Decisiones Cruzadas

Capítulo 13

SORPRESAS

Stefanía Lancaster

Habían pasado siete días desde lo sucedido con Gabriel, y mi cumpleaños se acercaba con rapidez. Solo faltaba un día para que llegara el momento de celebrar otro año de vida. Durante estos días, había estado confinada en mi casa, saliendo solo para ir al colegio. Joel se había encargado de acompañarme, ya que estaba castigada y no podía salir sola y de paso Sol y el habían hecho demasiada amistad, a Sol le había comenzado a gustar mi hermano.

Pero hoy era diferente. Hoy iba a pasar el día con Lili, me había invitado a salir con ella y llevar a Rocky, para que pudiera correr y jugar. Joel me había dejado salir con ella, ya que estaba muy cerca de Sol.

Pasamos el día lleno de risas. Primero, fuimos a una tienda de ropa donde compramos un hermoso vestido para la fiesta de cumpleaños que se haría al día siguiente. El vestido era de un color azul intenso que se ajustaba perfectamente a mi cuerpo. Lili me ayudó a elegirlo, y juntas nos reímos y bromeamos mientras me lo probaba.

Después de la tienda, decidimos desayunar en la cafetería Moonlight Café. El lugar era acogedor y cálido, con una decoración que me recordaba a una casa de campo. Pedimos unos deliciosos pancakes y un café con leche, y nos sentamos en una mesa junto a la ventana para disfrutar de nuestra comida.

Mientras comíamos, hablamos de todo y de nada. Lili me contó sobre su semana y sus planes para el futuro, y yo le hablé sobre mi cumpleaños y mis esperanzas para el año que se avecinaba. La conversación fue fácil y natural.

Después del desayuno, decidimos dar un paseo por el parque. El sol brillaba en el cielo, y el aire estaba lleno del canto de los pájaros. Rocky corría y jugaba a nuestro alrededor, disfrutando del sol y la libertad.

Fue un día agradable y relajante, un día que me permitió olvidarme de mis preocupaciones y disfrutar del momento. No había sabido nada de Gabriel desde lo sucedido, y aunque una parte de mí se sentía aliviada, otra parte de mí se sentía triste y confundida. Pero hoy no era el día para pensar en eso.

La invitación a la familia Scott para mi fiesta de cumpleaños trajo consigo una punzada de nerviosismo. ¿Vendría Gabriel?

- Pensé que era algo familiar - murmuré, más para mí misma que para mis padres.

- Hija, será una fiesta enorme. Tenemos que invitar a todos, recuerda que somos nuevos aquí. Es una oportunidad para hacer amistades. Podrías hacer amistad con el hijo de Rafaela y Alejandro, Gabriel - Mi corazón dio un vuelco. La simple mención de su nombre provocó un aceleramiento en mi pulso.

- Iré a mi habitación - dije, con una decepción apenas disimulada, la verdad era que la idea me emocionaba y me aterraba a partes iguales.

La mañana de mi cumpleaños comenzó con una dulce serenata. Mis padres y Joel irrumpieron en mi habitación, cantando "Feliz cumpleaños" y portando un pastel. Los besos en la mejilla, el abrazo familiar, me envolvieron. El regalo fue un celular de última moda lo cual superó mis expectativas.

- Gracias, ¡ay, no hacía falta! - exclamé, conmovida hasta las lágrimas.

- Te lo merecías. Sabemos que estos días han sido bastante tensos para ti y para nosotros - dijo mi padre.

- Me han hecho llorar - respondí, entre risas y lágrimas, mientras abrazaba a mi familia.

La fiesta comenzaba en media hora. Las chicas llegaron para ayudarme a prepararme. Sol estaba pegada a mi hermano, así que Lili se encargó de mi maquillaje. El vestido azul, que había elegido con Lili, me quedaba perfecto. Los tacones delicados y el maquillaje sutil completaban el conjunto. La fiesta se celebraría en el jardín de nuestra mansión.

Poco a poco, los invitados comenzaron a llegar. La casa estaba llena, mis padres habían contratado a un ejército de meseros y cocineros. Era un completo alboroto, pero un alboroto feliz.

Los chicos del colegio llegaron, junto con Miguel, quien ya estaba charlando animadamente con otros. Mis tíos, y mis primos Julián y Ludmila, también estaban allí. Y entonces, la familia Scott. Mi corazón dio un salto al ver a Gabriel. Nuestras miradas se cruzaron, y sentí una descarga eléctrica recorrer mi cuerpo. El latido acelerado de mi corazón era un testimonio de la atracción que sentía, a pesar de la distancia que él había mantenido en el colegio, y del beso que había presenciado con otra chica. Sus padres me felicitaron, pero cuando Gabriel se acercó para hacer lo mismo, me alejé, buscando refugio entre mis amigos. La distancia entre nosotros era palpable. La fiesta ya había comenzado. La música sonaba, la gente reía, bebía y comía con elegancia. Pero yo echaba de menos a Lucía. Era el primer cumpleaños en el que no estaba a mi lado. Siempre había estado allí, desde que teníamos cinco años.

El jardín de la mansión se transformó en un escenario mágico para la celebración. Luces de hadas centelleaban entre las ramas de los árboles, creando un ambiente cálido y acogedor. Mesas largas y elegantes, cubiertas con manteles blancos, se extendían a lo largo del césped adornadas con centros de mesa de flores frescas y vibrantes. El aroma de la comida, una deliciosa mezcla de aromas tentadores. El DJ, estratégicamente ubicado en una esquina del jardín, pinchaba una música suave y alegre, que se mezclaba con las risas y las conversaciones animadas de los invitados.

Los meseros, vestidos con impecables uniformes, se movían con eficiencia entre las mesas, ofreciendo canapés exquisitos, copas de champán espumoso y bebidas refrescantes. Una fuente de chocolate, con una cascada de dulce tentación atraía. Niños, con sus rostros llenos de alegría, corrían y jugaban entre las mesas, añadiendo un toque de espontaneidad y diversión a la celebración. En un rincón del jardín, una mesa de postres ofrecía una tentadora variedad de dulces, desde tartas y pasteles hasta macarons y bombones. Sin embargo, a pesar de la belleza y el esplendor del evento, una sombra de melancolía se cernía sobre mi corazón.




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