Decisiones Cruzadas

Capítulo 15

MÁS ALLÁ DE LA CARRERA

Stefanía Lancaster

El rugido del motor del Ferrari resonaba en el aire, mientras la multitud enloquecía de alegría. El auto había ganado la carrera, y Lucía, a mi lado, se encontraba en un estado de euforia. Cuando el ganador bajó del vehículo mi corazón dio un vuelco. Era Gabriel. Nunca imaginé que participara en carreras ilegales, una sensación extraña me recorrió el cuerpo.

- ¡Amiga! ¿Ese no es Gabriel? - preguntó Lucía con los ojos brillantes.

- Sí, lo es - respondí algo confundida.

La gente comenzó a acercarse al Gabriel, entre ellos Lucía.

- Espera - sentí una mano sobre mi brazo. Era Miguel.

- ¿Qué pasa? - pregunté, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.

- Tengo algo que decirte - dijo con un tono serio.

- ¿Me esperas Lu? - le pregunté a Lucía, que observaba a Miguel con desconfianza.

- Vale, te espero aquí. No te fíes ni un poco de este chico - me susurró al oído, con una mueca de desaprobación.

- No te preocupes, lo conozco - le aseguré, sintiendo un nudo en el estómago.

- Te espero aquí - repitió Lucía, antes de alejarnos unos pasos.

Miguel me llevó a un lugar más apartado, donde la multitud era menos densa. Las luces parpadeantes del circuito iluminaban el ambiente, creando una atmósfera de euforia y peligro. La música atronadora de los altavoces se mezclaba con los gritos de la gente, creando un ruido ensordecedor.

- ¿Qué sucede? - pregunté, con la voz temblorosa.

- No aguanto más, estoy harto de tener que esperarte - dijo, con la mirada fija en mis ojos. En un instante, me besó bruscamente, mientras me agarraba el brazo con fuerza. Intenté apartarme, pero su agarre era demasiado fuerte, me dolía.

Gabriel Scott

Cuando me bajé del auto, la gente me aclamaba. Las luces del circuito me enceguecían, pero entre la multitud, vi una figura familiar. Era Stefanía, aunque no podía creer que estuviera en un lugar como este.

Un escalofrío me recorrió la espalda al verla. Vestía terriblemente bien, un vestido corto color negro que se le pegaba a su cuerpo. El tejido, delicado y brillante, brillaba bajo las luces de la fiesta. Su cabello era un mar de ondas castañas, le caía hasta la cintura, enmarcándole el rostro con una belleza que me hipnotizaba. Cada mechón de pelo parecía bailar al ritmo de la música, como si fueran alas de una mariposa que flotaba a su alrededor.

La seguí entre la multitud, un instinto me hacía sentir que algo no andaba bien. La encontré en un rincón apartado, pero una punzada de dolor sentí en el corazón, estaba besando a alguien.

Un nudo se formó en mi garganta cuando reconocí a Miguel. Una punzada me recorrió el cuerpo, él la agarraba bruscamente del brazo, por lo que visiblemente le estaba haciendo daño, la sangre comenzó a hervirme, como se atrevía hacerle daño. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia ellos y le di un golpe que lo hizo caer al suelo.

Stefanía me miró con los ojos llenos de lágrimas confundida. Miguel, con el rostro ensangrentado se levantó tambaleante con la mirada llena de odio.

- ¡Eres un idiota! - le grité, mientras esquivaba su puñetazo.

- ¡Tú no te metes en esto! - rugió Miguel con la voz llena de furia. No tienes derecho hacer nada. Ella es mía.

- ¡No lo es! - le respondí con la voz llena de rabia. - Stefanía es libre, y tú no tienes derecho a tocarla así.

La pelea se intensificó. Los golpes iban y venían, era un torbellino de puños y patadas. Miguel era fuerte, pero yo era más fuerte que él y más rápido, más ágil. Cada uno de sus golpes me hacía tambalear un poco, pero yo seguía en pie con la furia recorriéndome las venas.

Stefanía, con los ojos llenos de lágrimas, se acercó a nosotros, tratando de separarnos.

- ¡Basta ya! - gritó - ¡Dejen de pelear!

Miguel, con la mirada llena de furia, se abalanzó sobre mí de nuevo, pero esta vez, Stefania se interpuso en su camino.

- ¡Miguel, por favor! - suplicó, con la voz temblorosa.

Miguel, con el rostro lleno de odio, me miró fijamente a los ojos.

- Te arrepentirás de esto - dijo con la voz llena de veneno.

Luego, con un gesto de desprecio, se dio la vuelta y se alejó.

Yo me quedé allí, de pie, con el cuerpo dolorido y el corazón roto. Sabía que Stefanía no estaba con él, que ese beso lo había dado porque él la había obligado, pero no podía hacer nada.

- Tranquila, Stefanía - le dije, con la voz suave - Yo estoy aquí para protegerte.

Ella me miró con lágrimas en los ojos, no me dijo ni una palabra y se fue. Yo la comencé a seguir, la gente seguía bailando y tomando, yo solo pensaba en ella.

- ¡Stefanía! ¡Para! - le grité.

- Déjame en paz - dijo enfadada, no entendía por qué estaba tan enojada.

- ¿Pero qué he hecho? - pregunté confundido.

- ¡Basta! - gritó.

- Por favor, para - le supliqué. Ella seguía caminando sin detenerse. En un momento logré agarrarla del brazo y atraerla hacia mí. Nuestros rostros chocaron, nuestros alientos se mezclaron inevitablemente. Miré sus labios, ella pareció hacer lo mismo, a pesar de las lágrimas estaba terriblemente hermosa pero rápidamente dio un paso atrás.

- ¡¿Qué crees que haces?! - gritó. - ¡¿Quién carajos te crees que eres?!

- ¿Qué? - pregunté, confundido.

- ¡Es suficiente! Estoy harta de ti. ¿Por qué yo no puedo besar a alguien? ¿Ehh? - Eso me cayó como un balde de agua fría. ¿Le gustaba Miguel? Un dolor se hizo presente en mi.

- ¡Yo solo quería protegerte! Vi cómo te agarraba bruscamente.

- ¡¿Por qué?! ¿Por qué lo haces? ¡¿Acaso yo lo hice cuando tú estabas besando a esa mujer?! - Se me vino a la mente el beso con Sonia.

- Ves, no eres capaz de responder - dijo, con una mirada de decepción.
- Puedo salir con quien yo quiera, y tú, tú no eres nadie para decidir con quién tengo que salir y menos andar golpeándolo, después de todo no somos nada - dijo y se dio la vuelta para irse. Esto era suficiente, ella creía que no sentía nada, y si lo hacía, lo hacía mucho más de lo que creía. Estaba loco por ella. Sin dudarlo dos veces, corrí tras ella y la volví a agarrar, atrayéndola hacia mí nuevamente.
La besé, se sentía dulce, sus labios eran suaves. Ella se separó de mí, mirándome, nuestras respiraciones estaban agitadas.




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