15 MINUTOS
Stefanía Lancaster
- ¿Entonces el hijo de los señores Scott te atropelló? - Mi madre parecía sorprendida, su voz llena de preocupación.
- He dicho que sí, es un imbécil - Respondí, mi tono aún reflejaba la frustración del incidente.
- Hija, mejor perdónalo. No nos conviene que estén peleados - Su consejo era comprensible, pero mi orgullo se resistía.
- Imposible - Respondí con firmeza, sin dejar lugar a dudas.
- No seas dura - Insistió, intentando suavizar la situación.
- Madre, necesito descansar. Me duele la pierna - Mi voz era débil, el dolor era real y me estaba agotando. Asintió, comprendiendo mi necesidad de tranquilidad.
Abrí la puerta de mi habitación y ahí estaba Rocky, acurrucado en su camita. Una ola de alivio me invadió, un calor reconfortante que disipó parte de la tensión del día. Decidí acostarme y leer La Eterna Promesa, de Julián Blackwood. Siempre me habían gustado sus libros. La historia de Martin y Aurora, dos jóvenes que se enamoran perdidamente en una fiesta, pero que no pueden estar juntos por la rivalidad de sus familias... Me enganchó de inmediato. Media hora pasó volando. Solo me quedaban dos capítulos. Me levanté, con cuidado de mi pierna dolorida, y bajé a cenar. El dolor era intenso, pero traté de disimularlo, concentrándome en la deliciosa fragancia de la comida.
Gabriel Scott
Tenía un dolor de cabeza terrible. Había bebido demasiado. Me sentía mareado, con las piernas temblorosas. Apenas podía caminar derecho. Con dificultad, tomé las llaves del auto de la barra y me dirigí hacia él.
- ¿Te ayudo? - Una pelirroja se acercó, su voz suave y amable.
- No hace falta - Respondí, mi tono brusco ocultaba mi malestar.
- Vale, pero no estás bien - Insistió, su preocupación era evidente.
- Que he dicho que no necesito tu ayuda
- Mi voz era áspera, irritada.
- Está bien - Respondió, retirándose con una mirada comprensiva.
- Vete - Gruñí, mi paciencia se agotaba.
- Amigo, te llevo a casa. Mira cómo estás, chocarás - Su preocupación era genuina, pero mi orgullo herido me impedía aceptarla.
- No puedo llegar a casa así. Mis padres me joderán - Mi voz era un susurro, lleno de resignación.
- Vale, vamos a mi casa - Asentí, derrotado por mi propio estado.
Tenía un dolor de cabeza espantoso, la cabeza me daba vueltas y sentía el cuerpo como si fuera de plomo. Al despertar, vi el techo destrozado y recordé que estaba en casa de Lucas. Abrí mi teléfono y vi un mensaje nuevo.
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"Guarila"
"Más te vale responderme o te la verás Scott, para mañana necesito el trabajo hecho."
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Me levanté con esfuerzo para lavarme la cara. Agarré mi chaqueta y las llaves del auto y salí, directo a casa. Mis padres estaban en la sala, así que entré sigilosamente para que no notaran el olor a alcohol. Me di una ducha rápida y volví a salir, pero mi madre me interceptó. Comenzó su interrogatorio, su voz llena de preocupación y reproche.
- Madre, te he dicho que he estado con unos amigos y me he quedado con ellos
- Mi tono era evasivo, cansado de sus preguntas.
- ¿No desayunarás? - Su voz era suave, pero insistente.
- No tengo apetito - Respondí con frialdad.
- Llévate algo para cuando lo tengas - Su preocupación era genuina, pero yo solo quería escapar.
- Tengo cosas que hacer. Adiós - Salí de casa, dejando atrás sus preocupaciones.
- No podemos hacerlo tan rápido, Scott - Lionel, uno de mis compañeros, expresaba su preocupación.
- Imbécil, es mañana ¡Mañana! - Mi voz se elevó, fuera de control. La presión me estaba consumiendo.
- ¿Cómo carajos quieres que hagamos un trabajo tan arriesgado en unas horas? - Jeremías, otro miembro de mi equipo, cuestionaba mi decisión.
- Mira, te pagaré lo que sea, pero esto es necesario. Tengo un acuerdo con el Conti - Mi tono era desesperado, la adrenalina me empujaba hacia adelante.
- Nos metemos en problemas por esto, te las verás caro - Lionel advertía el riesgo.
- Ya está bien. Cállate. Mejor vámonos - Mi impaciencia era insoportable.
Nos dirigimos a mi auto mientras fumaba un cigarrillo, intentando calmar mis nervios. Arranqué el coche y fuimos directo a la casa de Ronnie, uno de los otros hombres. Llegamos y comenzamos a ejecutar el plan. Estábamos sentados en la sala de la casa de Ronnie, rodeados de los compañeros del equipo. La tensión era palpable. Hoy era el día.
- Muy bien, repasemos el plan una vez más - Dije, mirando a cada uno de ellos. Mi voz era firme, pero mi corazón latía con fuerza. - La joyería cierra a las 21:00. Entramos a las 23:00. Tenemos 15 minutos para hacer nuestro trabajo - Alex asintió, su mirada seria y concentrada.
- El sistema de seguridad es avanzado, pero nuestro hacker, Rachel, tiene la clave para desactivarlo - Expliqué, mi voz era tranquila, pero mi mente estaba a mil por hora.
- Una vez dentro - continué, - nos dividimos. Alex y yo nos encargamos de la cámara acorazada. Rachel y Mike se ocupan de la caja principal".
El Plan:
1. Ingreso silencioso por la puerta trasera.
2. Desactivación del sistema de seguridad.
3. Acceso a la cámara acorazada.
4. Extracción de fondos.
5. Retirada rápida.
- Recuerden - advertí - disciplina y precisión. No queremos víctimas inocentes.
Mi equipo asintió, listo para la acción.
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Nuevo mensaje: Madre
Gabriel, ¿podrías retirar a tu prima Sofía del colegio? Sus padres están de viaje y se quedará con nosotros estos días."
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