertos para darnos la posibilidad de la vida eterna, luego que pasemos a la eternidad.

— No es el primero ni el último que pasó por eso en este mundo.

— No blasfemes.

El sacerdote tomó un poco de agua bendita y se la tiró a la mujer, que ya no lo encontró gracioso, para ese momento estaba furiosa.

— ¿No conoces la historia de Osiris? Murió y fue resucitado por Isis. Y Viracocha, Mitra, Dionisio, Sidharta, Buda, Krishna, Zoroastro y tantos otros que nacieron de una virgen, murieron y volvieron del mundo de los muertos ¿Por qué debo cree en tu dios y no en ellos?

— Porque es el verdadero.

— Para ti — puntualizó molesta porque no logró su objetivo.

 Y para ti también, solo cree en él, todos tenemos nuestro lugar en su plan.

— ¿Y el mío cuál es? Pasé dolor, miedo, vi gente buena morir, según tu dios cuando uno se porta bien y no hace mal a nadie, recibirá su premio, pero luego de muerto ¿Por qué si tu dios es amor no los premia en esta vida? Los tuyos con sus sotanas negras llegaron con los incas, mayas, destruyendo sus dioses, todo lo que sabían, tenían un conocimiento tremendo y los trataron como animales, y todo fue en nombre de tu dios.

Dukra miró a los ojos al sacerdote, por un momento lo vio dudar, aprovechó ese momento de debilidad para tratar de convencerlo de irse juntos.

— Ven conmigo, deja esto, seremos felices — se le acercó para besarlo, pero él la apartó de nuevo.

— NO — su mirada volvió a ser firme — he dado mi vida a Dios, y aunque no creas en él, te protegerá y te cuidará, te dará una recompensa en la eternidad si llevas una vida virtuosa.

— ¿Y dónde está esa buena vida para quien no muere? Donde estaba cuando todas esas buenas personas que conocí fueron asesinadas, torturadas, eran tratados como bestias porque no creían en tu dios, si uno no cree en él, pero hace obras buenas, no importa, igual se va al infierno.

— Lo primero es creer en él, así tendrán su recompensa en el otro mundo, en la vida eterna.

— Que lindo decirles eso para que los poderosos los aplasten y el pueblo no haga nada, por eso los que visten como tú, y se hacen llamar enviados de dios no quieren que uno haga control de natalidad, mientras más hijos tengan, más pobres serán, e ignorantes, así no se revelarán contra ustedes y los adinerados

El sacerdote la miró con tristeza, y piedad.

— ¿Por qué me ves de esa manera?

— Has perdido la fe en algo superior, por eso hablas así.

— Solo digo la verdad, que se saca con ser bueno, el premio debería estar en esta vida, no en la otra, quédate con tu dios, veremos si te consuela cuando estés viejo y solo — nunca más fue a ese lugar.

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Nueva York                              12 de diciembre de 2012                          23.40 hrs.

— No me importa seguir sola — dijo Dukra con lágrimas en sus ojos, por todos lo que había recordado esa noche — protegeré a esta niña, solo te quedan unos minutos para destruirla, y yo no dejaré de luchar, y no puedes matarme — remató burlona.

— ¿Y si te reúno de nuevo con Fermer? Mira — el hombre le mostró en una esfera de luz a su amado con ropa moderna — encarnó, solo dame a esa mocosa y podrán volver a unirse, ahora si tendrán la vida que no pudieron.

La pequeña se acercó a la joven, la guerrera le hizo un gesto que se quedara donde estaba, su mirada era firme al volverse hacía el demonio.

— No la entregaré — de nuevo se puso en guardia con su espada en alto.

— Pero si no crees en las fuerzas del bien ¿Por qué la proteges?

Un mes atrás.

Dukra iba en su auto por un camino aislado, de pronto el motor se paró, apenas se bajo escuchó los gritos de dolor de una niña, trató de no investigar, pero su corazón, a diferencia de otras veces, no pudo contener la ira al saber que maltrataban a un ser indefenso. Miró por una ventana hacia la casa que estaba al lado del solitario camino, un hombre estaba golpeando a una pequeñita en el suelo, quien protegía su rostro con los brazos, en ese momento ya no le quedaban fuerzas ni para gritar.

— ¿Qué haces maldito? — Dukra lo encaró entrando por la puerta de la cocina.

— Que te importa, está idiota quemó mi comida.

— Y por eso la tratas así, cerdo asqueroso — era un tipo grasiento, con mirada maliciosa — inténtalo conmigo, malnacido.

El hombre trató de pegarle, pero ella le tomó la mano, le hizo una llave que lo tiró al piso.




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