ENTRE BALAS
Stefanía Lancaster
Iba caminando por los pasillos del colegio, con demasiada hambre. Decidí ir a la cafetería a pedir unas medialunas con café. Sol y Lili estaban estudiando, sus rostros estaban concentrados en los libros. De repente, choqué con alguien. Los cuadernos que llevaba se esparcieron por todo el suelo, un caos de hojas y apuntes.
- Lo siento, no fue mi intención chocarte - Escuché una voz familiar, y al levantar la vista, un cosquilleo recorrió mi cuerpo.
Era él.
- ¿Tú? ¿Otra vez? - Mi sorpresa fue evidente, mi tono una mezcla de incredulidad y ligera irritación. Me miró con una sonrisa traviesa, esa sonrisa que me hacía sentir una mezcla de enojo y atracción.
- Te ayudo - Recogió los cuadernos con una eficiencia sorprendente, su toque ligero rozó mis dedos.
- Toma - Me devolvió los cuadernos, su mirada era intensa.
- Acaso no es que a ti no te gustaba la escuela? - Mi pregunta fue sarcástica, pero mi corazón latía con fuerza.
- Cambié de opinión - Respondió con una sonrisa pícara, su mirada estaba llena de un brillo que me desconcertaba.
- ¡Gabriel! ¡Aquí estás! - Gritó Sofía, su prima, su voz aguda y estridente rompiendo el incómodo silencio del momento. No éramos amigas, pero la conocía de las clases.
- Sofi - La saludó Gabriel, su tono era amable, pero su mirada seguía fija en mí.
- ¿Ya se conocen? - Preguntó Sofía, su curiosidad era evidente.
- Sí - Afirmó Gabriel, su mirada era intensa, casi desafiante. Yo solo miré hacia otro lado, intentando disimular mi nerviosismo.
- Debo irme - Dije, mi voz apenas un susurro.
- Nos vemos - Dijo Gabriel. Su mirada me seguía.
Lo único que me faltaba era que ahora él también empezaría en la escuela. Mi mala suerte iba de mal en peor.
- Ay, perdón - Dije a Sol, a quien había chocado sin querer al levantarme.
- ¿En qué andas pensando?
- En nada - Respondí, intentando disimular mi agitación.
- Y yo me la creo, no te creo - Dijo Lili.
- No es nada importante - Respondí, mi voz aún un poco temblorosa.
- Vamos a la cafetería, tengo demasiado hambre - Propuso Lili, su tono alegre intentando animarme.
- Vamos - Asentí, agradecida por el cambio de tema.
- Esto lo tenemos que repartir en tres partes - Explicó Lili, organizando nuestros apuntes. En ese momento, Gabriel y sus amigos llegaron a la cafetería y se sentaron justo en frente de nuestra mesa. ¿Por qué a mí?
- ¡Stefanía! ¿Entendiste? - Habló Sol, interrumpiendo mis pensamientos.
- Sí, sí, perdón - Respondí, mi mente aún en Gabriel.
- Oye, tú pareces estar en la luna - Sonrió Sol.
- Entonces tú comienzas - Sol señaló a Lili. - Sigues tú - Me señaló. - Y por último yo.
- Perfecto - Lili asintió, aliviada de que finalmente pudiéramos empezar a estudiar.
No dejaba de cruzar miradas con Gabriel. Ese chico seguro se había propuesto hacerme la vida imposible. Justo en ese momento sonó el timbre. Me salvó...
- Chicas, antes de ir a clases, iré al baño - Anuncié, aliviada de poder escapar de su mirada intensa.
- Vale - Respondieron mis amigas, sin notar mi agitación.
Fui al baño para lavarme las manos, en eso entró Sofía.
- ¿Quieres? - Me ofreció una toallita descartable, pues me hacía falta ya que no tenía con qué secarme las manos.
- Gracias - La tomé, agradecida por su gesto.
- De nada - Respondió Sofía, con una sonrisa amable.
Salí del baño y caminé hacia el aula, la clase ya iba a empezar. Y... para mi mala suerte, ahí estaba él.
- Pasa tú primero - Dijo, su tono cortés, pero su mirada seguía llena de ese brillo intenso que me hacía sentir incómoda.
- Pasa tú - Respondí, mi orgullo herido me impedía ceder.
- Primero la dama - Insistió, su sonrisa traviesa.
- Deja de joder con eso, pasa tú - Mi tono era firme, casi desafiante.
- Orgullosa - Respondió, su sonrisa burlona.
- Idiota - Contraataqué.
Entré y me senté en mi banco, saqué los cuadernos para comenzar, ya que el profesor ya se encontraba allí.
- ¿Puedo? - Susurró Gabriel, su voz baja, casi imperceptible.
- ¿Qué? - Respondí, fingiendo no haberlo oído.
- ¿Puedo sentarme aquí contigo? - Preguntó. Seguro había cometido algo demasiado terrible para que me pasara esto.
- ¿No tienes otro lugar en donde sentarte? - Mi pregunta era retórica, pero mi corazón latía con fuerza.
- No, además aquí me gusta - Dijo acomodándose a mi lado. No respondí, y él ya estaba sentado allí.
El tiempo pasaba lento. Ese chico tenía serios problemas; toda la clase no me quitó de encima los ojos, y la verdad me incomodaba.
- ¿Me ayudas? - Susurró - Es que no entiendo.
- Pídele al profesor que te explique - Respondí, intentando mantener la compostura.
- Pero yo quiero que tú me expliques - Insistió.
- Profesor - grité, mi voz resonando en la silenciosa aula.
- ¿Qué necesita Lancaster? - El profesor, sorprendido, preguntó.
- Mi compañero necesita ayuda y tiene vergüenza de pedírsela - Respondí, mi tono firme, pero mi rostro ardía de vergüenza.
- Oh, ¿por qué Scott? - El profesor, con una sonrisa comprensiva, se dirigió a Gabriel.
Sonó el timbre. Iba a irme, pero sentí una mano en mi brazo.
- ¿Y ahora qué, Scott? - Mi tono era desafiante.
- No me olvidé de lo de hoy.
- Ayy no, me pongo muy triste - Respondí, fingiendo tristeza.
- Te llevo a casa.
- No hace falta, me lleva Rodolfo - Respondí.
Gabriel Scott
Esa chica... era diferente. Sus ojos verdes, su pelo castaño ondulado... era hermosa. Nunca había sentido esto desde Sonia, mi ex. Después de lo que ella me hizo, le hice creer a todo el mundo, e incluso a mí mismo, que no creía en el amor. Pero Stefanía... era diferente, perfecta.