Decisiones Cruzadas

Capítulo 9

UN MUNDO DE SOMBRAS

Stephanie Lancaster

El sol brillaba intensamente mientras desayunábamos frente a la piscina del hotel. Hoy nos esperaba una excursión de trekking en los Pirineos, una actividad que no me entusiasmaba, pero a la que no podía renunciar.

Gabriel y yo habíamos mantenido un silencio incómodo durante toda la mañana, limitándonos a intercambiar breves miradas. Su actitud había cambiado, eso era evidente, y aunque no sabía cómo definirlo, una sensación de tristeza me embargaba. Las chicas y yo nos sentamos juntas a la mesa; faltaba media hora para partir hacia las montañas.

El paisaje pirenaico era imponente, pero el trekking me resultó agotador. Las chicas se quedaron rezagadas, y yo solo deseaba llegar a la meta. Miguel caminaba a mi lado; en un momento dado, casi me caigo, pero él me sujetó con rapidez. Gabriel se encontraba muy atrás, conversando animadamente con Martina. Una punzada de dolor me atravesó el pecho al observarlos.

Finalmente, llegamos a la cima. Descansamos, comimos algo y emprendimos el descenso.

Tras la cena, todos se fueron a dormir, pero el sueño se negaba a llegar a mi. Sofía no estaba, y yo seguía dándole vueltas a la repentina transformación de Gabriel. Anhelaba revivir la noche anterior, pero era una ilusión. Sin darme cuenta me dormí, ya que a la mañana siguiente nos esperaba el regreso a Madrid.

***

- ¿Te gusta alguien? - preguntó con una sonrisa traviesa.

- ¡Que no! - respondí, aunque mi voz sonó insegura.

- Sí, a mí no me engañas, te conozco desde los cinco años. - Lucía conocía mis secretos mejor que nadie.

- No sé si me gusta... - confesé, dudando.

- ¡WOOW!! - gritó del otro lado de la línea, llena de emoción.

- ¡Me vas a aturdir! - reí, nerviosa.

- ¿Cómo es? Quiero saber todo - insistió Lucía.

- La verdad es que no lo sé. Si me gusta, es complicado - admití mi confusión.

- Vamos, cuéntame.

- Necesito que estés aquí para que me ayudes a elegir la decisión correcta - suspiré.

- ¡Sí, también yo! Te extraño, mi niña - La voz de Lucía me reconfortó.

Tras una larga conversación, me preparé para ir al colegio.

Al entrar, lo vi sentado con Martina. Una profunda tristeza me invadió. ¿Por qué había cambiado tanto?

- Estás triste, ya lo sabemos - dijo Lili, acercándose a mí con una sonrisa comprensiva.

- Es que... ¿por qué cambió así? - pregunté, con la voz quebrada. Sol me dio una palmadita en el hombro.

- Ay, Stefi, los hombres... son un misterio - exclamó Sol, riendo. Lili asintió divertida.

- Es un drama total - añadió Lili, imitando una voz dramática, lo que provocó una carcajada en Sol y en mí.

- Pero... ¿por qué actúa así de repente? - pregunté, aún con la tristeza latente.

- Los hombres son así primero te ilusionan y luego te abandonan - dijo Lili.

- A veces, los chicos hacen cosas raras, sin razón aparente. No te preocupes tanto - dijo Sol, abrazándome.

- ¡Sí! Además, hay muchos peces en el mar, ¿no? - bromeó Lili, guiñándome un ojo.

- ¡Es verdad! - respondió Sol. Reí, aunque la tristeza seguía ahí.

- Bueno, pero... ¿te gusta? - preguntó Lili con suavidad.

- No sé... quizás... - respondí, insegura.

- ¡Te gusta! ¡Lo sabemos! - dijeron Sol y Lili al unísono, riendo.

- ¡Ay, chicas! - exclamé, avergonzada pero aliviada por su apoyo.

- ¡Pero no te deprimas! - dijo Sol. - Esta noche salimos de fiesta y olvidamos a ese chico. ¡A bailar y a divertirnos!

- ¡Me parece genial! - respondí, sonriendo de verdad esta vez.

- ¡Eso es mi chica! - gritó Lili.

El timbre sonó, y cada una regresó a su clase.

Caminaba por el pasillo del colegio, llevaba un café, sin darme cuenta ocasione un desastre. Derramé café sobre la chaqueta de un chico. El café se derramó por completo, manchando la chaqueta. Mis manos temblaban. "¡Oh, Dios mío!", pensé, el pánico me invadió.

- ¡Lo siento mucho! ¡Muchísimo! ¡No fue mi intención! - balbuceé, desesperada al ver quién era un escalofrío me recorrió por completo, era Gabriel.

- ¡Ay, Dios mío! ¡Esto es fatal! ¡Perdón! - repetí, con la voz entrecortada por el nerviosismo. Sentía que mi cara ardía de vergüenza.

- Está bien, no hay problema - respondió Gabriel, con una expresión inexpresiva. Su frialdad me hirió demasiado.

- Te ayudo a limpiarlo, espera... vamos al baño, te lo limpiaré. Sáca... - comencé a decir, pero me interrumpió, la vergüenza y la desesperación me paralizaban.

- Stefanía, está bien, lo haré yo - dijo, con la voz fuerte. Él se alejó a su clase, dejándome sola con mi desastre y mi corazón roto.

La desilusión me invadió por completo. La tristeza se apoderó de mí, un eco de la duda resonaba en mi corazón.

Gabriel Scott

Su mirada se habría grabado como un tatuaje en mi mente, era imposible sacármela.
Seguramente estaría pensando que soy un imbécil como todos, y tal vez tenía razón.

Una chica tan delicada, sensible, tan perfecta como ella, ¿qué podía hacer con un imbécil como yo? Sabiendo que puedo hacerle daño, que mi mundo no es un mundo seguro, donde la mafia está presente, la inseguridad es constante, nadie puede sentirse a salvo a mi lado.




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